Los coches eléctricos de autonomía extendida (EREV, Extended-Range Electric Vehicle) son una rara avis a día de hoy. Por definición estamos hablando de un coche eléctrico que cuenta con un motor térmico capaz de recargar la batería cuando esta se agota. No es un híbrido enchufable: en los enchufables, el motor térmico está conectado al tren de rodaje del vehículo y suele ser más potente que el motor eléctrico. En el caso de los EREV, el motor es un simple generador de energía. La fórmula de los coches eléctricos de autonomía extendida es una genialidad, y en este artículo, quiero romper una baza a su favor.
Curiosamente, hubo algunas propuestas de coche eléctrico de autonomía extendida hace años. Estamos hablando de hace una década, cuando la autonomía de los coches eléctricos era muy escasa y su tecnología, a nivel de prestaciones y recarga, era mucho menos avanzada que hoy en día. El Chevrolet Volt, y su hermano mellizo, el Opel Ampera, fueron los dos coches eléctricos de autonomía extendida más conocidos de aquella época. Tenían una batería de solo 10,4 kWh útiles de capacidad, y su autonomía eléctrica era de 80 km según el vetusto ciclo NEDC.
Cuando la batería se agotaba, un motor de gasolina de 1,4 litros y 86 CV comenzaba a funcionar y cargaba la batería, permitiendo que ambos coches tuvieran una autonomía de unos 500 km funcionando con gasolina. Este motor térmico solo actuaba como generador de corriente, no estaba conectado a las ruedas o a una caja de cambios. El BMW i3 fue un paso más allá en su versión REx (Range Extender). Su batería de 27,2 kWh de capacidad neta le permitía 300 km de autonomía NEDC, que era complementada por un motor de dos cilindros, procedente de BMW Motorrad.
Con 647 centímetros cúbicos y 38 CV, permitía aumentar la autonomía total en unos 150 km adicionales, ya que su depósito de gasolina apenas tenía 9 litros de volumen. Podría pensarse que un coche eléctrico de autonomía extendida es un híbrido en serie, y técnicamente lo es: en ambos casos es el motor eléctrico quien impulsa el coche, y el motor térmico solo actúa para cargar la batería, pero en el caso del EREV, su autonomía eléctrica es muy superior y el funcionamiento del motor térmico no es habitual, si no muy puntual.
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Sobre el papel, los coches eléctricos de autonomía son una gran idea. Permiten que el tamaño de la batería de alto voltaje sea menor, y por tanto, más barata y ligera. Además, permiten que podamos hacer viajes largos de forma puntual si así lo deseamos. El motor térmico puede funcionar en su óptimo de eficiencia, sin estar conectado a una caja de cambios u otros sistemas que «roben» su energía. Sin embargo, a día de hoy, y desde que BMW dejase de vender el i3 REx hace ya dos años, no existen coches eléctricos de autonomía extendida a la venta.
Eso va a cambiar con la llegada del Mazda MX-30 de autonomía extendida, cuya autonomía puramente eléctrica es de solo 200 km WLTP. Con la ayuda de un sencillo motor rotativo de un solo rotor, dicha autonomía podrá aumentar en cientos de kilómetros. Resulta sencillo también ver los inconvenientes de un EREV: el motor térmico emite CO2, requiere mantenimiento y exige una serie de accesorios imprescindibles, como un depósito de combustible o sistemas anticontaminación. Con todo, pienso que las ventajas superan a los inconvenientes.
En la mayor parte de ocasiones, los eléctricos de autonomía extendida pueden ser coches más asequibles y sensatos que un eléctrico puro con una gigantesca, pesada y cara batería. Solo hay que tener en cuenta sus limitaciones, aprovechar al máximo su capacidad eléctrica, y hacer uso de su versatilidad de forma razonable.
Fotos del Chevrolet Volt