Es probable que a menudo sientas un escalofrío al ver un crash-test moderno, cómo un coche se estrella contra una barrera fija, se deforma, y el pobre dummy se retuerce, su cara choca contra el airbag y su cuerpo es retenido violentamente por el cinturón. Te estremecerías únicamente imaginándote qué sucedería si, en vez de un dummy, fuera una persona la que viajara en el coche, como en un accidente real. Y aún así, nada tendría que ver con lo que experimentaría un dummy o, aún mejor, una persona, al sufrir un accidente en un coche de los años setenta u ochenta, sin airbags, con sistemas vetustos de retención, cinturones sin pretensores. Pues prepárate para ver en este vídeo cómo se realizaban algunos crash-test allá por los años setenta y ochenta, accidentes para mejorar la seguridad de nuestros coches en los que, en vez de dummys, se empleaban voluntarios, personas vivas.
Cuando nos referimos a personas vivas lo hacemos precisamente para diferenciar entre un voluntario y un cadáver. Lo creas, o no, la industria del automóvil no solo ha trabajado con voluntarios vivos, y con dummys, sino que incluso se han llegado a emplear animales vivos y cadáveres, en una de las facetas más escabrosas y menos conocidas de la seguridad vial.
Aunque un profano solo vea destrucción, un crash-test moderno es un proceso muy elaborado, meticuloso y mejorado durante décadas de investigación para obtener la información más detallada posible ante accidentes de diferente naturaleza. Por eso mismo hubo un tiempo en que, la única forma de recabar los datos más fiables y detallados de un accidente era emplear a dummys humanos, y vivos.
Este vídeo proviene, precisamente, de aquellos años en los que fabricantes como General Motors o Mercedes-Benz recurrían a voluntarios para realizar sus pruebas de impacto, planificando accidentes reales entre varios coches. E insistimos mucho en este punto, en el de que estas pruebas fueran accidentes reales. Nada que ver con las recreaciones de accidentes – que aún así también entrañaban sus riesgos para los especialistas – que realizaban programas de televisión tan importantes para la seguridad vial en nuestro país como La Segunda Oportunidad de Paco Costas.
Aunque las pruebas de impacto con voluntario entrasen en desuso con la llegada de los dummys, y que estos alcanzasen un alto grado de sofisticación, los accidentes simulados con humanos han seguido realizándose hasta nuestros días. El mejor ejemplo lo encontramos en Rusty Haight, un policía que decidió trabajar en sus ratos libres en la mejora de la seguridad vial. Y qué mejor forma de hacerlo, que experimentar en sus propias carnes las consecuencias de un accidente de tráfico.
Rusty Haight acabaría formando una institución dedicada precisamente a la simulación de accidentes. Y hoy en día ostenta el récord Guinness de ser la persona que más «accidentes» de tráfico ha sufrido, con más de 1.000 crash-tests en su haber.
En Diariomotor: