Los neumáticos son componentes de nuestros vehículos a los que solemos prestar poca atención. Son lo único que une un coche, moto o camión a la carretera, y de su estado depende nuestra seguridad. Los neumáticos son productos de alta tecnología perfectamente estudiados, y están diseñados para funcionar correctamente si los inflamos a la presión adecuada. Pero los neumáticos pueden convertirse en armas mortales – de necesidad – si se produce un reventón, especialmente si ese reventón ocurre por un sobreinflado extremo.
Un reventón en un coche, en línea recta, no suele suponer un problema para nuestra seguridad. Un reventón en la rueda delantera de una moto, en plena curva, terminará con el piloto de la moto en el suelo. Cuando un neumático revienta, se rompe su carcasa, y la energía contenida en su interior – aire altamente presurizado – se disipa de forma violenta. Un neumático de coche inflado a 2 bar de presión no supone un gran peligro en caso de reventón. Un neumático de camión, de cerca de 50 kg de peso, inflado a 9 bar, es una bomba en potencia.
Para demostrar lo que ocurre cuando un neumático revienta, los chicos de Beyond the Press – los mismos finlandeses del canal Hydraulic Press Channel – han hecho reventar dos neumáticos para comprobar las consecuencias del sobreinflado. Antes de entrar en harina, quiero contaros una historia personal. Cuando era un niño me gustaba «derrapar» con mi bicicleta, dejando su neumático trasero hecho unos zorros – para algarabía de mis padres. Cuando el neumático estaba en las lonas, decidí inflarlo todo lo posible, por ver qué sucedía.
Me acerqué a una gasolinera cercana, y lo inflé al máximo de 6 bar que permitía su bomba. En cuanto me subí a la bicicleta y bajé un bordillo, el neumático explotó, y el sonido de la explosión fue comparable a un disparo de escopeta. Se escuchó en todo el barrio y varios vecinos acudieron alarmados. Era un neumático pequeño de bicicleta, de mala calidad, y al final de su vida útil. Sin embargo, nuestros amigos finlandeses tienen un neumático de coche y una bomba de alta potencia capaz de suministrar una presión de hasta 300 bar.
La explosión del neumático se producirá a una presión muy inferior, como es lógico. Por seguridad, usan líneas hidráulicas – diseñadas para presiones de aceite altísimas – para inflar los neumáticos y atornillan a la válvula del neumático las mangueras, para que soporten la máxima presión de aire. El neumático de coche apenas tarda unos minutos en estallar, y cuando lo hace, su banda de rodadura se rasga en dos. Se produce una explosión que lanza por los aires al maniquí, y la llanta sale despedida, abriendo un boquete en la pared.
Os dejo que imaginéis qué pasaría si fuera una persona en vez de un maniquí. Pero los chicos de Beyond the Press no pararon ahí. El siguiente paso fue un neumático de camión, diseñado para presiones habituales de 8,5 bar. El proceso de inflado es mucho más lento, y la explosión se produce casi a la misma presión que el neumático de coche, a unos 45-50 bar de presión. Es una explosión diferente, con el neumático reteniendo su estructura. La energía liberada es aun mayor, la llanta sale despedida y la estructura de contención queda destruida.
El resultado sería mortal si los dos maniquíes fueran personas reales. En algunos talleres, los neumáticos de camión son inflados en «jaulas» de contención, para evitar este tipo de accidentes. El desllantado es una posibilidad real, sobre todo si la llanta ha recibido un golpe o está doblada. En cualquier caso, no quieres estar cerca de un neumático que revienta. Si quieres leer más testimonios reales al respecto, entra en la sección de comentarios del vídeo que acompaña a este artículo.