2023 no está siendo un buen año para Volkswagen a pesar de la recuperación (parcial) de la industria automovilística. El fabricante alemán está experimentando una gran divergencia entre la demanda real de sus coches eléctricos y la que preveía al término del ejercicio anterior, lo cual le ha llevado a reducir su producción de BEV. Hablamos de modelos como el ID.4, un SUV que estaba llamado a ser la némesis del Tesla Model Y, pero cuyo volumen está todavía muy lejos del americano. De hecho, hace cerca de un mes, la empresa anunciaba el cese de un turno en su factoría de Emden. Actualmente, las ventas de su gama “cero emisiones” se situarían un 30% por debajo de lo estimado. Sin embargo, en el Viejo Continente existen más motivos para tener miedo.
Al margen de la agresividad demostrada por la compañía de Elon Musk con su nueva estrategia comercial, fundamentada en una reducción salvaje de los costes y de las tarifas de sus vehículos, Volkswagen está empezando a experimentar una espantosa pérdida de competitividad respecto a las marcas chinas. Y es que no son pocas las corporaciones de aquel país que comienzan a ofrecer turismos y SUV equivalentes a los “ID” germanos, pero por un precio inferior y unas calidades nada desdeñables. Los efectos de esta amenaza, que ya es debilidad, también se traducen en retrasos para iniciar la fabricación de automóviles recién presentados como el ID.7, cuyas primeras unidades ya deberían de haber llegado a los concesionarios.
Los teutones, que han invertido cerca de 1.000 millones de euros en aquella planta, no pueden optimizarla y han confirmado que prescindirán de unos 1.500 trabajadores para contener sus gastos. Pero este escenario tan poco alentador para el futuro de la firma ha empeorado hace poco al conocerse que BYD ha adelantado a Volkswagen en China, donde los nativos ya matriculan más coches. Y no es una noticia baladí, pues cabe recordar que la empresa de Wolfsburgo era líder en aquella nación desde hacía 15 años. Esta especie de “sorpasso” industrial, que supone un claro dominio para los orientales en su mercado doméstico, ha llevado a los europeos a tomar medidas para no seguir perdiendo fuerza en un sector que evoluciona a un ritmo vertiginoso.
Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él: se refuerzan las asociaciones entre alemanes y chinos
Temerosa de continuar perdiendo cuota de consumo en distintas latitudes, Volkswagen ha decidido aliarse y colaborar en el desarrollo de vehículos 100% eléctricos con Xpeng, otro fabricante chino con un enorme potencial de crecimiento dentro y fuera de sus fronteras. Esta cooperación, que se produce en paralelo de la de SAIC con Audi, va a significar una participación del 5% de la compañía alemana sobre la china, habiendo de pagarle cerca de 640 millones de euros para iniciar las operaciones conjuntas. Con todo, es una cantidad de dinero irrisoria para un grupo tan grande y que corre el riesgo de quedarse atrás en la carrera por los BEV baratos. A cambio, claro está, los asiáticos habrán de compartir parte de sus conocimientos.
Es el mundo al revés o justo lo contrario de lo que ocurrió hace unas décadas. Gran parte del problema que viven las firmas automovilísticas europeas como Volkswagen con el coche eléctrico y su competitividad reside en un pasado repleto de alianzas con Oriente. Estas les permitían construir coches de una forma barata, algo que en China vieron con buenos ojos siempre y cuando dejasen allí su “know-how” (lo han sabido usar bien). En este caso, se trata de una colaboración tecnológica con el objetivo de recuperar lo perdido en el aquel territorio y por la cual Xpeng recibirá una inyección de capital muy necesario (no es su mejor momento económico), mientras que Volkswagen accederá a software de última generación para sus próximos BEV.
