En estos días hemos sabido que a partir de 2019, todos los Volvo a la venta tendrán algún tipo de hibridación, pasando a usar sistemas mild-hybrid basados en arquitecturas de 48 voltios, o esquemas híbridos enchufables en un sentido tradicional. Aunque la decisión de Volvo nos sorprenda en estos momentos, o nos parezca muy innovadora, lo cierto es que lleva cocinándose décadas. El Volvo ECC Concept, del lejano año 1992, ya representaba el futuro de Volvo, casi 30 años antes de que decidieran electrificar toda su gama. Hoy, queremos contarte qué convertía a este coche en un oráculo del futuro.
Las siglas ECC en Volvo ECC Concept significan «Environmental Concept Car», o «prototipo de coche medioambiental». Fue un coche concebido por el Volvo Monitoring and Concept Centre (VMCC) de California en 1992. Volvo se adelantó a los acontecimientos de la industria: lo presentaron un año antes de que Bill Clinton creara junto a las tres grandes automovilísticas de Detroit el Partnership for a New Generation of Vehicles (PNGV), un programa cuyo objetivo era el lanzamiento de coches eficientes, con consumos medios de 2,9 l/100 km para el año 2003 – el PNGV fue un esfuerzo infructuoso derogado por George W. Bush, por cierto.
El Volvo ECC Concept quería contribuir a solucionar los problemas de contaminación de la costa oeste de Estados Unidos, además de lograr un vehículo lo más reciclable y sostenible en cuanto a materiales – esta línea de estudio había sido iniciada en los años 80 con los Volvo LCP Concept. Como tercer objetivo, aunque el Volvo 850 acababa de llegar al mercado, quería mostrar al mundo cómo sería el diseño de los Volvo del futuro. Peter Horbury era entonces el nuevo jefe de diseño de Volvo y el aspecto de este prototipo marcaría muchas pautas de diseño para la marca sueca – no hay más que ver el Volvo S80 lanzado en 1998.
Antes de conocer su interesante mecánica, hablemos de diseño. Horbury valoraba la estética cuadriculada y rectangular de los Volvo, aclamada por muchos de sus clientes, pero entendía que aquellas formas no beneficiaban a la eficiencia. Abandonó la estética de «ladrillo» en busca de un aspecto mucho más fluido y aerodinámico. Sin perder la forma en uve de su capó y su clásica calandra, diseñó una esbelta carrocería con marcadísimos hombros laterales, que desembocaban en una zaga más bien cuadriculada. En este prototipo se pueden apreciar de forma clara las líneas de los futuros Volvo S80, Volvo S60 e incluso Volvo XC90.
Sus paneles de carrocería eran de color blanco, al igual que sus tapacubos aerodinámicos, y estaban construidos en aluminio reciclado. Era un coche sorprendentemente aerodinámico, con un cX de sólamente 0,23. En el interior, Volvo construyó un salpicadero digno de un prototipo, pero con unos controles e instrumentación que implementarían años después en coches de producción. La consola central estaba presidida por un sistema de información de tráfico en tiempo real, gracias al que se podrían evitar las rutas más congestionadas. Entre sus materiales, destaca el uso del corcho de alcornoque en asientos y molduras.
El resto de materiales fueron seleccionados por su bajo impacto medioambiental. En vez de palanca de cambios, un curioso selector permitía escoger tres modos de conducción. Ahora viene lo interesante: el Volvo ECC Concept era un coche eléctrico de autonomía extendida, creado antes de que coches como el Chevrolet Volt pusieran este esquema de propulsión sobre la mesa. El coche estaba normalmente impulsado por un motor eléctrico de 95 CV, de los cuales sólo 76 CV estaban disponibles para un uso continuo. En modo 100% eléctrico, sus baterías permitían una autonomía de unos 140 km y un 0 a 100 km/h superior a los 22 segundos.
Cuando la energía de la batería se agotaba, una turbina alimentada por gasóleo cargaba las baterías de níquel-cadmio, llevando hasta un total de 668 km la autonomía del coche. Esta turbina podía funcionar apoyando al motor eléctrico, pero nunca propulsando directamente las ruedas motrices. En este modo híbrido y a plena potencia – la turbina llegaba a girar a 90.000 rpm – el Volvo ECC podía acelerar hasta los 96 km/h en unos 12,5 segundos, alcanzando una punta de 175 km/h. Eran prestaciones modestas, pero más que suficientes para el día a día, especialmente en una ciudad de tráfico lento como Los Angeles, en la que estaba claramente inspirado.