«Estafado» decía sentirse Donald Trump cuando, allá por marzo de 2018, inició uno de los conflictos más significados – por sus consecuencias – de los últimos años. Si tanto Trump, como sus seguidores, defienden que su administración no inició ninguna guerra, de las que se libran con «fuego y furia», la iniciada con China hace ahora seis años sería una de esas guerras que se libran en el ámbito financiero.
El regalo de Donald Trump a China
Apenas unos días antes de que finalizase la Administración Trump en enero de 2021, pasando el relevo a Joe Biden, Lei Jun, a la sazón CEO de Xiaomi, hace memoria apuntando: «recibí la llamada de teléfono de un amigo diciendo que nos habían sancionado, fue como un rayo caído del cielo».
Xiaomi, que meses antes había conseguido superar a Apple en volumen de ventas de teléfonos móviles, se topaba con lo que Lei considera a día de hoy «un accidente». Y que no era otra cosa que un contratiempo importante que, sin duda, lastraría su negocio, como ya había sucedido con su compatriota Huawei.
«Doy gracias al accidente»
Tres años después, el recuerdo que guarda Lei de aquel momento es mucho más dulce: «doy gracias del accidente que se produjo hace tres años» (Automotive News).
Según Lei, la decisión tomada por el Departamento de Defensa, que por «asuntos y preocupaciones de seguridad» (Xataka) introdujo a Xiaomi en una lista negra que prohibía «a cualquier empresa o inversor estadounidense invertir en la compañía», le obligaría a tomar una decisión de gran calado, la de diversificar e invertir en negocios que de otra forma no se hubieran planteado.
Hoy en día no es necesario recordar que Xiaomi es mucho más que un fabricante de teléfonos móviles y tecnología de consumo. Durante más de una década, Xiaomi ha proporcionado a sus clientes en China, y desde hace algo menos en Europa, un catálogo enorme de productos de consumo y para el hogar, desde máquinas arroceras, hasta sofás. Pero evidentemente un automóvil es algo más que un artilugio electrónico.
Xiaomi, algo más que móviles
Según Lei, «si no hubiera sido por el inmenso impacto de las inesperadas sanciones de Estados Unidos, no habríamos entrado precipitadamente en la compleja industria del automóvil».
En mayo de 2021, Xiaomi conseguía el fallo favorable de la corte federal a la que apeló para salir de esta lista negra, y conseguía que las sanciones y restricciones se levantasen (Xataka). Pero para entonces la decisión ya estaba tomada, Xiaomi lanzaría su propio coche eléctrico.
El año pasado, Xiaomi presentaba su coche, un flamante sedán eléctrico con rasgos que indudablemente podían antojársenos Porsche, que lejos de ser una burda copia se convertía en un producto eléctrico avanzado, con tecnologías punteras y el objetivo puesto en Tesla.
Xiaomi espera entregar un total de 100.000 coches este año y haber vendido 120.000 unidades. Un objetivo muy superior al que se habían planteado a comienzos de año, cuando esperaban llegar a las 76.000 unidades. A finales de junio, en un primer semestre de inicio de ventas y producción, Xiaomi ya había entregado 25.000 unidades.