Honda es una marca particular en lo que se refiere a planteamientos, caracterizándose por ideas alejadas de lo convencional. Lo demostró con el sistema V-TEC hace ya varias décadas, lo ha hecho también en competición (caso de la historia del NSX y del efímero HSV en SuperGT) y lo hace a día de hoy con sus sistemas de hibridación, ya sean los paralelos o mixtos. Ahora bien, más allá de la innovación tecnológica, la llegada del Prelude Concept y la promesa de su llegada a Europa es todo un atrevimiento. En cierto sentido, es la primera vez en mucho tiempo que aparece en el mercado este concepto. Y ya era hora.
Dentro de las particularidades de la década de los noventa, la aparición, casi como setas en otoño, de los llamados coupés generalistas, con atractivas carrocerías de dos puertas con mecánicas tomadas de otros coches de las respectivas gamas. Muchos los queríamos de jóvenes (y muchísimos fueron maltratados por desgracia, ya fuera por inexperiencia al volante o por la fiebre del tuning) y muchos los echamos de menos en un mercado que se inclina a favor de los SUV de tamaño pequeño o medio.
Prácticamente cada marca presente en Europa tenía el suyo, algunos de ellos aguantando hasta la entrada del siglo XXI, pero con la marcha del Audi TT perdimos a uno de los pocos que aún quedaban de aquellos bonitos años. Pero ahora llega Honda y, con un coupé deportivo rojo (¿no os recuerda a la presentación del NSX?), da la campanada. Y es que es una maniobra que implica un cierto riesgo, algo muy diferente al caso de los SUV coupés o coupés crossover que están llegando ahora al mercado. Un coupé de verdad, de dos puertas, respetando el origen de la palabra (la forma del participio del verbo couper (cortar en francés) es, literalmente, coupé) procedente de los carruajes de dos puertas.
Se echan de menos porque son, entre otras cosas, pasionales. Con una estética deportiva, atrevida, agazapada, logrando todo lo contrario que la posición de conducción de los SUV: vas dentro del coche, no por encima, tienes cerca el asfalto, lo sientes mejor (y más si es un modelo ligero). La pasión por encima de la funcionalidad, al ser algo engorroso en el caso de llevar dos o tres acompañantes o necesitar capacidad de carga – y no hablemos si hay que colocar sillas para los más pequeños.
Y aún con esas pegas, merecen la pena: lo hemos visto con los modelos GR de Toyota, con la mitad de los GR Yaris en el mundo destinados a Europa. Ya sea de combustión, híbrido o eléctrico, el hecho de ver un coupé (sin irnos a superdeportivos) es un atrevimiento: no será lo más vendido por la marca, pero es candidato a ser un coche que deje huella, como ocurrió con muchos de aquellos coupé de los setenta, ochenta y noventa. Y, en la situación medioambiental actual, siguen teniendo sentido si son ligeros y aerodinámicos, siendo al mismo tiempo ágiles y no necesariamente ‘gastones’.
Por ende, al César lo que es del César. Cada coupé ‘tradicional’ que veamos en el mercado, en el clima actual, es digno de ser aplaudido. Como lo es todo aquello que se acerque a la simplicidad en la conducción, algo que esboce sonrisas (en el conductor o, por qué no, en quienes lo vean por la calle) cada vez que se saca a conducirlo y disfrutarlo.