El dióxido de carbono es una molécula formada por un átomo de carbono y dos átomos de oxígeno. Su papel en el planeta y en toda la materia es clave, y aunque no podemos criminalizar a una molécula, la producción de dióxido de carbono como consecuencia de la industrialización llevada a cabo por el ser humano ha generado peligros para el planeta. De hecho, se puede decir que reducir la producción de dióxido de carbono es uno de los motivos del auge de la electrificación del automóvil.
¿Qué es el dióxido de carbono?
El dióxido de carbono es una molécula imprescindible. Lo conforma un átomo de carbono, y dos átomos de oxígeno con enlaces covalentes, por lo que es correcto referirnos a él con el símbolo CO2, y cualquiera de las dos denominaciones se refiere al mismo elemento. En condiciones ambiente de temperatura y presión lo encontramos en estado gaseoso en la atmósfera. Muchos seres vivos lo expulsan como consecuencia de la respiración, aunque también se produce de forma natural en volcanes o en la descomposición de organismos.
Eso sí, el dióxido de carbono ha ganado una gran relevancia en el futuro y presente de la humanidad debido a que sus niveles se han incrementado como consecuencia de la industrialización. Y es que el uso de combustibles a base de carbono ha hecho que se expulse una gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera, generando un peligroso incremento de los gases de efecto invernadero.
El peligro del dióxido de carbono como gas de efecto invernadero
El dióxido de carbono no es el culpable real de los problemas del planeta. Es el ser humano. Pero el aumento de la cantidad de dióxido de carbono liberado a la atmósfera es lo que ha aumentando el efecto invernadero. De hecho, el dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero que producimos.
El efecto invernadero es el fenómeno que se produce cuando la radiación solar que entra en la atmósfera no sale como debería, sino que es absorbida y emitida (o simplemente reflejada) por una capa de la atmósfera donde hay una acumulación de gases de efecto invernadero. Esta radiación que rebota y vuelve a incidir en la Tierra produce un calentamiento global negativo para el ecosistema, generando temperaturas anormales, modificaciones en el clima, deshielos, y un peligro para la vida en la Tierra.
El gran problema está en que antes de la era de la industrialización, la cantidad de dióxido de carbono era de 280 ppm, pasando a los 400 ppm en cifras actuales. Esto supone un aumento del 45%, una cifra totalmente insostenible para nuestro planeta.
De forma normal, existe un ciclo del carbono según el cual el dióxido de carbono se procesa. De hecho, muchos organismos vivos utilizan el dióxido de carbono al realizar la fotosíntesis, y expulsan oxígeno como deshecho. Sin embargo, la generación de dióxido de carbono de forma industrial por parte del ser humano ha generado un desequilibrio insostenible.
Los coches y el dióxido de carbono
No obstante, no es culpa únicamente de las grandes empresas. Todos tenemos un papel clave en la producción de dióxido de carbono. De hecho, los coches con motor de combustión emiten el 14% del dióxido de carbono que expulsamos a la atmósfera, lo que significa que en nuestro día a día somos responsables de ello.
Es por esto por lo que se ha dado tanta importancia a la electrificación del automóvil. Es cierto que la producción de coches eléctricos genera una huella de carbono que no es insignificante. No obstante, sigue habiendo diferencia importante.
Un coche eléctrico no expulsa dióxido de carbono al desplazarse, eso es una realidad. Toda la producción de dióxido de carbono relativa a un coche eléctrico se produce a la hora de fabricarlo o de reciclarlo. Y en ambos casos podemos esperar una mejora en este aspecto. Por ejemplo, se puede reutilizar el litio de las baterías casi al 100%, lo que supone unas expectativas de sostenibilidad muy sólidas.
Por otro lado, no podemos olvidarnos de otros modelos de vehículos con nuevas tecnologías. Tenemos motivos para ver con buenos ojos el futuro de los coches con pila de hidrógeno, conocidos como FCEV.
Y cualquier mejora en la eficiencia de las baterías eléctricas mejorará radicalmente las cifras de huella de carbono producidas por los coches eléctricos.
Cómo producir menos dióxido de carbono con un coche con motor de combustión
Por otro lado, es posible reducir nuestra huella de carbono incluso aunque contemos con un coche con motor de combustión en este momento. Una buena forma es planteándose si realmente necesitamos utilizar el coche o no. Medios de transporte como el patinete eléctrico pueden ser buenas formas de evitar tomar el coche si tenemos que desplazarnos de forma individual y la autonomía del patinete es suficiente.
También podemos plantearnos otras alternativas, como el modelo del coche compartido. En lugar de optar por utilizar el coche de forma individual, podemos asegurarnos de que aprovechamos todas las las plazas. De esta forma, si cinco usuarios hacen lo mismo, se estaría reduciendo la expulsión de dióxido de carbono en un 80%, al llevar un solo vehículo en lugar de cinco.
Si tenemos que usar sí o sí el coche con motor de combustión, tanto si vamos solos como si vamos con el coche completo, podemos hacer un uso eficiente del combustible evitando acelerones y frenadas constantes, buscando economizar al máximo el gasto de combustible. Además, esto no solo repercutirá positivamente en la expulsión de dióxido de carbono a la atmósfera, sino que también supondrá un ahorro importante en nuestro bolsillo, e incluso en la vida útil de nuestro vehículo.
Y no podemos olvidarnos tampoco del hecho de que realizar un buen mantenimiento en el coche es otra de las cosas que ayudará al planeta. Un motor que funciona de forma correcta, utiliza menos combustible para propulsar el vehículo. Además, si las emisiones de nuestro coche están controladas, expulsaremos menos dióxido de carbono a la atmósfera. Y de nuevo, esto también tendrá beneficios en forma de un coche más duradero, con menos averías, y con menos problemas para pasar la ITV.