¿Alguna vez te has preguntado por qué ningún coche prescinde de un elemento tan curioso como es el posavasos? Hoy en día es difícil encontrar un turismo que no goce, ya sea en la consola central, o en una pestaña desplegable del salpicadero (estilo Porsche), de un posavasos, un receptáculo en el que dejar una botella de agua, un café, un vaso de agua, una lata de refresco, etcétera. Muchos, entre los que me incluyo, aprendimos a conducir con coches que no tenían posavasos.
Dicho lo cual, ¿cómo se convirtió este elemento en algo imprescindible (de hecho es uno de los elementos más valorados y utilizados por los conductores)? ¿En qué momento la industria del automóvil decidió que sus clientes necesitaban un lugar en el que dejar sus refrescos?
¿Qué tiene esto que ver con el caso de Stella Liebeck, una anciana que recibió 2,86 millones de dólares en 1994 de McDonalds, en concepto de daños y perjuicios, por un café demasiado caliente?
El origen del posavasos de nuestros coches
El origen de los posavasos en los coches está muy ligado a la cultura de los restaurantes drive-in y drive-through en Estados Unidos. Los fabricantes de Norteamérica fueron los que más abogaron, y antes, por la introducción de este elemento hoy en día imprescindible. El primer restaurante de este tipo, en el que los clientes no tenían que bajarse de su coche para recibir su comida, nació en Texas en 1921, y los coches pasaban – literalmente – por el interior del restaurante. Más tarde, a partir de los años treinta, los restaurantes en los que los conductores hacían su pedido por una ventanilla, comenzaron a convertirse en todo un boom, muy asociado también a la proliferación de un sinfín de negocios de comida rápida.
En aquellos años también comenzaron a proliferar los autocines, una suerte de cines al aire libre adaptados para ver la película desde nuestro coche. Y estaréis conmigo en que, ya sea para ver una película, o comer una buena hamburguesa en el coche, se hacía imprescindible contar con un lugar seguro en el que dejar el refresco, ¿no crees?
En aquellos años la industria fue haciendo sitio a un hueco en el que pudiera sostenerse perfectamente una lata de refresco, e incluso se trasladó esa idea a las plazas traseras, con reposabrazos abatibles en la plaza central. Pero el verdadero hecho que llevó a muchos fabricantes, especialmente en Estados Unidos, a instalar posavasos en todos sus modelos, fue el juicio de Stella Liebeck contra McDonalds (ver historia del caso Liebeck contra McDonalds en Wikipedia).
Stella Liebeck contra McDonalds
En 1992, una anciana de Alburquerque pidió un café en la ventanilla del McAuto de su ciudad, cuando viajaba en el asiento del acompañante del Ford Probe de 1989 de su nieto. Resulta que aquel Ford Probe no tenía posavasos. Y cuando Stella colocó el café entre sus piernas, e intentó abrir la tapa para añadir azúcar y leche, el café se derramó por sus piernas y su pelvis provocándola quemaduras de tercer grado en el seis por ciento de su cuerpo, que la mantuvieron durante ocho días hospitalizada y que dejaron gravemente dañada su salud.
La señora Liebeck intentó que McDonalds cubriera los gastos de su hospitalización, y otros derivados de las secuelas que dejó en su cuerpo aquel incidente, pero McDonalds en su lugar ofreció una compensación muy inferior a la que esperaba. De manera que Stella Liebeck fue a juicio, con una querella considerada por muchos como frívola y sin visos de obtener un veredicto favorable para la afectada. Y, contra todo pronóstico, en 1994 fue compensada con una indemnización de 2,86 millones de dólares. En fin, una historia muy estadounidense.
Aunque Ford no tuviera que pagar ninguna indemnización por daños y perjuicios, aquel caso también marcó un antes y un después en la historia de los posavasos. A partir de aquel momento no hubo ningún fabricante, especialmente estadounidense, que se olvidase de la importancia de incluir un posavasos en su coche.