Extraer más caballos a tu motor puede ser muy sencillo gracias a una reprogramación de la ECU, ese «milagro» de la electrónica que nos permite añadir potencia y rebajar consumos con un simple cambio de cartografía. Por este motivo hoy analizamos las ventajas e inconvenientes de reprogramar el motor de tu coche, una guía útil con la que entender qué es una repro y cómo deberíamos hacerla si queremos disfrutar de todas sus posibilidades sin miedo a una visita inesperada al taller.
¿Qué es una reprogramación y en qué consiste?
Una reprogramación de motor consiste en la «fabricación» de un mapa de trabajo a medida para nuestro propulsor, ya sea diésel o gasolina. Esta nueva cartografía personalizada puede realizarse de muy diferentes formas, siendo la ideal aquella que se ha realizado mediante un estudio personalizado de nuestro coche en banco de pruebas. También existen opciones más económicas como son las reprogramaciones genéricas, cartografías que son vendidas por grandes firmas en diferentes niveles de potenciación.
Por regla general la reprogramación tan solo necesita de unos minutos de conexión de nuestro coche con un ordenador, una conexión vía puerto OBD que sustituye la cartografía original por la nueva cartografía. Existen procedimientos más invasivos que obligan al cambio de memorias de la ECU del motor, o la anulación de la protección electrónica antituning que usan muchas ECUs modernas. Sea como fuere, el objetivo es siempre el mismo: instalar un nuevo mapa de trabajo para el propulsor.
Más potencia y menos consumo: el mantra de las «Repros»
Extraer más potencia y reducir los consumos es la promesa que hay detrás de cada reprogramación, una idea que efectívamente se cumple en una gran mayoría de los casos. Gracias a una optimización de los mapas de trabajo del motor conseguimos una curva de potencia totalmente personalizada, pudiendo optimizar la entrega de par para así adaptarla a nuestro estilo de conducción o recorridos habituales, o extrayendo un extra de caballos que añadan patada a nuestro coche.
La reprogramación siempre se recomienda en motores sobrealimentados, y esto es así por la facilidad que ofrecen para ganar rendimiento a base de aumento de la presión del turbocompresor y la cantidad de combustible. Jugando con esas dos variables es fácil obtener ganancias de par y potencia. En el caso de los atmosféricos – de serie – las mejoras son muy tenues al no poder controlar la presión o caudal del aire aspirado, por ello donde más recomendables son las reprogramaciones es en los motores que han sido «tocados» a nivel de hardware, llevando a cabo una reprogramación que permite optimizar el software de cara a sacar el máximo provecho de las nuevas piezas instaladas.
Posibles averías tras una repro de tu motor
La mecánica tiene un límite, la reprogramación no. Esto es algo que debemos tener en cuenta para entender que las limitaciones del software las impone el hardware, pues aunque una reprogramación de un motor de 150 CV puede prometer 200 CV, es muy importante que conozcamos los límites de nuestra mecánica para no acortar drásticamente su vida.
Las averías más comunes tras una reprogramación excesiva o no bien realizada son las relacionadas con el turbocompresor, la culata o los sistemas anticontaminación. Esto se produce por el sobreesfuerzo que sufren los componentes, comprometiendo sus tolerancias y las propiedades de los materiales. Por ello es muy importante que las ganancias de potencia se acompañen de un minucioso estudio de las necesidades de refrigeración y lubricación de cada pieza de nuestro motor, pues aunque existe un margen seguro de potenciación, otras variables como el estilo de conducción o las condiciones climáticas donde circulamos influyen.
Como recomendación más evidente tras realizar una reprogramación, solo os podemos decir que si en un motor de serie es importante respetar el mantenimiento y la temperatura de servicio, en un coche retocado para exprimir su mecánica lo es todavía más.