¿Puede un coche ser objetivamente feo? Se supone que la belleza está en los ojos del observador y que es una cualidad subjetiva, entonces ¿qué hace que un coche nos guste más o menos que otro?
Intentemos explicar lo inexplicable.
Puede que la belleza que cada uno encuentra en un objeto sea una interpretación individual, pero si analizamos el conjunto de individuos que conforman el mercado podremos llegar a la conclusión de que existen unos cánones de belleza y, por tanto, de fealdad, comúnmente aceptados.
Según lo que he podido leer y observar y aparte de que cada cual encuentre hermoso u horroroso un coche u otro, la belleza se basa en tres factores estéticos fundamentales, que serían las proporciones en un claro primer lugar, el estilo en segundo y los detalles en tercera posición.
Cuando hablamos de proporciones hablamos de la relación entre altura, anchura y longitud, pero también de la relación de cada elemento con el conjunto.
Como ejemplo de esta tesis, es sabido que un Rolls-Royce tiene una altura total que duplica el diámetro de las ruedas. No es que esta sea una regla matemática infalible, ni tampoco creo que tenga una explicación científica muy precisa, simplemente con esa relación de tamaños a la gente de Rolls-Royce los coches les quedan con ese aire de Rolls-Royce.
Lo mismo sucede en cualquier coche con la zona acristalada frente a la superficie de chapa, o con la longitud del capó frente al cuerpo del coche, proporción esta última que ha hecho famoso al Jaguar E-Type como el coche supuestamente más bonito de la historia. No era esa su única cualidad, pero casi seguro fue la que marcó la diferencia.
La relación de tamaños entre todos los componentes define, más que ninguna otra cosa, la belleza y la aceptación estética general de cualquier coche y de cualquier objeto, incluso de una persona.
Esto explicaría la proliferación de llantas de grandes dimensiones combinadas con neumáticos de perfil absurdamente bajo (más caros, más incómodos, menos eficientes, más ruidosos y con un dudoso efecto en el comportamiento dinámico). Por alguna razón son más atractivos y nuestro subconsciente trabaja muy duro para que nos parezcan más apetecibles a pesar de su cúmulo de desventajas prácticas.
Esto también explicaría el éxito de coches con muy poca superficie acristalada, de los que ya hemos hablado, que se traduce en una sensación interior de falta de espacio y falta de visibilidad que a veces raya en lo absurdo. Pero queda bonito porque el coche parece más fuerte y poderoso.
El contraejemplo de esto último lo encontramos en el Fiat Multipla, un coche cuya fealdad sólo podía compararse a su amplitud, practicidad y brillantez en los aspectos prácticos, pero que marcó su fracaso comercial. Era demasiado ancho, demasiado alto y se parecía demasiado a una urna de cristal… desproporcionado, en definitiva.
Para cerrar el tema de las proporciones (sin acudir a la antigua Grecia) recuerdo que cuando era pequeño solía hacer barquitos y pajaritas de papel. Suena cursi, pero cuando tienes 8 años es todo un reto.
La cuestión es que las pajaritas siempre quedan bien, mientras que los barcos de papel pueden quedar fatal si no tienen la longitud, anchura y altura correctamente proporcionados. La razón es que las pajaritas se hacen con un papel cuadrado y sus proporciones son siempre constantes, mientras que los barcos se hacen a partir de un rectángulo y sus proporciones son muy variables según las del papel inicial. Hay que ver lo que se aprende doblando servilletas.
Las proporciones lo son todo o casi todo en estética y no sólo para vehículos, sino en general, aunque muchas veces pasan bastante desapercibidas. En cuanto al estilo y los detalles, son dos factores que se suelen considerar muy importantes pero que, en mi opinión, son totalmente secundarios en comparación.
Un coche de estilo deportivo y dinámico, o de estilo SUV, robusto, podrán tener “éxito estético” si y sólo si sus proporciones son agradables y en todo caso será más bien por las ideas que asociamos a esos coches (agresividad, velocidad o incluso juventud en el deportivo, aventura, estilo de vida o cierta sensación de seguridad en el todocamino).
El estilo define el aspecto general, y se relaciona con una cierta filosofía, pero no puede convertir un coche desproporcionado en un coche bonito.
Finalmente los detalles, tan aclamados algunas veces, creo que se quedan en un claro tercer lugar. Un tubo de escape cromado, una entrada de aire lateral, unas ópticas agresivas… en un coche con las proporciones o el estilo incorrectos no lograrían más que la carcajada. Son la guinda del pastel, pero necesitan un buen pastel y sin él carecen de sentido.
Como ya os podéis imaginar, esta teoría de la belleza no es mía sino producto de un cierto consenso en el mundo del diseño industrial, aunque lógicamente es un tema sujeto siempre a debate e interpretaciones.
A partir de aquí, nada me gustaría más que conocer la opinión de los lectores.