Cuando pensamos en seguridad en el automóvil es imposible no caer en la gigantesca cantidad de elementos de seguridad activa que un coche moderno equipa. El ESP (control electrónico de estabilidad) es sólo la punta del iceberg: avisadores de salida involuntaria de carril, frenada automática en caso de obstáculo imprevisto en carretera o control de crucero de velocidad variable son sólo tres ejemplos que demuestran lo lejos que ha ido la tecnología y la cantidad de vidas que se consiguen salvar con unos “simples” circuitos. Pero estaríamos olvidando al sistema de seguridad más efectivo de la historia: el cinturón de seguridad.
De los aviones al mundo del motor
De tres puntos, en concreto. Un invento que desde su creación se estima que ha salvado un millón de vidas. Es la cifra que se cita en diversas fuentes, pero teniendo en cuenta que el parque móvil mundial actual es de 1.200 millones de vehículos aproximadamente, esta cifra podría ser mucho mayor. Es más pondría la mano en el fuego por ello. Hoy en día el abrocharse el cinturón de seguridad es un gesto automático al subirnos a un coche – en general – pero hubo una época en la que ningún vehículo los equipaba de serie. En España, su uso obligatorio no fue impuesto hasta el no tan lejano año 1975 y los pasajeros de las plazas traseras no se lo tenía que abrochar obligatoriamente hasta el año de las olimpiadas de Barcelona. Un invento tan simple como genial, del que merece la pena conocer su invención y pormenores.
La historia del cinturón de seguridad no es paralela a la del automóvil. Los primeros indicios de su existencia se remontan al año 1885, y no fueron ideados para el automóvil de Daimler, sino para evitar que en los baches los pasajeros de un coche de caballos se cayeran de su asiento. El mismo principio fue aplicado a algunos de los primeros automóviles, y continuó su expansión en el mundo de la aviación. Fue en 1911 cuando Benjamin Foulois equipase un cinturón de seguridad rudimentario a un avión diseñado por los hermanos Wright. Con todo, lo que se buscaba era retener el cuerpo ante los vaivenes del aparato tanto en tierra como en aire, en contrapunto con la necesaria retención del cuerpo en caso de accidente.
Una diferencia fundamental que permaneció inalterada durante muchos años. Incluso en los albores de la aviación y los vehículos de competición, los cinturones de dos puntos (que solamente sujetaban la cintura del piloto) tenían el objetivo de simplemente evitar que el piloto saliese despedido a causa de las fuerzas G. Ante el aumento del número de coches en circulación y el creciente número de accidentes mortales, los médicos comenzaron a implorar a los fabricantes de coches que equipasen sistemas de retención y seguridad en sus vehículos. En los años 40 y 50, donde se vendía un vehículo en base a sus prestaciones, comodidad o estilo, no eran medidas populares. «Si tiene muchos sistemas de protección es porque no es un coche seguro«: una frase recurrente, que hacía que se vieran a estos pioneros de la misma manera que hoy en día vemos una incómoda promesa electoral.
Muchos médicos, horrorizados por las lesiones crano-encefálicas de sus pacientes tras los accidentes de tráfico, instalaban cinturones de seguridad artesanales en sus propios vehículos. Tal era su preocupación que en el año 1955, propusieron formalmente en el Journal of the American Medical Association, una serie de medidas enfocadas a mejorar la seguridad de un vehículo, con un habitáculo más protegido y cinturones de seguridad de serie como principales medidas a tomar por los grandes fabricantes del sector. Pero como siempre, hay pioneros en la industria, y uno de los primeros fue el revolucionario Preston Tucker. En su afamado Torpedo del año 1948, se podía equipar un cinturón de seguridad de dos puntos de fábrica. Aunque Tucker Cars quebró al poco tiempo, la semilla de la seguridad ya había sido plantada.
Este pionero de la seguridad fue pronto imitado por Nash y Ford (en 1949 y 1955 respectivamente), que dotaron a varios de sus automóviles con este sistema de manera opcional. No obstante, fue Saab en 1957 el primer fabricante en dotar de serie a un vehículo con cinturón de seguridad con su 93.
El cinturón de seguridad de tres puntos
Sin embargo, no fue hasta el año 1958 cuando se inventase el cinturón de seguridad de tres puntos tal y como lo conocemos. Un genial invento que un ingeniero sueco llamado Nils Bohlin perfeccionó y adaptó a su forma moderna, que hoy en día conocemos y usamos a diario. Fue Nils Bohlin el que empezó su carrera en los años 40 trabajando para la división aeronáutica de Saab, y a él se le atribuye la patente del asiento eyector propulsado por cohetes para los cazas de combate. Los cinturones de seguridad eran absolutamente necesarios en esta aplicación, con un mínimo de cuatro puntos de anclaje.
Pronto se convirtió en un experto en seguridad aeronáutica, y ya en los años 50, fue contratado por una Volvo en plena expansión internacional. Gunnar Engellau era el director de Volvo entonces, y uno de sus familiares cercanos había fallecido en un accidente de tráfico, a pesar de llevar un cinturón de dos puntos abrochado. Bohlin pronto se puso a trabajar en un diseño mejorado de cinturón de seguridad de tres puntos, cuya primera versión había sido patentada por Roger W. Griswold y Hugh DeHaven en Estados Unidos, en 1951. El llamado cinturón “CIR-Griswold” combinaba un cinturón de altura abdominal inferior con otro que atravesaba en diagonal el pecho del conductor, abrochándose en una hebilla central situada en el cinturón abdominal. Un diseño muy correcto y eficaz, pero en palabras de Bohlin, muy poco práctico.
Bohlin venía del mundo aeronáutico, donde toda seguridad es poca, debido a la sensación de peligro constante de un piloto de combate. En un coche, el conductor no tenía esta sensación de peligro, y ni siquiera quería abrocharse un cinturón que limitaba sus movimientos, por pura vagancia. Hasta que era demasiado tarde. Es por ello que en el lejano año 1959 patentó un cinturón de seguridad de tres puntos, que se puede enganchar con un solo movimiento, con una sola mano. Montado en el pilar B del coche en un carrete auto enrollable y con un anclaje central, es el sistema tradicional de tres puntos que hoy en día conocemos, extendido de manera global en todos los automóviles y vehículos de transporte.
Un sistema tan sencillo como eficiente.
El anclaje central cercano a la bisagra del asiento y la cinta que atraviesa el pecho impedían que el pasajero se escurriese por debajo de la cinta y sujetaban la parte superior del cuerpo. Un análisis estadístico de 28.000 accidentes llevado a cabo por Bohlin sostenía que la totalidad de pasajeros sin cinturón sufrían daños de diversa consideración e incluso la muerte en accidentes a menos de 100 kilómetros por hora. Si llevaban el cinturón de seguridad abrochado, las posibilidades de supervivencia eran estratosféricas. En el mismo 1959 el Volvo Amazon y el PV544 comenzaron a montar de serie el cinturón de seguridad de tres puntos, para todos los mercados. Pronto todos los Volvo tendrían cinturón de seguridad de tres puntos de serie.
La historia no termina aquí: Volvo sabía que este invento era un favor a la humanidad, y a pesar de ser propietaria de la patente, la liberó para su uso gratuito por parte de toda la industria del automóvil. Quizá el regalo más generoso jamás hecho a la humanidad por parte de la industria automovilística, y un regalo por el que todos debemos estar agradecidos. La evolución del cinturón de seguridad no se ha detenido: hoy en día se empiezan a montar airbags en los propios cinturones y los cinturones se pretensan automáticamente en caso de accidente. Pero lo más importante, es que toda la seguridad activa y pasiva del coche se diseña con un supuesto en mente: los pasajeros deben llevar el cinturón de seguridad abrochado.
Nada mal para una simple tira de tejido, ¿verdad?