Corría la primera mitad de los años 50. La Guerra Fría acababa de empezar con uno de los episodios de tensión – la Guerra de Corea – recién estallado. La Unión Soviética realizaba sus primeras pruebas atómicas y McCarthy comenzaba su famosa “caza de brujas”. La posibilidad de un apocalipsis nuclear era cada día más real y la paranoia colectiva era cada día alimentada por gobiernos asustados, agresivos y con el conflicto mundial aún demasiado reciente. Una época difícil, en la que hubo lugar para soluciones militares a iguales partes atrevidas y derrochadoras.
Y así nacieron las gigantescas sirenas antiaéreas Chrysler-Bell Air Raid Siren. El apocalipsis tenía un motor HEMI en sus entrañas.
Motores HEMI para avisar de ataques nucleares
La posibilidad de un ataque nuclear soviético era considerada muy real a principios de los años 50 en Estados Unidos, especialmente tras el enfriamiento de las relaciones entre las dos superpotencias, destinadas a pelearse entre sí por la hegemonía mundial. Para la población civil, un artefacto nuclear suponía la aniquilación masiva. Los sistemas de radar de la época permitían detectar a los bombarderos soviéticos con cierta antelación, mientras sobrevolaban el Polo Norte. Se requería una manera de advertir de ello a la población de manera rápida.
De ahí surgió la idea. Gigantescas sirenas antiaéreas que inundarían con su sonido todos los rincones del país, posicionadas de manera estratégica por la geografía estadounidense. Las sirenas eléctricas que se usaron en conflictos anteriores no tenían ni la potencia ni el alcance necesario, según el Departamento de Defensa estadounidense. En una curiosa alianza, Chrysler y Bell Systems ganaron una oferta pública para la construcción de sirenas antiaéreas de altísima potencia y alcance, cuya fuente de energía eran motores de origen automovilístico.
Montadas sobre un chasis Dodge comercial y pintadas de color rojo, eran fácilmente reconocibles por sus seis bocinas de un metro de longitud.
¿Cómo funcionaban?
El principio de funcionamiento de una sirena rotativa de gran potencia es relativamente sencillo. El motor acciona un compresor de aire, que fuerza aire a través de un disco rotatario que divide el flujo de aire en pulsos. Estos pulsos son emitidos a una enorme presión a través de varias bocinas – seis bocinas en el caso de las Air Raid Siren. La primera versión fue llamada Chrysler Bell Victory Siren, y empleaba un motor Chrysler de 8 cilindros en línea con 140 CV. Desmultiplicado, a 3.200 rpm, el motor hacia girar el disco rotativo de pulsos a 2 rpm.
La idea era que el sonido pudiese llegar al mayor número de kilómetros cuadrados. Era una máquina extremadamente ensordecedora: a 30 metros de distancia, se medían nada menos que 136 decibelios. Mucho más alto que un avión despegando a plena potencia o un dragster Top Fuel de escape libre. Su sonido era mucho más ominoso, un grave gemido oscilante que no anunciaba más que desgracias: era mejor no tener que escucharla. Sus primeras versiones no eran automáticas: un operario debía sentarse en su asiento y operar la monstruosidad, quedando sordo en el proceso.
En 1952 Chrysler introdujo una nueva y mejorada versión, empleando un motor HEMI V8 de 5,4 litros de cilindrada y 180 CV de potencia. La Air Raid Siren era aún más ensordecedora que las Victory, con una salida de 138 decibelios. A plena potencia, unos 75.000 litros de aire pasaban cada minuto a través de sus seis bocinas de salida gracias a un compresor de aire de tres fases mejorado. Una sola sirena era capaz de atronar una superficie de 42 km2, avisando a todos sus habitantes de que el juicio final podría estar muy cercano, empujándolos a refugios y búnkers subterráneos.
Su potencia era tal que una sóla sirena podría dar cobertura a una ciudad del tamaño de Bilbao y escucharse a más de 35 km de distancia. Esta segunda generación se activaba mediante una línea telefónica dedicada de manera remota. Unas 350 unidades se construyeron por la Industrial and Marine Division de Chrysler durante los años 50 y fueron ubicadas en núcleos urbanos de todo Estados Unidos, “por si venían los rojos”. Algunas permanecieron en uso hasta entrados los años 70. Hoy en día, ninguna permanece operativa y la mayor parte de estas máquinas han sido desmanteladas y vendidas como chatarra.
Han sido las sirenas más potentes jamás creadas. Hoy en día, las sirenas eléctricas más potentes – como las que avisan en caso de tsunami – cubren un área de apenas 10 km2. Unas pocas unidades se encuentran en museos y otras permanecen expuestas en parques y a la entrada de avenidas, como monumentos desconocidos a una guerra fría que por fortuna nunca llegó a calentarse más de la cuenta. Alguna unidad aún funciona, y en el vídeo que corona este párrafo puede verse en funcionamiento, recordando a una época en la que el apocalipsis comenzaba con el arranque de un motor HEMI V8.
Sólo imaginar el sonido a plena potencia resonando con eco en una gran ciudad es capaz de poner los pelos de punta. Aquí hay una simulación del escalofriante estruendo.
Fuente: Autoweek