Disminuir las emisiones de CO2 está considerado como uno de los principales retos de este siglo. Sin embargo, las políticas dedicadas a solucionar este problema son bastante cuestionables y laxas, lo que redunda en unas cifras disparatadas y que ponen de manifiesto la insostenibilidad de nuestro abastecimiento energético.
En vista de que la situación no va a cambiar, al menos a corto plazo, algunas instituciones y empresas han decidido centrar sus esfuerzos en el desarrollo de métodos que permitan capturar el CO2 liberado a la atmósfera para posteriormente hacerlo desaparecer bajo tierra. La idea es sencilla y aparentemente bastante práctica. Se conoce como sumidero de carbono, y se lleva a cabo en grandes cavidades subterráneas, como pozos petrolíferos y otros yacimientos geológicos agotados.
El principal problema que presenta este método es que, a la hora de la verdad, puede ejemplificarse con la figura de una persona que ensucia, barre y esconde los restos bajo la alfombra. Al final resulta imposible disimular los residuos, que incluso pueden provocar algún que otro tropezón.
Ahora, un grupo de investigadores procedentes de la Universidad de Islandia, Reykjavik Energy, la CNRS de Toulouse y la Universidad de Columbia proponen utilizar una variante de este sistema con el objetivo de convertir la central geotérmica de Hellisheidi, la segunda de este tipo más grande del mundo, en una central libre de emisiones, neutralizando los gases emitidos por los pozos de los que se nutre.
El sistema, denominado CarbFix, es similar al descrito anteriormente, aunque aprovechando la reactividad de las rocas basálticas que componen la mayor parte de la geología islandesa. Así, lo que se pretende en este caso es disolver el CO2 en agua sometiéndolo a elevadas presiones para posteriormente inyectarlo a una profundidad de entre 400 y 800 metros, de forma que el líquido reaccione con el calcio del basalto y se transforme en calcita.
La ventaja de este proceso es que la transformación del calcio en calcita por la acción del CO2 ocurre de forma natural, además de que la efectividad de este tipo de tecnología ha sido probada con éxito durante más de seis años*. Sin embargo, sigue presentando algunos problemas insalvables, como la capacidad de almacenamiento, que aunque alta, sigue siendo bastante limitada. Por no decir que no todos los países tienen grandes extensiones de roca de este tipo en su geografía.
En cualquier caso, los sumideros de carbono artificiales no parecen una alternativa demasiado eficiente para mitigar los efectos del cambio climático. Sin duda, la solución más inmediata y eficaz pasa por recuperar los bosques como sumideros naturales, reducir las emisiones y hacer cumplir a rajatabla unos límites globales, aunque actualmente alcanzar acuerdos internacionales relevantes en materia de ecología parece una misión imposible.
*Gracias a César Tomé por el aviso.
Fuente: Inhabitat
Imágenes: Maya | Haukur H.
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