Pues no, no es por la crisis, al menos no esencialmente. En los años 70 y 80 la industria del automóvil también respondió a la crisis del petróleo con una fuerte reducción de consumos y numerosas campañas de marketing orientadas a publicitar las bondades de sus modelos en consumo y autonomía, pero aquella moda terminó en cuanto el problema quedó en el olvido. Ahora todo parece distinto, y la eficiencia energética está aquí para quedarse.
La creciente conciencia medioambiental colectiva, la seguridad energética nacional como argumento político (especialmente en EE.UU.), la previsible escasez de petróleo en algún momento del futuro y la baja calidad del aire en las ciudades son cuatro potentes catalizadores que han dado lugar a una estricta normativa de consumos y emisiones en Europa, América y Asia. La industria debe responder y esta tendencia parece, ahora sí, irreversible.
La tendencia del mercado en las últimas décadas ha sido fabricar modelos más grandes, pesados y potentes. Esta tendencia ha venido marcada por la demanda creciente de confort, seguridad y prestaciones y ha sido satisfecha y retroalimentada con fervor por los propios fabricantes, en la medida en que ha resultado un negocio muy lucrativo.
Las formas menos eficientes de transporte, coches grandes y pesados, han sido modelos de consumo aspiracionales durante mucho tiempo y son, a día de hoy, moneda corriente en las carreteras de cualquier país desarrollado. Aunque muchos querrían seguir por esa senda, los fabricantes están ahora obligados a abandonarla de inmediato.
El nuevo esquema legislativo traslada la iniciativa a los gobiernos, cambiando totalmente las reglas del juego en el mercado. Donde antes había grandes márgenes en un modelo de negocio basado en cargar un importante plus de precio en los modelos más potentes y exclusivos, se presentan ahora retos de enormes proporciones. Desde este momento, serán necesarias inversiones colosales en I+D+i y poner en el mercado tecnología punta a precios que apenas podrán cubrir sus costes.
Podrían correr malos tiempos para la cuenta de resultados, según cómo sean capaces de posicionarse los distintos fabricantes.
La nueva normativa anticontaminación en Europa, América y Asia
Hasta ahora, la normativa anticontaminación era prácticamente irrelevante, pues se presentaba como objetivos de cumplimiento voluntario o ponía el listón tan bajo que no era necesario casi ningún esfuerzo para superarlo. Esto ha cambiado radicalmente.
La normativa europea y americana para 2015-2016 es verdaderamente exigente y las multas propuestas por su incumplimiento son tan grandes que la alternativa de no cumplir no puede ser tomada en consideración por ningún fabricante que pretenda sobrevivir. No importa que la presión de los consumidores en esta dirección no exija cambios tan rápidos, la presión normativa ha tomado el mando con firmeza.
Los detalles de la legislación propuesta serán objeto de otro artículo completo, pero podemos adelantar que la normativa es tecnológicamente neutral en todo el mundo. Esto significa que no establece preferencias por una u otra tecnología en particular, sino solamente objetivos globales de emisiones que habrá que cumplir como cada uno pueda.
Diferentes culturas, diferentes estrategias
Cada fabricante puede decidir cómo llegar al objetivo marcado, lo que abre un amplio abanico de estrategias posibles (mejora de la tecnología actual, hibridación en distintas modalidades, modelos eléctricos más o menos puros, otras mejoras en masa desplazada y aerodinámica…) Vale todo, sólo hay que llegar a la meta.
Por supuesto, el árbitro de todo este cambio tecnológico seguirá siendo el consumidor que, en última instancia, decidirá lo que le convence y lo que no.
Las marcas europeas apuestan por el motor diésel, los turbos y la inyección directa en diésel y gasolina y la incorporación de motores eléctricos más bien pequeños en hibridaciones de momento tímidas que no incrementen demasiado los costes de producción.
Los japoneses van más allá en la hibridación, en la que llevan mucha ventaja temporal, combinando pequeños motores de gasolina con eléctricos y relegando el diésel a un claro segundo plano. Su cultura de coche pequeño y motor diminuto, tal vez consecuencia de vivir en una isla donde el espacio es un bien muy escaso, les hace partir con una cierta ventaja, al menos cultural y probablemente tecnológica.
Los fabricantes americanos básicamente intentan ponerse al día, partiendo de la posición menos ventajosa en principio y apenas han sabido sacar al mercado el polémico Volt y ciertas versiones económicas de algunos modelos pequeños (que serían berlinas medias en Europa, como el Chevrolet Cruze). Fuera de ahí, empiezan a adelgazar y electrificar ciertos iconos muy lucrativos y representativos de su industria y cultura, pero sin corregir sus carencias de base. Tal vez el exceso de espacio disponible durante generaciones, consecuencia directa de su extensión geográfica, juegue ahora una mala pasada en competitividad al país de las barras y estrellas.
Se presenta, en fin, un futuro muy interesante en la industria automovilística mundial.
Seguiremos informando.
Fuente: «Global autos: don’t believe the hype – analyzing the costs & potential of fuel-efficient technology» – Bernstein Research & Ricardo – Informe impreso.
En Tecmovia: El futuro del coche eléctrico, hoy | Emisiones, consumos y nuevas leyes: arrojamos un poco de luz a todo este asunto