Estados Unidos, 1969: en plena Guerra Fría, por encargo del Departamento de Defensa, varias universidades del país trabajan en el desarrollo de ARPANET, una red de carácter militar que permite acceder a los archivos del ejército utilizando un ordenador ubicado en cualquier parte del país. El 21 de noviembre de ese mismo año se establece el primer enlace entre la Universidad de Stanford y la Universidad de California en Los Ángeles.
Estados Unidos, 1 de enero de 1983: la red ARPANET concluye su migración al protocolo TCP/IP, lo que permite y fomenta su crecimiento.
Todo el mundo, 1 de enero de 2012: 29 años después, Internet, la evolución de ARPANET, posee más de dos mil millones de usuarios, de los cuales 500 millones estaban suscritos a un servicio de banda ancha móvil en el año 2010, cifra que la compañía Ericsson esperaba que se duplicara durante el pasado 2011.
Mientras tanto, Apple, la segunda empresa más importante del mundo según la revista Fortune, vende más de 100 millones de iPhone y 15 millones de iPad. Al mismo tiempo, Facebook, la red social por excelencia, prevé superar la barrera de los mil millones de usuarios en agosto de este año. Y es probable que 2011 quede grabado en los libros de historia por la importancia de Internet en la revolución social del siglo XXI.
Vivimos conectados
En mayo de 2011, un estudio de la compañía TNS ofrecía datos bastante esclarecedores sobre cómo Internet, y sobre todo Internet móvil ha cambiado nuestras costumbres. El 8% de las 34.000 personas encuestadas afirmó utilizar el móvil para consultar el correo desde la cama, y el 27% aseguró hacer lo mismo inmediatamente después de salir de ésta.
El móvil también es clave durante los desplazamientos, con los servicios GPS y de localización a la cabeza de las aplicaciones más utilizadas en este periodo del día. Mismo periodo en el que un 26% de los encuestados afirmó conectarse a Internet, un 24% enviar SMS y un 42% y un 36% escuchar música y jugar, respectivamente.
Las cifras no engañan: nos hemos convertido en esclavos de nuestra propia tecnología. Y los fabricantes más importantes se han dado cuenta y ya han decidido sacar partido de ello.
El navegador, algo más que un extra
Lo que acabáis de leer es el un tweet de Daniel Seijo enviado desde la plataforma BMW ConnectedDrive, el sistema que la marca bávara ha desarrollado para permitir a los conductores de sus nuevos modelos permanecer conectados también dentro del coche por un módico precio. Entre otras cosas, permite conectar tu smartphone al coche mediante bluetooth para que éste te lea tus emails, consultar la agenda, escuchar música en streaming desde el móvil, y por supuesto cualquier emisora de radio del mundo gracias a la radio web.
ConnectedDrive no es ni mucho menos el único sistema de este tipo disponible en el mercado. Mercedes posee uno similar, Chevrolet presentó el pasado año MyLink, Audi hizo lo propio con AviCoS y Ford destaca entre el resto de los miembros de la manada por Sync, que en el futuro podría llegar a incorporar un sistema de control de nuestra salud.
Sin duda los clientes se vuelven cada día más exigentes con la tecnología. Ya no basta con que el motor sea fiable y los acabados decentes. Si quieren abrirse un hueco en el mercado, los nuevos modelos tendrán que venir con todo un equipo informático debajo del brazo (o del salpicadero). La sociedad necesita vivir en permanente conexión, y dado que los móviles no han resultado ser buenos amigos de la carretera, deben de ser los fabricantes quienes arreglen esta enemistad si quieren que la gente consuma sus productos.
Más allá del mero entretenimiento: C2C y C2X
Para los que ponen en duda la utilidad de esta tecnología, hay que recordar que los sistemas de comunicación integrados en el coche van más allá del mero entretenimiento. Están estrechamente relacionados con las tecnologías de comunicación coche a coche y coche a infraestructura, y en el futuro podrían gestionar el transporte de forma mucho más eficiente.
Sin embargo, todos estos sistemas deben hacer frente a numerosos retos tecnológicos, entre los que se incluye la instalación de una infraestructura lo suficientemente rápida y fiable capaz de llegar a todos los automóviles, sin que su constante movimiento intervenga en la comunicación.
Con la capacidad de computación en la nube que existe actualmente, manejar el tráfico con soltura se convertiría casi en un juego de niños si los datos de velocidad, posición y ruta de todos los vehículos se actualizaran y analizaran a tiempo real. Los accidentes graves podrían reducirse hasta un 80% con la inclusión de tecnologías de aviso de frenazos bruscos y obstáculos de unos coches a otros, y las posibilidades de implantación de coches autónomos a medio plazo en un entorno de este tipo aumentarían considerablemente.
El Ford Evos y el Toyota Fun Vii son dos claros ejemplos de las aspiraciones tecnológicas que la industria del automóvil tiene para las próximas décadas. Si finalmente el coche eléctrico adquiere las características que necesita para hacerse un verdadero hueco en el mercado, la industria automotriz va a dar un salto evolutivo enorme en un periodo de tiempo relativamente corto.
Quizás el próximo Salón del Automóvil de referencia mundial se encuentre en Silicon Valley.
Fuente: Technology Review | BMW | Negocios y Emprendimiento | Europa Press | Ticbeat | Puro Marketing | Marketing Directo | Reinventing the Automobile. Mitchell, Borroni-Bird and Burns. (MIT)
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