Se trata de un tema recurrente a la hora de plantear el futuro próximo con los vehículos eléctricos como protagonistas. El factor recaudador ligado al transporte rodado es un tema no exento de polémica, pero inevitable a la hora de adquirir un nuevo vehículo o productos relacionados con este como son los combustibles. Un panorama difuso a la hora de hablar de nuevos sistemas de propulsión, pero que puede empezar a cobrar forma a modo de base imponible en los EE.UU.
La noticia en sí misma habla sobre hechos aislados en los estados norteamericanos de Arizona y Washington. Estados donde se están realizando las primeras puestas en firme para gravar el coste por kilómetro de los vehículos eléctricos. De un modo u otro, es harto difícil querer alejar la idea de los impuestos sobre estos nuevos sistemas de propulsión, de un afán recaudatorio que pretenda paliar el futuro decrecimiento en los ingresos que perciben las administraciones con todo aquello que rodea al transporte, tal y como se conoce en la actualidad.
En este momento, la adquisición de un vehículo eléctrico goza de numerosas ventajas en el plano que circunscribe a los impuestos post-adquisición de primera mano. Esto quiere decir que salvo el IVA incluido en su compra, tan solo deberemos seguir aportando la cantidad de impuestos que repercute en el consumo eléctrico para recargar sus baterías y otros aspectos relacionados. Y he aquí el mayor problema, y a la vez mayor solución si sabemos reaccionar con la suficiente antelación.
Impuestos sobre eléctricos: ¿Afán recaudatorio o necesidad real?
El marco que pretenden imponer los estados norteamericanos de Washington y Arizona es el de afrontar una tasa anual en el primero, y recaudar un coste por kilómetro en el segundo caso. En Washington, la propuesta, todavía falta de aprobación parlamentaria, pretende recaudar alrededor de 75 € por cada año de uso de nuestro vehículo eléctrico. Podemos decir que se trata del común impuesto de circulación tal y como lo conocemos en nuestro país. Algo cuanto menos cuestionable a la hora de justificar el impacto y el porqué de afrontar dicho pago.
En el caso de Arizona, la propuesta, también falta de aprobación en su respectivo organismo, pretende gravar el coste por kilómetro recorrido con una cuota acorde a la distancia realizada de manera anual. Esto plantearía una suma de 0.46 € por cada 100 kilómetros recorridos a final de año. Una tasa que se sumaría a los impuestos directos e indirectos de comprar nuestro vehículo, su mantenimiento, sus obligaciones como el seguro y como no, su tarifa de recarga a través de la red distribuidora.
El dilema que se nos presenta entonces es la repercusión de medidas como esta para el impulso del vehículo eléctrico. Suponiendo una extrapolación similar a nuestro país, poco bien haría el adoptar una medida impositiva de esta índole a las ventas de este tipo de vehículos, más si cabe, conociendo el recelo que existe ante sus faltas de prestaciones en comparación con los sistemas de propulsión convencionales.
¿Y por qué no convertirse en un país sobreproductor de electricidad?
A priori, la solución más lógica a la par que menos probable, ¿Y por qué?, por la más que cuestionable política energética de nuestro país. Sin entrar en cuestionar ciertos aspectos como la política en energía nuclear, o el no menos espinoso tema de las renovables, la dependencia energética que ahora no existe a la hora de hablar de producción de electricidad, podría convertirse en un problema a la hora de impulsar la movilidad eléctrica a una mayor escala.
La mejor idea imaginable pasaría por convertirse en una potencia productora como lo son ahora los países explotadores de sus reservas de crudo, a grandes rasgos hablaríamos de similares porcentajes de demanda al cabo de unos años, y dicha demanda no haría más que crecer con el transcurso del tiempo teniendo en cuenta el déficit de los paises emergentes. Una oportunidad así podría ofrecer grandes beneficios en materia de exportación, a la par que un abaratamiento de la tarifa para nosotros los españoles.
Los últimos informes de Red Eléctrica de España (REE), colocan a España como un país con producción positiva en 2010 por primera vez desde 1979, convirtiéndose en un país exportador de electricidad a sus vecinos más directos como son: Francia, Portugal y Marruecos. Algo que parecía imposible según ciertos rumores y leyendas urbanas, pero que según los últimos datos conocidos, se trata de un hecho real al emitir un balance final.
La posibilidad de focalizar la inversión en uno mismo
Y es aquí donde se puede colocar el punto y final sobre la adición de tasas e impuestos. La oportunidad que brinda para reinvertir el dinero en el propio país, en lugar de tener que ser invertido en países exteriores y actuales productores de petróleo y generadores de tensiones a nivel internacional.
Bajo un marco donde el país es capaz de satisfacer su propia demanda energética, sino más, la posibilidad de reinvertir la recaudación en infraestructuras y la creación de mejores sistemas de producción, podría formar un circulo vicioso de amplios beneficios a modo de producto interior. De nuevo una oportunidad de mejorar sin ninguna necesidad de dependencia, algo tan posible como utópico sin una transparencia real de donde va a parar cada céntimo.
No se trata de un llamamiento al rechazo de los impuestos, ni siquiera pretendo abogar a su puesta en firme en nuestro país, tan solo se trata de una mirada alrededor de las posibilidades que puede ofrecer la nueva oportunidad de mercado que se nos brinda. No creo que resulte una locura el focalizar la industria en la producción de energía, más si cabe, cuando se pretende protagonizar uno de los mayores despliegues en materia de energías renovables a medio-largo plazo, y España adolece de un grave déficit en creación y explotación de sectores industriales.
Cada vez tengo más presente que la electricidad se está convirtiendo en el preciado bien que todos necesitan, ciertas voces hablan ya de la era post-petróleo. Capaz de ralentizar el crecimiento de un país, e incluso capaz de impedir que este salga a flote cuando sufre cualquier tipo de eventualidad. La cuestión queda sobre la mesa, y en mi opinión, si debe haber impuestos sobre la propulsión eléctrica, que estos sean para garantizar la no dependencia externa, mientras que los impuestos exclusivos ligados a su tarificación, sirvan para ser reinvertidos en mejores prestaciones, capacidades y posibilidades.
Fuente: FCE | Elmundo.es | Wikipedia
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