Los coches eléctricos que circulan en China, los mismos que el gobierno de aquel país promociona con fervor, podrían estar generando más polución que sus homólogos de gasolina según un estudio de la Universidad de Tennessee centrado en la emisión de partículas tóxicas a la atmósfera.
El estudio se refiere al caso concreto de China, porque es allí donde los vehículos eléctricos están encontrando más impulso gubernamental, al tiempo que es uno de los países con más concentración de centrales térmicas, que acumulan hasta un 85% de la generación eléctrica, siendo el 90% de éstas de carbón. Veamos lo que pasa en este caso extremo de generación energética contaminante.
La vieja discusión acerca de si los coches eléctricos reducen realmente la contaminación atmosférica o simplemente la trasladan de lugar encuentra en este estudio un nuevo capítulo, pues las emisiones de un coche eléctrico se producen allí donde se genera la electricidad que lo mueve.
Teniendo en cuenta el mix energético chino, basado mayoritariamente en carbón, la emisión inicial de partículas a la atmósfera resulta ser mucho mayor por kilómetro recorrido que las de un coche de gasolina. No obstante, puesto que estas emisiones se producen lejos de los centros urbanos y teniendo en cuenta que estas partículas tienden a depositarse en el suelo relativamente rápido, los grandes centros poblacionales no llegan a respirar más que una parte de esas emisiones, que sí inciden mucho más en el medio rural.
Pues bien, aún a pesar de este atenuante y siempre según el mismo estudio, la incidencia negativa en la salud de los chinos es mayor para un coche eléctrico que para un gasolina. Concretamente, el coche eléctrico se sitúa empatado con el autobús diésel y por delante del coche diésel (centrándonos siempre en emisión de partículas). La reina del estudio resultó ser la bicicleta eléctrica, como era previsible.
La conclusión que podríamos sacar, sin cuestionar la bondad de los análisis y datos manejados, sería que el vehículo eléctrico es una forma óptima de utilización de energías renovables pero, ante un mix de generación extremadamente contaminante, puede llegar a ser incluso peor que quemar gasolina directamente en motores de combustión, al menos en lo que respecta a la emisión de partículas a la atmósfera (en ningún caso se habla de CO2, podemos concluir que por ese lado no hay dudas).
Aprovechando el caso concreto de la bicicleta eléctrica, me atrevo también a sacar otra conclusión importante, pues es el medio que sale mejor parado en este análisis a pesar de beber de la misma fuente que el coche eléctrico. La conclusión sería que la liviandad y simplicidad de una bicicleta, combinada con un elevado porcentaje de tracción humana a los mandos, son la receta perfecta para no contaminar. Cuando añadimos todo lo que implica un coche, la receta empieza a no funcionar tan bien, aunque sea a baterías.
Simplicidad, simplicidad, simplicidad… y energías renovables, la receta para el transporte urbano del futuro.
Fotos: Flickr de Yacobusan
Fuente: University of Tennessee
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