Difícilmente nos preocuparemos de desmontar un faro a menos que se nos haya fundido una bombilla o la cúpula transparente se haya fracturado un pequeño choque o el impacto de una piedra proyectada por un camión. Pero lo crean o no, una de las razones más importantes por las cuales cuando compramos nuestro nuevo y flamante coche iluminaba tan bien, y años después y como dirían en mi tierra «no vemos tres en un burro» cuando viajamos de noche, es precisamente el deterioro que sufren las ópticas del faro. Esto se debe al propio paso del tiempo, la exposición a condiciones meteorológicas extremas y al impacto de pedacitos de grava que si bien no llegan a romperlo, sí que producen pequeños arañazos que difuminan la luz.
Adquirir dos faros completos y nuevos no es nada barato, aunque sí recomendable. Es por eso que algunos talleres especializados y el servicio de post-venta de ciertas marcas ofrecen una técnica de lijado y barnizado para tratar el policarbonato de la óptica del faro para reducir su opacidad y recuperar de nuevo la transparencia que tenía cuando lo sacamos del concesionario.
Algunos profesionales recomiendan la sustitución o reparación del faro cada 100.000 kilómetros. Otra de las razones por las que el haz de luz puede perder fuerza y distancia de alumbrado es el desgaste del filamento de las bombillas. Aunque no se fundan también se recomienda la sustitución de la bombilla (no hablamos de xenon ni de halógenas o LED, cuyo mantenimiento es diferente) se debería realizar cada 50 o 60.000 kilómetros.
Tras comprobar in situ el trabajo de restauración de faros he podido quedar muy gratamente sorprendido con el resultado. Incluso un faro con muchos años y kilómetros de servicio en carretera, puede quedar como nuevo en cuestión de unos minutos tras un tratamiento de reparación.
Si estás interesado en ello lo mejor es que lo consultes en tu taller de confianza. El precio de una restauración de ambos faros puede oscilar entre los 40 y 100€.
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