El tema de la conducción autónoma de Google ha hecho correr ya ríos de tinta, y hará correr muchos más si llega a materializarse. Es difícil evaluar el cambio que implicaría en la vida diaria de los países industrializados la posibilidad de que los coches se condujesen solos. Esta posibilidad parece estar a la vuelta de la esquina desde un punto de vista técnico pero, al mismo tiempo, a años luz desde un punto de vista legal. Veamos por qué.
Uno de los problemas que habrán de resolverse para que sea posible la conducción automatizada es su incompatibilidad con las normativas actuales. En principio, para poder circular, un vehículo ha de tener una homologación del Ministerio de Industria, ser acorde con el código de circulación y llevar un conductor a bordo que será, entre otras cosas, el responsable civil de los daños que pueda ocasionar.
¿Y si el coche conduce solo y vacío? El tema tiene su miga, y da mucho que pensar.
Es cierto que hace sólo unas semanas se concedían en el estado norteamericano de Nevada las primeras licencias para circular con este tipo de vehículos, pero se trata de un experimento pionero y, lo que es más importante, los tipos de Google están en fase de pruebas y van siempre dentro del coche. La idea es que esto no sea así siempre.
Dicho esto, para que un coche autónomo pudiese circular libremente por las calles de cualquier país occidental, pongamos que es España, lo primero que tendría que suceder es que el Ministerio de Industria “se lo crea”. Esto significa que sería necesaria una argumentación técnica de primer nivel para hacer verosímil la seguridad absoluta con la que podrían moverse este tipo de vehículos.
Suponiendo que esto fuese posible y que, efectivamente, el coche pasase las correspondientes pruebas de homologación (que tendrían que rediseñarse de alguna manera para comprobar la capacidad de conducción del propio coche); suponiendo que pudiese circular legalmente por las carreteras una vez incluido en toda la normativa aplicable e incluso suponiendo que las compañías aseguradoras estuviesen dispuestas a asegurar algo así, quedaría por dilucidar una duda práctica de gran calado: si el coche causa daños con un accidente ¿de quién es la culpa?
Cuando pensamos en conducción autónoma, todavía nos viene a la mente la imagen de un coche con todos los mandos necesarios para ser pilotado por un ser humano que va sentado en el puesto de conducción y se limita a soltar las manos del volante. Pero ese es sólo el estado actual de las cosas y tendría mucho sentido que el coche circulase vacío gran parte del tiempo, por ejemplo, para aparcarse después de dejarnos en la puerta de nuestro destino, o para venir a buscarnos al trabajo a la hora de salir.
Pues bien, en principio, si algo sucede, la ley necesita encontrar una persona, física o jurídica, que sea responsable. Al no intervenir humanos directamente en la acción, cabe suponer que la grabación del accidente (que quedaría inmejorablemente recogida por el propio coche) debería conducir a un examen pericial en el que se determine la causa o causas del accidente de forma concreta.
A partir de aquí, si se trata del fallo de un sensor la justicia señalaría al fabricante de esa pieza, si se trata del fallo del vehículo en sí, la justicia señalaría a la marca del coche, si se trata de una negligencia por parte del propietario, él sería el responsable y si se trata de un fallo del software que gestiona el sistema, el gran cerebro conductor de la orquesta de autómatas… todo apuntaría a Google.
Puede que finalmente no sea así, o no en todos los países, pero la lógica del derecho, ahora mismo, nos dice que esta trazabilidad ascendente de las causas hasta llegar al responsable sería la única vía de solución legal de semejante problema. Posiblemente, el sistema sea prácticamente perfecto si llega a comercializarse y lo más probable es que evite miles de accidentes en lugar de causarlos. Pero alguno sin duda habrá y esto es tanto más probable cuantos más coches autónomos circulen por el mundo.
Lo que nos lleva a una última conclusión: la póliza de responsabilidad civil de Google va a necesitar muchos ceros para poner en marcha tan colosal cambio en la circulación rodada, al menos si pretende, como cabe suponer, lanzarlo a escala planetaria.
Agradecimientos: JLC por su impagable asesoría legal, en este y otros temas.
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