Todo un mundo nuevo el de la conducción autónoma. Los efectos secundarios de la posible conducción de nuestros vehículos por sí mismos son tantos y de tal calado, que cada vez que le damos una vuelta más al tema, salen ángulos nuevos desde los que aún no ha sido analizado. Hoy toca intentar dilucidar cómo aprenderemos a dejar de conducir.
Así es. La transición hacia la conducción autónoma no será tan simple e inmediata como sentarse detrás del volante un día y dejar que el coche haga absolutamente todo, sino que será un proceso gradual de «cesión de competencias». Pues bien, en un reciente estudio del Instituto de Tecnología del Transporte de Virginia (VTTI) han llegado a la conclusión de que, en el momento en que un coche incorpora control de velocidad adaptativo y la capacidad de mantenerse en el carril, es necesario incorporar un tercer elemento: la monitorización del conductor para saber si sigue atento o se ha puesto a hacer otra cosa… ¡hay que ver cómo somos!
El objetivo del estudio, realizado sobre la tecnología Super Cruise de Cadillac y con la colaboración del gobierno federal americano, era averiguar cuál sería el comportamiento de los conductores a los mandos de un coche semi-autónomo, una vez costumbrados al mantenimiento automático de velocidad, carril y distancia con el vehículo precedente.
Parece ser que las distintas personas que probaron el sistema eran capaces de captar e interiorizar rápidamente sus posibilidades, pero no sucedía lo mismo con sus limitaciones. Esto significa que, una vez entendido que el coche seguiría al vehículo precedente a distancia constante, simplemente se desentendían.
En palabras del responsable del estudio «Los usuarios se acomodan al sistema, pero olvidan que está funcionando». Los actuales sistemas de control de velocidad adaptativo con mantenimiento de carril son capaces de mantener una velocidad constante con el vehículo centrado entre las líneas pintadas en el asfalto, pero no esquivarán un obstáculo inesperado como una rueda o un animal que se cruza. Requieren, por tanto, la supervisión del conductor en todo momento.
Al hilo de todo esto, se me ocurren un par de reflexiones sobre la transición a la conducción autónoma. La primera es que, aunque el automatismo total promete una reducción drástica de los accidentes de tráfico, es posible que el camino hasta ese destino ideal sea algo más tortuoso de lo que pudiese parecer y más vale que los fabricantes lo tengan muy en cuenta a la hora de poner ante nosotros sistemas capaces de hacer sólo una parte de las tareas, pero no todas. De momento, parece que está siendo así.
Por último (en un tono mucho más doméstico) en mi casa, la tapa del váter cuenta con un cierre amortiguado, de forma que con un leve impulso manual en su punto más alto de apertura, se cierra lentamente y sin hacer ruido. Funciona muy bien, pero cuando tengo que hacer la misma operación fuera de casa, donde muchas veces el mecanismo no existe, tiendo a estampar las tapas de los váteres ajenos con un ruido ensordecedor.
Digo yo que, si conduzco un coche con control adaptativo de velocidad y mantenimiento de carril durante el tiempo suficiente para acostumbrarme del todo, es posible que si un día he de conducir otro que sólo tenga un programador de velocidad clásico, en un primer momento, tal vez tienda a dejarlo chocar con el vehículo precedente confiando en que va a frenar solo, con el consiguiente frenazo en el último instante, simplemente por costumbre.
Como mínimo, suena peligroso… cuidado con la psicología humana y su capacidad (limitada) de adaptación.
Fuente: Wired
En Tecmovia: Cadillac Super Cruise: conducción semi-autónoma como equipamiento de serie