Son tantas las veces que os hemos hablado de conducción autónoma, y tan importantes los casos de éxito en las primeras pruebas que se han realizado en circuito cerrado o incluso en carreteras públicas, que ya damos por hecho que en un futuro muy cercano será viable y común que nuestro automóvil conduzca por nosotros. Pero lo cierto es que de una forma u otra, de un tiempo a esta parte el conductor ha ido delegando funciones y responsabilidades en una máquina fría y sin sentimientos, pero avanzada y precisa, para que su conducción requiera cada vez menos habilidades y dependa en mayor medida de los automatismos del coche.
Probablemente una aproximación inicial fuera con mi primer contacto con una caja de cambios automática. No obstante iré un paso más allá y recordaré la primera vez que tuve entre manos un automóvil con un control de crucero adaptativo. No hace tantos años, pero desde entonces esta tecnología se ha popularizado tanto que ha pasado de estar presente únicamente en vehículos de lujo y de gama alta como el SUV de Infiniti en que lo probé en aquella ocasión, a ser un extra opcional y asequible en casi todos los últimos compactos que se han presentado en los últimos meses.
Los atascos, menos estresantes con un control de crucero adaptativo
Por prudencia un control de crucero adaptativo requiere toda la atención posible del conductor, no sólo para dirigir el volante, sino también por que la tecnología por muy efectiva que sea no es perfecta y ante un imprevisto no siempre nos salvará de un accidente. Probablemente lo más sorprendente para mí en el caso del Infiniti, fue enfrentarme a un embotellamiento en las carreteras de circunvalación de Madrid. Delegar en el control adaptativo y el cambio automático la clásica acción de: engranar marcha, soltar embrague, acelerar, volver a frenar y esperar a que el vehículo de delante iniciase la marcha de nuevo.
Todas estas acciones las puede llevar a cabo perfectamente un control de crucero adaptativo, sin demasiada supervisión por parte del conductor si el atasco en la carretera es tan importante como el que yo encontré en aquella ocasión. Mientras tanto nosotros podríamos estar leyendo el periódico, atendiendo emails o leyendo Tecmovia desde nuestro tablet.
¿Llegará un futuro en el que tan sólo conduzcamos por placer? ¿Delegaremos los aburridos y estresantes trayectos cotidianos a un ordenador?
Mira mamá: aparco sin manos
Perdonadme por mi mala memoria, pero exactamente no recuerdo cual fue el primer automóvil que probé dotado de alguna tecnología de parking automático, pudo ser Ford o Volkswagen, pero es un detalle no tan interesante en tanto la mayoría de sistemas tienen un funcionamiento muy similar. Muchos amigos y familiares aún siguen sorprendiéndose cuando les presento un coche capaz de aparcar sin manos y prometerles que serán más efectivos aparcando que cualquiera que trate de hacerlo manualmente.
Lo que para muchos es una tediosa labor para calcular distancias y ángulos de entrada y dejar el vehículo bien alineado, se reduce a una mera acción de embrague, acelerador, freno y cambio – o únicamente acelerador y freno en un automático – siguiendo las indicaciones de un ordenador que calcula por nosotros las maniobras que debemos realizar. No obstante esta tecnología sigue teniendo un problema importante, y es que todos los sistemas que he probado hasta el momento requieren de un espacio que en ocasiones parece excesivamente grande, limitando en gran medida la practicidad de este sistema en ciudades congestionadas en las que a veces es necesario aparcar en lugares extremadamente angostos.
El coche que impide que nos salgamos de nuestro carril
Recientemente tenía una nueva experiencia cercana a la conducción autónoma, aunque no tanto. Tuve ocasión de probar en profundidad un Ford Focus equipado con avisador de cambio involuntario de carril. Su funcionamiento es configurable con varios niveles de precisión y actuación en caso de riesgo eminente. Pero lo mejor de todo es la posibilidad de permitir que el vehículo recupere automáticamente la trayectoria sin que el conductor se lo ordene girando el volante.
Obviamente no es un sistema tan efectivo como para evitar una salida de vía, en la mayoría de los casos, pero sí como para recolocar nuestro vehículo cuando nos desviamos ligeramente de nuestro carril. El sistema actúa sobre el control de estabilidad para frenar muy ligeramente las ruedas de uno de los lados del coche propiciando una pequeña corrección de la trayectoria.
En fin, me resultó sublime, aunque un poco estremecedor, que en una situación como esta el coche fuera capaz de decidir por mí que era lo mejor para evitar un accidente y me recolocase en mi carril. No obstante, cumpliendo a rajatabla la segunda de las Tres leyes de la robótica de Asimov, este «robot» siempre obedece nuestras órdenes y hará que prevalezca las instrucciones que el conductor envíe mediante el volante.
¿Estarías dispuesto a contarnos tus experiencias cercanas a la conducción autónoma?
Fotografías: Infiniti | David Villarreal
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