La Comisión Europea ha dado un paso atrás en su política de biocombustibles para limitar hasta el 5% la entrada de este tipo de combustibles que provengan de tierras de cultivo. La medida pretende arrojar un respiro al problema tan sumamente grave que se está viviendo con la escalada de precios de los alimentos que está motivada por la transformación de los cultivos, antes dedicados a labores de alimentación, y ahora convertidos en plantaciones para la generación de combustibles «más ecológicos».
Amparados en una constatable subida del precio de los alimentos básicos como el maíz desde que los biocombustibles irrumpieron como medida para limitar las emisiones de CO2 de grandes territorios como Europa o EE.UU., países sub-desarrollados han visto multiplicar por varias veces el precio de las semillas y alimentos básicos íntimamente relacionados con la producción mundial de biocombustibles.
Biocombustibles Vs Alimentos básicos
Este hecho, denunciado de forma reiterado como una realidad más que tangible, ha llegado a cotas de extrema preocupación para países que en la actualidad han llegado a elevar alarmantemente las tasas de mortalidad motivadas por la reducción del acceso a alimentos básicos. Además este hecho provoca un mal mayor promoviendo una cadena de repercusiones que lastran la producción mundial tanto para alimentación humana como para el ganado. Y a partir de aquí, suma y sigue…
Sin que haga falta recurrir a la calculadora, reconvertir los cultivos dedicados a la alimentación en generadores de energía provoca una caída en el margen de producción que, desgraciadamente, implica una caída súbita de la oferta ante una subida constante de la demanda. ¿El resultado? Un precio de venta que se eleva hasta llegar a factores geométricos en países sub-desarrollados, repercutiendo en todo aquello que guarda relación con la producción de alimentos básicos como el Maíz, la Soja, o el Azúcar.
Es por ello por lo que, tras numerosas protestas por parte de organismos, asociaciones y ONG’s, la Comisión Europea ha decidido rectificar el objetivo propuesto para 2020 de emplear en toda la Unión Europea un margen del 10% en biocombustibles. A partir de este momento, se incluye una modificación que establece que solo el 5% de este uso mínimo podrá corresponder a biocombustibles procedentes de tierras de cultivo, excluyendo de las subvenciones a todos los biocombustibles cuyo origen no sean los desechos, las algas o la paja.
Una oportunidad perdida para hablar de soluciones de futuro
Es por tanto una medida controvertida que se queda a medio camino de una solución total. La demanda energética proveniente del transporte rodado en Europa supone el 25% del consumo energético global de la UE, lo que sigue suponiendo un alarmante gasto en biocombustibles procedentes de las tierras de cultivo.
Por otro lado se ha tratado sobre el desarrollo de nuevos métodos de elaboración de biocombustibles como la solución a este problema, pero desde el propio organismo no se ha mostrado mayor interés que la visión obvia de que se necesita un gran impulso para llevar a la realidad estas alternativas de producción.
Hablamos de un problema de emisiones que está buscando una solución a partir de otro problema cuyas dimensiones son difíciles de cuantificar por sus altas dimensiones y gravedad. La actualidad está demostrando que existen posibilidades y vías de investigación como los combustibles sintéticos propuestos por Audi a partir de microorganismos, pero mientras el sector dedicado al cultivo de cereales siga viendo respaldada esta acción en forma de subvenciones para la producción para combustibles, es difícil imaginar que el cultivo de alimentos se conviertan en una forma rentable de ver la tierra.
Fuente: El País
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