Tras desgranar las previsiones demográficas para los próximos 40 años y las consecuentes propuestas de movilidad que deberían deducirse de ellas, llegamos hoy a la tercera parte del análisis del reciente estudio realizado por BMW i y la Universidad de Nueva York, para desgranar una primera serie de previsiones razonables acerca del futuro inmediato de la movilidad.
Las líneas fundamentales de evolución del automóvil en las próximas décadas vendrán de la mano de dos factores fundamentales: por un lado, los cambios tecnológicos en sistemas de propulsión y control (aprovechamiento y almacenamiento de energía eléctrica, conducción por cable) de la que nos ocuparemos en el presente artículo y por otro, la revolución de las comunicaciones aplicadas al transporte, que transformarán el vehículo actualmente aislado en el nodo de una gigantesca red de intercambio de información en tiempo real, del que nos ocuparemos en el cuarto y último.
Evolución hasta hoy, revolución a partir de mañana
El automóvil actual responde esencialmente al mismo concepto que hace 100 años, al menos en las características esenciales que lo definen como máquina de transporte. La evolución tecnológica ha sido brutal en ese tiempo, pero los coches siguen quemando gasolina, siguen siendo conducidos por personas a través de controles mecánicos, siguen pudiendo circular cientos de kilómetros sin repostar a velocidades muy elevadas y siguen manteniendo la capacidad de llevar a cuatro o cinco personas, casi sin excepción.
Llegados a este punto de la historia en el que las exigencias medioambientales y demográficas introducen una importantísima presión sobre el automóvil, es obligado replantearse su diseño prácticamente desde cero.
Nuevos sistemas de propulsión y control: la revolución del diseño
En lo que respecta a los sistemas de propulsión, parece evidente que la primera necesidad es dejar de quemar combustibles fósiles en cada vehículo. Siendo el motor eléctrico superior en todo al motor de combustión, se diría que no queda otra salida que avanzar hacia una propulsión puramente eléctrica, aun a costa de renunciar a autonomía (al menos en primera instancia). La propulsión eléctrica es el futuro, sólo falta por saber cual es el plazo de ese futuro.
Por lo que respecta a los sistemas de control, los sistemas mecánicos ya están dando paso a sistemas de control electrónico, en los que los mandos no están conectados físicamente a los componentes móviles, sino que generan señales electrónicas para que el vehículo las gestione. La eliminación de la columna de dirección completa, remplazada por cables y un volante «de videojuego» que gestiona la actuación de motores eléctricos que giren físicamente las ruedas podría ser el ejemplo paradigmático.
Lo que introducen estos sistemas de control por cable es simplicidad y ahorro de costes, piezas, espacio y masa desplazada. Su efecto en el diseño final de un automóvil es mucho mayor de lo que podría parecer a primera vista, y las posibilidades de diseño que se abren son realmente colosales, aunque pudiese interpretarse como una posibilidad de mejora tan solo marginal.
La propulsión eléctrica, a su vez, elimina de un plumazo el embrague, la caja de cambios, prácticamente toda la transmisión, refrigeración, sistema de escape, motor de arranque, aceite… para remplazarlos por un pack de baterías de forma, tamaño y ubicación fexibles y uno o varios pequeños motores eléctricos. Todo ello combinado con el control por cable de todas las funciones del vehículo permite redefinir la forma y tamaño de un coche en busca de un nuevo paradigma de transporte.
Toda esa reducción de componentes hacen al vehículo del futuro mucho más ligero (a pesar de las baterías) y esta liviandad combinada con la eficiencia de un motor eléctrico (más que duplica la eficiencia de una máquina térmica) abre la puerta a la fabricación de coches mucho, mucho más eficientes que los actuales, especialmente en formato monoplaza o biplaza y exclusivamente urbano. Las tendencias demográficas apuntan, precisamente, a esa forma de transporte como la más importante en el futuro, muy por encima del vehículo «familiar para viajar» actual.
Por supuesto, una vez que circunscribimos el ámbito de actuación a la ciudad, factores como la autonomía o la velocidad máxima (los actuales puntos flacos del coche eléctrico) pasan a ser casi irrelevantes. Pequeño tamaño, nula contaminación y máxima eficiencia son las verdaderas claves en ese terreno de juego, y la propulsión eléctrica es casi la única respuesta convincente.
Eliminar todo lo que hay en el capó, las plazas traseras y saber que apenas llevaremos equipaje puede reducir la longitud, el peso y el coste de un coche a una fracción de los actuales vehículos, al tiempo que mejora radicalmente la eficiencia energética incluso del transporte colectivo actual.
Y por ahí van los tiros.
Fuente: Green Car Congress | BMW
En Tecmovia: Movilidad urbana según BMW i & NY University (I): población más urbana, más sola y más mayor | Movilidad urbana según BMW i & NY University (II): nuevas formas de transporte para nuevas realidades