En un momento donde la propulsión eléctrica y los híbridos enchufables comienzan a ser vehículos reales más allá de expositores y concesionarios, es hora de conocer dónde reside la esperanza de la red para soportar el teórico despegue de la propulsión eléctrica a baterías. La red inteligente llegará como la fórmula más capaz para hablar de gestión energética, pero la demanda crecerá y crecerá y crecerá…
Es por ello por lo que al amparo de la propulsión eléctrica estamos conociendo de la llegada de protocolos de conexión y comunicación entre vehículos e infraestructuras. No, no hablamos de comunicación a pequeña escala, sino que hablamos de comunicación entre nuestro futuro vehículo y la red de suministro de energía en toda su magnitud. Motivo por lo que se necesita de un protocolo capaz de adecuar la cesión de energía en un sentido bidireccional en función de las necesidades de la red o del usuario.
Pásame un par de kWh del Prius que papá ha puesto el home cinema
El concepto que fomenta el protocolo Vehicle-2-Grid es la posibilidad de convertir a un parque de vehículos eléctricos en partes individuales de una gran almacén de energía, un sistema colectivo que será aprovechado en sus largos tiempos de inactividad para paliar los picos de demanda energética que se producen a lo largo del día.
Los vehículos dotados de protocolo V2G serán capaces de recargarse a través de cualquier conexión, volcando la energía acumulada nuevamente a la red, siempre y cuando esta red demande dicha energía por tratarse de una necesidad puntual. Los pormenores, claro está, son muchos, siendo el concepto de compra-venta la parte más espinosa de todo este asunto.
Las compañías eléctricas impulsarán la tarifa con discriminación horaria para poder ofrecer periodos como la noche a atractivos precios, asegurando el soporte del suministro al no tratarse de una franja horaria con consumidores excesivos. Una vez llegue el día, el vehículo estará cargado, momento en el cual el sistema seguirá conectado, pero en caso de demanda por parte de la red, el vehículo podrá volcar parte de la energía almacenada para ser vendida a un precio «x».
¿Y si no quiero ceder mi energía almacenada?
Del lado altruista de este protocolo encontramos la base que impulsó su creación: el suministro de energía en situaciones de emergencia. Un momento donde los 12, 18 o 24 kWh de nuestra batería pueden ofrecer un importante salvavidas para mantener encendida la nevera de nuestra casa u otros aparatos eléctricos de extrema necesidad según el caso.
Por el momento se trata de un estándar llevado a la práctica pero falto de definición en su aplicación, pues del lado de las compañías eléctricas poco más se hace ver sobre el V2G más allá de su necesidad en un futuro a largo plazo.
La microgeneración eléctrica es otra de las esperanzas que lleva asociada la implantación de las redes V2G, pues bajo el empleo de energías renovables en nuestro hogar para recargar nuestra batería, la posterior venta de la misma puede llegar a ser incluso rentable. Sin embargo, huelga decir que las dudas con respecto a la aplicación del estándar V2G más allá del concepto, son tan grandes como sus posibilidades.
¿Cómo verá el usuario la cesión de energía desde el acumulador de su vehículo?
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