Por si organizar y hacer útil toda la información del mundo no fuese una tarea suficientemente compleja, Google se ha propuesto desde hace algunos años convertir el propio mundo en información organizada y útil. Desde la llegada de Google Streer View (visión real captada por cámaras que circulan a pie de calle) Google Maps dejó de ser un sistema cartográfico basado en imágenes de satélite y empezó a ser el mundo mismo digitalizado. Pues bien, resulta que es mucho más que eso.
La ingente cantidad de información necesaria para dar una ruta precisa y acertada entre dos puntos no se obtiene, ni de lejos, a partir de una imagen de satélite superpuesta a la cartografía tradicional. Esa información está a pie de calle, en señales de tráfico, en glorietas, en barreras físicas que se interponen en el camino y en direcciones prohibidas de circulación. Pero Google Maps funciona realmente bien, así que… ¿cómo lo hacen?
Además de superponer imágenes de satélite con cartografía digital (lo que resulta obvio), la clave de Google Maps está, como no podía ser de otra manera, en la correcta gestión de una ingente cantidad de información. Hablamos de un tipo de información que nunca hasta ahora había salido en ningún mapa, al menos no de forma tan completa y perfecta: la información a ras de suelo, lo que Google denomina «Ground Truth» (la verdad desde el suelo).
Todo comienza con la decisión de Google de poner a circular una inmensa flota de coches equipados con cámaras por todas las vías circulables del mundo a las que pueden tener acceso. Son los coches de Google Street View. En principio, tan sólo se trata de facilitar al usuario la localización de lugares mostrando sitios reales al alcance de un click, como si estuviesen allí realmente con una visión 360o desde el punto elegido. La potencia de este servicio es formidable, pero pronto se dieron cuenta de que podría ser todavía mucho mayor.
En cada trayecto de un Google Car se generan dos tipos de información relevante: por un lado, la ruta en sí puede tomarse como un camino confirmado y válido en cuanto a direcciones y sentidos de circulación; por otro, las imágenes generadas por las cámaras de 360o contienen todo lo que vería un ser humano al pasar por allí: semáforos, señales, rótulos, números, líneas, flechas, pasos de cebra, aceras… en definitiva, el mundo real con todo detalle.
A partir de aquí y utilizando complejos algoritmos de tratamiento de imágenes, Google es capaz de identificar miles de «códigos visuales» como logotipos de marcas, señales de tráfico y un largo etcétera de elementos. Es una especie de OCR, pero a lo bestia. Con todo, ni siquiera esto es suficiente.
Parece mentira la cantidad de matices que podemos llegar a procesar en nuestro cerebro a partir de lo que vemos, pero esos matices son, por el momento, no del todo interpretables por ningún algoritmo programable. La solución que Google pone sobre la mesa, en su digitalización de la superficie circulable de la tierra, no es otra que un ejército de «masajeadores de datos» que pasan sus horas visionando las imágenes de los coches y traduciéndolas manualmente hasta el mínimo detalle en información útil para Google Maps. Son personas viendo vídeos e interpretándolos como personas, esa es la clave.
Por supuesto, no conviene menospreciar la inestimable ayuda de los «clientes» de Google Maps, que reportan miles de incidencias diarias con respecto a la exactitud de los mapas, con detalles como el cierre de negocios, los cambios de sentido de las calles, las nuevas infraestructuras y un largo etcétera. La gentes se molesta en corregir los mapas, ayudando a Google desinteresadamente.
Con respecto a la potencia y proyección de este colosal proyecto, podríamos quedarnos con una vertiente casi filosófica de digitalización completa del mundo. En este sentido, Google Maps estaría cerrando el círculo que conecta el mundo off-line y on-line, superponiendo uno sobre el otro en una representación exacta y precisa, casi se diría que definitiva.
Existe otra vertiente menos filosófica pero probablemente más importante para Google, que es la ventaja competitiva que está generando en el terreno de la geolocalización. Desde el momento en que nos conectamos desde cualquier lugar a través de nuestro teléfono móvil y el teléfono sabe dónde estamos, la geolocalización de usuarios se convierte en un elemento crítico para poder prestar determinados servicios en clave local (desde localizar una gasolinera o un peluquero hasta pedir un taxi).
Y llegamos al negocio basado en la geolocalización, a su conexión evidente con la movilidad presente y futura, con un campo infinito de servicios posibles basados en la posición del usuario y a la clara y contundente ventaja competitiva que está generando Google frente a cualquier otra compañía que quiera meterse en este complejo terreno.
Internet móvil pide a gritos un posicionamiento detallado y preciso, dentro de una representación detallada y precisa del mundo real. Google Maps lleva años construyéndolo y, por tanto, años de ventaja frente a quien se atreva a intentarlo. Apple, posiblemente el rival a batir en sistemas operativos móviles, tiene su propio sistema cartográfico para iOS; a juzgar por las críticas publicadas, la distancia es muy grande en favor de Google Maps.
De todo lo anterior creo que cabe concluir que Google va muy por delante en el elemento clave para el futuro de Internet. Desde luego, no es la primera vez.
Via: The Verge
Fuente: The Atlantic
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