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Por qué no tendremos un Defender eléctrico (pero nos encantaría)

En este Salón de Ginebra Land Rover nos ha sorprendido presentando algo que jamás pensamos que veríamos: Un Defender eléctrico. El Land Rover Defender, junto con su primo americano el Jeep Wrangler, es el último de una rara especie de todoterrenos que representan otra manera de entender el mundo y proceden de un tiempo en el que la sociedad era diferente.

Mientras los más «asfálticos» SUV se adaptan a los tiempos modernos con mecánicas híbridas o eléctricas, estos tipos duros parecen al margen de las nuevas tecnologías

La progresiva «urbanización» del planeta y el auge de la conciencia medioambiental han ido arrinconando a estas viejas glorias de la escalada. Mientras los más «asfálticos» SUV se adaptan a los tiempos modernos con mecánicas híbridas o incluso eléctricas, estos tipos duros, por las exigencias de su condición, parecen al margen de las nuevas tecnologías. Antes que el Defender, Jeep también presentó un Wrangler eléctrico en 2008 pero parece que ni uno ni otro tendrán continuidad… ¿Podran estos viejos rockeros hacerse eléctricos algún día? Lo más probable es que no, pero lo que podrían aportar las mecánicas eléctricas a estos coches tiene aspectos muy positivos…

Cuestión de Genes

El viejo Land Rover es un dinosaurio que por sus características se ha quedado prácticamente sólo en la industria del automóvil. Nació en 1948 cuando los hermanos Wilks, decidieron adaptar y mejorar un Jeep Willys del ejército americano para un uso civil y eminentemente agrícola. La clave de su éxito era una robusta estructura de doble viga de la que colgaban dos ejes rígidos y que le proporcionaba una gran altura libre al suelo. Sus largos recorridos de suspensión permitían que el vehículo transitase por los terrenos rotos para los que estaba pensado sin que sus ruedas perdiesen contacto con el suelo y garantizando así la tracción. En la transmisión el elemento clave fue su caja reductora, que multiplica la relación entre el giro del motor y el de las ruedas aumentando la fuerza de avance a muy baja velocidad sin forzar el embrague.

El Land Rover nació en 1948 cuando los hermanos Wilks crearon un vehículo rural y agrícola partiendo de un Jeep Willys americano

Esta capacidad para rodar por zonas de gran dificultad a baja velocidad y manteniendo sus ruedas en contacto con el suelo es lo que ha hecho del Defender una leyenda en el campo del todoterreno tanto laboral como recreativo.
Pero esta estructura muy resistente y adaptada a tratos duros tiene muchas pegas en forma de peso, torsión, escasa precisión en asfalto… Los que en su día fueron rivales, como Toyota Land Cruiser o Nissan Patrol han ido aburguesándose y abandonando esta arquitectura en favor de otras más modernas y eficientes. Incluso los coches destinados a usos más duros (Pathfinder, Montero…) han ido sustituyendo estos elementos por dispositivos electrónicos que les asisten en terrenos difíciles sin tener la servidumbre mecánica de los pesados ejes etc. Los genes de todoterreno puro han quedado casi obsoletos y limitados a poco más que el Defender, su primo lejano el Wrangler (descendiente del Jeep Willys) y el testimonial Mercedes G. Pero estos «inadaptados», una vez se encuentran en su hábitat siguen siendo la referencia.

¿Que tiene un Defender eléctrico de especial?

Ya conocemos las pegas de un todoterreno eléctrico: escasa autonomía, dependencia de una red eléctrica para la recarga o variación en el rendimiento en función del clima son las principales. Jeep solucionó en parte el problema de la autonomía con un pequeño motor de gasolina usado como generador al estilo del Chevrolet Volt, aunque sin mucha convicción. Entonces, ¿Tiene ventajas un Defender eléctrico?

La simplificación mecánica y la limpieza y silencio de uso son dos características que dan un nuevo sentido a todoterrenos puros como el Defender

Desde mi punto de vista tiene dos que no conviene desdeñar: la simplificación mecánica y la limpieza y silencio de uso.
Como en cualquier otro coche eléctrico, la sustitución del motor de combustión interna por el de electricidad supone una drástica reducción del número de piezas. En el caso de un todoterreno, eliminar la sobredimensionada caja de cambios no se traduce tanto en un aligeramiento (ya que el motor eléctrico es más pesado que el de explosión) como en una simplificación mecánica y un árbol de transmisión mucho más limpio y protegido de los obstáculos del suelo. Algo que le ayuda aún más en su función de «escalador» y reduce las posibilidades de avería.
Pero el silencio y limpieza de marcha quizá sea el principal de los aportes de esta clase de vehículos. Uno de estos todoterreno movidos por gasolina o gasoil y capaces de encaramarse a los terrenos más escarpados, emite una gran cantidad de ruido y gases por el tubo de escape que lo hacen aparatoso y sucio en el medio natural. Tanto para uso laboral como recreativo, un todoterreno eléctrico cuyo único ruido fuese el de las ruedas rozando con el suelo no sólo sería más respetuoso con el medio ambiente en su entorno inmediato, sino que rehabilitaría en parte la imagen de «depredadores» naturales que el uso inadecuado de estos coches les granjeó en los años 80 y 90.
Y aún hay una última ventaja. Si en un ámbito es particularmente útil la forma en la que un motor eléctrico entrega la potencia es precisamente al transitar por terrenos difíciles.

Si hay un ámbito donde sea especialmente útil la entrega de potencia de un motor eléctrico es transitando por terrenos difíciles

La disponibilidad de todo el par motor desde el mismo inicio del movimiento permitiría una forma de circular por terrenos rotos inalcanzable para un coche de motor convencional. No sólo por hacer desaparecer la maniobra de embrague (que los todoterreno automáticos ya eliminan) sino por la posibilidad de abordar los obstáculos a una velocidad mucho menos y regular la respuesta del coche sobre el terreno de forma mucho más precisa, haciendo que su avance sea más suave que el de un carro tirado por un caballo. Un Defender o un Wrangler eléctricos podrían ser una herramienta de trabajo envidiable, capaces de alcanzar los lugares de más dificil acceso en total silencio y sin empeorar el aire que circula a su alrededor. ¿Una utopía…?

Seres mitológicos

El Defender eléctrico será como el Unicornio: un ser fantástico del que seguiremos hablando aunque no exista. La principal razón es la economía de escala o, dicho de otra manera, para las marcas no es rentable desarrollar vehículos de estas características ya que su mercado final es escaso. El Wrangler, debido a su reconversión a vehículo de ocio, mantiene aceptables cifras de ventas al nivel del Cherokee. Pero el Defender es una anécdota en la tabla de Land Rover, oscilando entre 15 000 y 20 000 unidades anuales. Cada vez menos gente compra estos coches de primera mano y los que hay en circulación se perpetúan.

Las ventas del Defender son casi una anécdota en el total de Land Rover: entre 15 y 20 000 unidades anuales que difícilmente justifican los costes de desarrollo de una versión eléctrica

Tanto para Jeep como para Land Rover los costes de desarrollo (y posterior repercusión en la venta) de un Defender o Wrangler eléctrico plenamente funcional (y no con 80 km de autonomía) son difíciles de asumir y a duras penas encontrarían retorno económico. En pocas palabras, es mucho más rentable vender «Evoques» y mantener al Defender como un icono aunque su venta sea testimonial.
Esto no quiere decir que no tengamos en el futuro todoterrenos eléctricos súperadaptados para transitar por los territorios más hostiles. Los tendremos a partir de nuevas plataformas, seguramente mucho más ligeros y con motores acoplados a las ruedas que eliminen el pesado árbol de transmisión. Los todoterreno seguirán siendo necesarios en muchas partes del planeta por obligación o para el ocio, y los fabricantes darán respuesta a esas necesidades… aunque no tendrán la inconfundible silueta del Defender, ni probablemente la del DC100.

Fuente: Land Rover | Jeep
En Tecmovia: Land Rover Defender EV. Una versión eléctrica en Ginebra.

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Luis Miguel Ortego

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