La expresión «Movilidad sostenible» ha pasado de ser un tecnicismo a convertirse en una expresión habitual en nuestro día a día. Sin embargo tras este concepto se esconden una gran cantidad de factores y sectores (economía, medio ambiente, urbanismo, sociología, gestión pública, iniciativa privada…) cuyo ritmo es distinto y cuyos cambios no suelen ser inmediatos. Por eso la movilidad sostenible no se consigue en el supermercado en la sección de «precocinados» (léase con proyectos «milagro») sino que requiere escoger bien los ingredientes y cocer a fuego lento. Para eso, CIRCE (Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos) ha comenzado a trabajar en la implantación en España del proyecto europeo BUMP y lo hará con un programa destinado a planificar e implantar estrategias de movilidad sostenible en ciudades españolas de entre 40 000 y 350 000 habitantes.
CIRCE y el proyecto BUMP
«Movilidad sostenible» es un concepto que, especialmente en tiempo de carestía, está destinado a convertirse en un elemento clave de nuestra sociedad al igual que hoy lo es «Medio ambiente». Con la convicción de que es un objetivo trascendental, este programa surge impulsado por el proyecto europeo BUMP (Boosting Urban Mobility Plans), destinado a reforzar los planes de movilidad urbana en la Unión Europea. En el proyecto participan 9 países (que seleccionarán 36 ciudades en toda Europa, 4 por país) En conjunto, BUMP permitirá ahorrar 450 millones de litros de combustible hasta 2020, reducir entre un 10 y un 30% los gases nocivos en el aire de las ciudades, y rebajar en un 30% los accidentes mortales en ciudades.
El proyecto que CIRCE pone en marcha en España tendrá un ciclo de tres años y su principal cometido será la formación de técnicos y responsables municipales en materia de movilidad de las ciudades seleccionadas. El objetivo es conseguir que esas administraciones se nutran de herramientas que les permitan desarrollar sus propios planes de movilidad adaptados a las necesidades de cada localidad, algo que tiene más relevancia de lo que parece.
Y también será de gran importancia, como destacaba Abel Ortego, coordinador del proyecto, el hecho de que la aproximación a la movilidad sostenible no se limitará a la comparación entre medios de transporte, sino a analizar la movilidad en las ciudades como un fenómeno más complejo en el que entran muchos más factores. Al final del curso los asistentes realizarán proyectos en los que adaptar esos conocimientos a casos reales en sus ciudades, bajo la supervisión de los técnicos de CIRCE, que harán un posterior seguimiento de esos proyectos.
Algo que resulta muy atractivo de este formato es precisamente esa adaptación a cada caso. La aproximación a lo local abre las puertas a experiencias de movilidad sostenible en ciudades en las que normalmente no se abordan estas cuestiones, y también facilita que se planteen iniciativas novedosas, y no sólo la adaptación de modalidades ya testadas en otros lugares, de manera que este proyecto bien podría ser un vivero de ideas de cara a la movilidad sostenible en un entorno real. Dicho en otras palabras, quizá una experiencia como esta pueda tener como resultado alguna modalidad de transporte urbano o solución de movilidad individual que no se haya aplicado hasta ahora en otras ciudades.
El asunto de la escala
A menudo quienes nos dedicamos al análisis y la difusión de la nueva movilidad nos centramos en exceso, por diversas razones, en el escenario de los grandes proyectos en las grandes capitales del mundo. Se repiten como un mantra las proyecciones de población que apuntan a un 70% de los habitantes del planeta viviendo en grandes ciudades en 2050. Sin embargo en el presente y sobre el terreno, la realidad es a veces muy diferente. ¿Qué plan de movilidad sostenible puede requerir una ciudad de 40 000 habitantes como, por ejemplo, Teruel si la puedo atravesar caminando en 30 minutos? podríamos pensar. Que Teruel no es Barcelona, es algo evidente, pero para responder a esa pregunta vale la pena detenerse sobre algunos datos.
De los algo más de 8100 municipios que hay España, sólo 6 ciudades superan los 500 000 habitantes a día de hoy.
Todas ellas sumadas tienen unos 9 millones de habitantes (el 19% del total según el censo de 2011). La horquilla en la que el proyecto de CIRCE pone su objetivo, entre 40 000 y 350 000 habitantes, abarca 168 municipios que suman casi 17 millones de habitantes, es decir el 36% de la población española.
Esos pequeños y medianos municipios, cuyo tamaño más reducido les podría otorgar ventaja a la hora de controlar el tráfico, también tienen más complicado crear redes de transporte público eficientes y sostenibles económicamente. Las necesidades de transporte no siempre coinciden con las tendencias de las grandes ciudades, y la debilidad de las redes provinciales de transporte público hace que la proporción de coches por habitante sea igual o mayor que en las grandes ciudades, con un umbral de 12 millones de vehículos en esos 168 municipios.
Es cierto que las emisiones de CO2 de estos vehículos de las ciudades pequeñas no se concentran en una sola urbe creando polución en el aire en cantidades críticas como en Madrid el pasado verano, ni sus desplazamientos generan congestión en las grandes redes viarias del país. Sin embargo la movilidad en estas zonas también tiene una influencia sobre el medio ambiente, la economía, y la calidad de vida de los habitantes de esas ciudades, y sumados esos impactos alcanzan un volúmen que no conviene desdeñar. Por ello resulta muy importante realizar planes sostenibles en ellas: porque su tamaño los hace más manejables y porque su implantación ayudará a no cometer errores graves cuando las ciudades crezcan en el futuro.
Formación sostenible
La «Movilidad sostenible» ha pasado en pocos años de ser un concepto empleado por un puñado de técnicos a ser un casi un estado de opinión con mucha presencia en los medios.
Y como cualquier concepto que llegue a ese nivel, corre el riesgo de caer en «burbuja semántica» terminando en que con el tiempo, como pasó con los productos «verdes», nadie sepa de verdad de qué se habla. O lo que es peor, como sucede en los últimos tiempos, que la repercusión mediática de los proyectos fallidos en el campo de la movilidad sostenible (a menudo fracasados por cuestiones ajenas a lo puramente técnico) sea mucho mayor que los beneficios obtenidos en las ciudades por el trabajo diario y continuado en este campo.
«Movilidad sostenible» no es instalar un tranvía en una ciudad, ni es el bike-sharing, ni peatonalizar los centros de las ciudades. «Movilidad sostenible» es una estrategia colectiva para la racionalización del transporte y el desarrollo urbano en las ciudades, que considere el mejor balance entre operatividad, gasto energético, económico y beneficios sociales. Programas como el de CIRCE contribuirán a potenciar los análisis transversales, y a aplacar la fuerte tentación de recurrir a proyectos milagrosos (Desde tranvías de 4 kilómetros a trenes con dos pasajeros de media) que terminen volviéndose en contra de la propia idea de «Movilidad sostenible»
Fuente: CIRCE
En Tecmovia: La rentabilidad del transporte público: una nueva perspectiva | Lo que la movilidad sostenible le debe (o no) a Brasilia