«Es el primer sistema de transporte público a gran escala que la ciudad estrena en setenta y cinco años». Esas son las palabras contundentes con las que se despachaban la semana pasada los representantes del ayuntamiento de Nueva York con el alcalde Bloomberg y la responsable de transporte, Jeannete Sadik – Khan, a la cabeza. No se trataba de la inauguración de un tren aéreo, ni un tranvía de levitación magnética, sino de algo mucho más humilde: el primer sistema de «Bike – Sharing» de la Gran Manzana.
El uso de la bicicleta en las ciudades estadounidenses crece de forma constante desde hace varios años, y las autoridades de tráfico perciben que algo está empezando a cambiar en la forma en la que sus ciudadanos se desplazan. El ayuntamiento de Nueva York, al involucrarse en una iniciativa pública de este tipo, no sólo hace una apuesta con contenido político en un año electoral. No sólo ofrece una alternativa a la movilidad de «último kilómetro» en una ciudad tan extrema como esa. También coloca al «Bike – sharing» en el escaparate más observado del mundo, a los ojos de todo el planeta, y en el epicentro de la mayor factoría de difusión cultural existente. La bicicleta compartida tiene la oportunidad de alcanzar el estrellato en la cultura popular… ¿Conseguirá el Oscar?
El «CitiBike»
La ciudad de los rascacielos, la que nunca duerme, la «Metrópolis» que inspiró a Fritz Lang… la ciudad de los taxis amarillos es también desde el pasado día 27 de mayo, la de las bicis azules. El primer sistema público de «Bike – sharing» de Nueva York llega precedido de polémicas y retrasos, pero con gran expectación.
«Citibike» se implanta con un sistema similar al que «Clear Channel» aplica en algunas ciudades europeas. La empresa corre con la instalación (41 millones de dólares de inversión) y mantenimiento, y los beneficios del sistema se reparten al 50% con el ayuntamiento.
Apenas una semana después de su estreno, 6000 bicicletas están a disposición de los neoyorkinos en 300 estaciones concentradas en Manhattan, Brooklyn y parte de Queens, aunque se prevé alcanzar 10 000 bicicletas y 600 estaciones ampliando el área de acción.
El abono anual cuesta 95 dólares (más impuestos) y da derecho a usar la bicicleta durante 45 minutos, cargando 2’9 dólares más por cada 30 minutos extra añadidos. También existe la posibilidad de obtener un pase de 7 días por 25 dólares y uno de 24 horas por 10 dólares. Estas dos últimas opciones limitan el acceso de la bicicleta a sólo 30 minutos por uso, y cargan con 4 dólares cada media hora de exceso. El número de abonos anuales contratados ha pasado de 14 000 el día del estreno (27 de mayo) a 33 000 en la semana que hoy termina, muestra de la expectación que el sistema ha creado. Como dato de interés, el casco no será obligatorio para acceder el servicio, aunque las autoridades recomiendan a todos los ciclistas su uso.
Citibike ha encontrado algunos problemas a la hora de instalarse en la gran ciudad. Una parte de la población ha mostrado su rechazo a la ubicación de los aparcamientos de bicicletas (algo que se ha dado también en otras ciudades americanas). Otros aseguran que la convivencia entre ciclistas y coches será una fuente inagotable de accidentes. Sin embargo el principal contratiempo que ha sufrido no vino por parte de los ciudadanos sino de los elementos. El pasado noviembre el huracán Sandy azotaba la ciudad con tal fuerza que los almacenes donde se guardaban todas las bicicletas y los postes para poner en funcionamiento el servicio fueron zarandeados e inundados por el viento y el agua, inutilizando gran parte del material.
El «Bike – sharing» en la tierra del petróleo
Citibike no será el primer sistema de «Bike – sharing» de Estados Unidos. Washington, por ejemplo, disfruta desde hace un tiempo de su homólogo “Capital Bike” con un éxito razonable. Tampoco supondrá una reducción significativa del transporte privado en la ciudad, que ya es de por sí denso y peculiar… entonces ¿Por qué es tan relevante que haya un sistema de bici compartida en Nueva York?.
En Estados Unidos el porcentaje de personas que se desplazan a diario en medios que no sean el coche privado es minoritario, en torno al 10%. Sin embargo en los últimos 10 años el número de personas que se desplaza en bicicleta por las ciudades estadounidenses se han incrementado un 47%. Esta tendencia constante ha puesto a las autoridades y gestores públicos ante la necesidad de incorporar la bicicleta al «menú de movilidad» de sus metrópolis.
Cada vez más ciudades incorporan carril – bici a sus infraestructuras, y la propia Nueva York ha puesto en servicio 350 millas de carril bici (más de 550 km) en los últimos 5 años.
Sin embargo las ciudades estadounidenses poco tienen que ver con las compactas urbes europeas. Por eso la implantación del «Bike – sharing» en el país de las barras y estrellas no puede ser una mera operación de transplante, y menos en Nueva York, que alterna zonas de alta densidad como Manhattan y otras de gran dispersión como el sur de Queens.
Para la llegada de citibike a Nueva York se ha tomado como referencia las experiencias de otras cinco ciudades del mundo con características complementarias: Montreal y Washington en Estados Unidos, París, Toulouse y Barcelona en Europa.
De momento en los primeros 10 días de uso citibike ha superado los 120 000 usos, alcanzando varios días más de 15 000 viajes diarios con una duración media de 24 minutos y una distancia media de algo menos de 5 km. Las cifras no parecen demasiado al lado de los 40 000 usos diarios de Barcelona (con el mismo número de bicicletas), especialmente si se tiene en cuenta la población. Cuando hayan pasado unos meses podremos tener una base estadística más fiable para establecer comparaciones, pero los primeros 10 días del servicio ya demuestran una buena acogida.
La cruzada de las bicis
La importancia de la llegada de Citibike a Nueva York estriba en dos puntos clave: el refuerzo de la red de transporte público y el impacto cultural del sistema. Aunque es poco probable que el “Bike-sharing” retire muchos coches de las calles de Nueva York, su presencia puede reforzar el sistema de transporte público de la ciudad. Las bicicletas permitirán aumentar el área de influencia de las redes de metro, bus y tranvía, haciéndolas accesibles y operativas para un mayor número de habitantes.
Por otro lado, no hay que desdeñar el potencial impacto cultural de la incorporación de un nuevo medio de transporte a una ciudad tan icónica como Nueva York. Su capacidad para “crear tendencia” en otros lugares del mundo sigue siendo muy alta, y de la misma manera que el cine y la televisión divinizaron al automóvil en los años 50 y 60, el “Bike – sharing” se enfrenta a una especie de “casting” global con su llegada a la Gran Manzana.
¿Será el siguiente gran paso el «Bike – sharing» eléctrico? ¿O incluso el “Car – sharing” eléctrico?
Fuente: The Atlantic Cities | The New York Times | CitibikeNYC
Fotos: New York City Department of Transportation: Flickr NYCStreets
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