A la hora de adquirir un coche, seguro que te fijarás en que a bordo, sentado sobre el puesto del conductor, tengas a mano los controles del climatizador, un buen equipo de entretenimiento, navegador, un asiento cómodo, un volante multifunción y los elementos de confort exigibles en todo buen coche que se precie de serlo. Pero cuando tu único objetivo es batir el récord de velocidad jamás logrado por un vehículo terrestre, superar los 1.600 km/h, lo que menos te preocupará será que tu flamante smartphone sea compatible con el «manos libres» del coche.
Y es que lo que ves en estas imágenes no es otra cosa que el angosto habitáculo del espectacular Bloodhound SSC, un prototipo que está siendo desarrollado para superar la cifra mágica de 1.000 mph (unos 1.609 km/h). Un reto para la ciencia, el estado del arte de la tecnología puesto al servicio de unos intrépidos investigadores, que han debido diseñar una cabina digna de un caza de combate para un «avión» sin alas que pretende circular a velocidad supersónica sin despegar de la superficie terrestre.
Como ya habrás podido comprobar, este prototipo experimental ha renunciado a la visibilidad exterior para asegurarse de que el piloto cuenta con una visión clara y permanente de los datos más importantes que necesitará en los recorridos de ida y vuelta que se requieren para validar el récord. El proyecto Bloodhound ha optado por un volante de titanio, dos inmensos cuadros con diferentes selectores para mantener el control sobre la máquina y un sistema de tres pantallas para la telemetría.
El piloto encargado de validar el récord, Andy Green, verá sometido su cuerpo a fuerzas de hasta 2,5G en el proceso de aceleración y de 3G en la deceleración. Son fuerzas muy superiores a las que, por suerte, nos vemos sometidos a diario, pero su preparación física y el diseño del puesto de conducción serán más que suficientes para que el piloto no sufra un desmayo en plena prueba, tan solo tendrá que soportar una ligera sensación de incomodidad que se sumará a la tensión del reto que tendrá entre manos.
¿Sabías qué?
El Bloodhound SSC es capaz de generar más ruido, mecánico, aerodinámico y por contacto con el firme, que un Boeing 747 en pleno despegue.
Pero el mayor reto al que se ha enfrentado el proyecto Bloodhound en el desarrollo de este habitáculo, ha sido el de aislar y compensar las vibraciones del motor, y del bólido, por el mero hecho de circular a velocidades supersónicas. Pensad que a esa velocidad las vibraciones pueden ser tan intensas que el piloto no vería la información que le muestra la instrumentación.
Por otro lado, este «coche» es capaz de generar más ruido que un Boeing 747 en pleno despegue, por la amalgama de sonidos que se filtrarán procedentes del motor, del rozamiento con el firme y del ruido aerodinámico. El aislamiento sonoro ha sido otro de los aspectos que más se han cuidado, no solo para preservar la salud del piloto, sino también para que este pueda mantenerse permanentemente en comunicación con su equipo.
Instrumentos analógicos Rolex para elementos críticos
Entre tanta tecnología, quizás te sorprenda la presencia de dos relojes analógicos. El proyecto Bloodhound ha recurrido a la tecnología de toda la vida, a la sofisticada relojería desarrollada por Rolex, para dos indicadores que serán de vital importancia en las fases de aceleración y frenada, y por ende para validar el récord. Rolex ha sido la empresa encargada de la construcción de un velocímetro y un cronómetro muy sofisticados y precisos, también a velocidades tan altas como para poner a prueba la puesta a punto de cualquier reloj.
El primer intento de récord se llevará a cabo en Sudáfrica no antes de 2015. ¿Lograrán superar las 1.000 mph?
Fuente: The Bloodhound Project
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