Vivo en Barcelona. Conozco de primera mano los entresijos de una ciudad que está a la vanguardia europea de la movilidad urbana. La movilidad de las personas ha cambiado de manera muy sustancial en los últimos años en la Ciudad Condal, como un experimento de soluciones que podrían aplicarse en un futuro a otras ciudades del mundo. En una ciudad donde las dos ruedas prevalecen sobre las cuatro, me pregunto habitualmente si es el caldo de cultivo para la eclosión de la moto eléctrica. Lo que me lleva a plantearme otra pregunta, ¿podría ser la moto eléctrica uno de los principales pilares de la movilidad sostenible del futuro?
La movilidad sostenible pasa de la mano de la electricidad, pero también del coste
La motocicleta eléctrica tiene mucho sentido en una ciudad, es indudable. Es un medio de propulsión eficiente, rápido y divertido, sin contar el coste casi despreciable de una recarga eléctrica frente a los 10-15€ que cuesta repostar una moto urbana moderna. La autonomía no es un problema en un entorno urbano, donde prácticamente nadie recorre más de 20 km al día. Y sin embargo, aunque las ventas de la moto eléctrica crecen año tras año, sigue sin adoptarse de manera masiva en las ciudades. El problema es la dependencia del suministro eléctrico frente a la independencia que nos da el uso de la gasolina, además de la ubicuidad de lugares de repostaje.
No obstante, esta es una forma de pensamiento digna de hace unos años, y el mundo ha cambiado mucho desde entonces. Iniciativas colaborativas como Bla Bla Car son ya una realidad palpable (hace años considerada utópica) y servicios como el bicing son usados a diario por miles de personas en las ciudades que disponen de ellos. Su popularidad va de la mano de varios factores: disponibilidad inmediata, bajo coste y comodidad para el usuario, que tampoco tiene que preocuparse del mantenimiento o seguridad del vehículo una vez se aparca en su estación de destino. Imaginad por un momento un sistema similar con motos eléctricas y el futuro de la movilidad se construirá ante vuestros ojos.
Debido al elevado coste que tiene un programa así para cualquier ayuntamiento – se estima que el programa de bicing cuesta unos 20 millones de euros al año al Ayuntamiento de Barcelona – su implementación debería ser cuidadosa. Un coste demasiado alto para el ciudadano le disuadiría de su uso, un coste demasiado bajo y el programa no será económicamente sostenible. Por supuesto, habría que dotar a las ciudades de un número relativamente elevado de motocicletas compartidas y la infraestructura de recarga adecuada. El programa de E-Bicing de Barcelona de bicicletas eléctricas será uno de los primeros experimentos en movilidad eléctrica sostenible a gran escala.
Sin entrar en otras consideraciones prácticas aparte – control de la flota, implicaciones legales… – es necesario un fuerte compromiso institucional, a un nivel que claramente trascienda el del municipio. El mero hecho de crear una red de estaciones de recarga implica una inversión muy considerable y la adaptación de una infraestructura eléctrica que puede no estar preparada para esta carga extra. Estamos hablando de muchos millones de euros. Por eso un programa como el E-Bicing es tan importante, por suponer un paso intermedio entre la moto eléctrica y la bicicleta a pedales. Una prueba de viabilidad a gran escala que nos demostrará si el futuro es posible.
¿Puede funcionar? Desde luego que sí. Sistemas como el car2go de Daimler – que usa vehículos smart por el momento – se han estrenado con éxito, con más de 15.000 inscripciones en su primer mes de vida en ciudades como Turín. Las restricciones al tráfico derivadas de la polución creada en las grandes ciudades sólo harán que programas car-sharing o bike-sharing tengan cada vez más sentido. No tiene sentido gravar o restringir el tráfico contaminante sin ofrecer alternativas reales. Hay un largo camino a recorrer, y pienso que la motocicleta eléctrica jugará un papel muy importante en el futuro de la movilidad urbana, siempre y cuando vaya cogida de la mano del sector público.
BMW C Evolution, Brammo o Zero como alternativas de propulsión eléctrica de dos ruedas
Por el momento, el mercado de la moto eléctrica está en pañales, pero opino que alcanzará cifras de negocio muy superiores a las del coche eléctrico si se ponen los pilares adecuados y se crea una infraestructura de recarga adecuada. Las ofertas 100% eléctricas están creciendo día tras día, e incluso el renacer de marcas míticas como Bultaco viene de la mano de la electricidad. Uno de los primeros ejemplos de uso masivo de motocicletas eléctricas se ha dado en Barcelona, donde la Guardia Urbana del distrito del Ensanche ha empezado a usar nada menos que 30 ejemplares de la BMW C-Evolution eléctrica para sus patrullas, en régimen de leasing y en sustitución de scooter convencionales.
Motos y electricidad no significa renunciar a las prestaciones, al diseño o a la aceleración de una moto con gasolina en sus entrañas. Aunque los niveles de prestaciones con respecto a los de una superdeportiva no son comparables, motos como las Zero suponen excelentes alternativas a una naked deportiva de prestaciones medias. Las preciosas naked Zero S tienen una potencia de 54 CV y una autonomía que llega hasta los 300 km en la moto con la mayor batería de la gama. Aunque estamos limitados por una autonomía que se reduce a la mitad a velocidades constantes de autopista y un tiempo de recarga sustancial, empiezan a ser una alternativa a la moto de disfrute de combustión interna.
Fabricantes como KTM ofrecen incluso motos eléctricas de enduro y existe una amplia variedad de scooter eléctricas de diferentes fabricantes. Recordemos que el mantenimiento de una moto eléctrica se limita a poco más que neumáticos, con la electricidad jugando un papel mucho menos importante que la gasolina en el gasto operativo de la moto. ¿Creéis que la moto eléctrica es el futuro de la motocicleta en las grandes ciudades? ¿Está vuestra ciudad promocionando el uso de la movilidad eléctrica de dos ruedas? Iluminadnos.
En Tecmovia: Bultaco Brinco: reviviendo en forma de «Moto-Bike»