El pasado lunes despegó de Madrid y aterrizó en Barcelona el primer vuelo comercial en España alimentado con biocombustible. La combinación de un 25% de aceite vegetal y un 75% de queroseno convencional promete ahorrar un 20% de emisiones contaminantes.
El protagonista de la noticia, el bioqueroseno, procedía de una planta oleaginosa no comestible llamada camelina. Por su parte, el avión utilizado, un Airbus A-320 de Iberia, no ha requerido modificación alguna para tragarse su nueva bebida energética. Podemos decir que la experiencia ha sido todo un éxito y, sin lugar a dudas, dar la enhorabuena a Iberia por explorar alternativas energéticas.
Pero también, más allá de esta experiencia pionera en nuestro país, la noticia nos sirve para hacer una reflexión sobre esta alternativa en concreto e intentar tener un poco de perspectiva acerca de su viabilidad real, sus ventajas y sus inconvenientes.
Biocombustibles: algunas ideas básicas
Todo es controversia en torno a los biocombustibles. Parece obvio que un vegetal que puede plantarse y cortarse una y otra vez en la misma plantación es, por definición, una fuente de energía renovable. Durante su crecimiento, absorbe CO2, que luego devuelve a la atmósfera al quemarse en un motor. Lo que retroalimenta el ciclo es la energía solar que, mediante fotosíntesis, la planta «captura» haciendo posible cerrar el círculo energético.
Hasta aquí todo bien, gracias. ¿Cuál es el problema, entonces?
A decir verdad, existen varios, y todo depende de cómo se gestione su producción. Esencialmente existe el problema de la escala, el problema de los posibles daños colaterales y finalmente, el problema del saldo energético real.
El problema de la escala
El problema de la escala es muy sencillo: resulta fácil extraer millones de toneladas de petróleo, que el planeta ha tardado millones de años en reunir y compactar (no sé si exactamente para ser quemadas por el hombre, pero ese es otro debate). Otra cosa bien distinta es cultivar plantas para producir esa misma cantidad de energía en forma de aceite.
El ritmo de consumo de petróleo es tal que no habría planeta suficiente para plantar camelinas al ritmo necesario para remplazarlo en una fracción relevante. Cabe recordar aquí que el petróleo se extrae y está listo para su refino y consumo al instante, pero las plantas ocupan mucho espacio y tardan mucho tiempo (comparativamente con cero) en crecer.
El problema de los posibles daños colaterales
Este problema puede ser el más grave, según cómo se gestione. Si las plantas oleaginosas se producen en terrenos baldíos e improductivos hasta ese momento, la cosa pinta muy bien, pues se estaría creando producción y riqueza donde antes había un solar. Por desgracia, no es esto lo que suele suceder.
En general, el cultivo de plantas utilizables como biocombustible se produce en lugares donde antes había otra cosa que no era, precisamente, tierra seca. Es sabido que en muchos países este tipo de plantaciones han sustituido a cultivos destinados a la alimentación de la población local, haciendo subir el precio de los alimentos básicos cuya producción se reduce. Es muy conocido el caso de las «tortitas de maíz» en México, aunque no es el único.
Otra opción, al parecer muy común, es la deforestación de selvas tropicales para plantar este tipo de cultivos. Humanamente esto no es tan perverso, pero desde el punto de vista del equilibrio energético planetario (precisamente lo que queremos mejorar) es incluso más dañino, pues la forma más rápida de eliminar un bosque es quemarlo, liberando todo el CO2 acumulado en él durante décadas.
El verdadero saldo energético
Incluso si no deforestamos nada para plantar nuestras camelinas (en ese caso ya es evidente que el saldo energético difícilmente será positivo), su saldo energético neutro es, en la práctica, imposible.
Una plantación industrial, de la escala necesaria para que esto funcione, necesita numerosos aportes que no son renovables. Estoy hablando de energía para el cultivo, fertilizantes, pesticidas (muchos de ellos derivados del petróleo) y, tal vez el más valioso de todos, agua dulce.
Además de esto, hay que recolectar, transportar y procesar esas plantaciones para generar un líquido que, finalmente, se pueda quemar en un motor de combustión interna (sea en un avión, un coche o cualquier otro). Todo ello requiere sucesivos aportes energéticos.
En síntesis, recoger leña caminando por el bosque y quemarla en la chimenea de casa para generar calefacción tiene un saldo energético cero para el planeta. Una plantación industrial de maíz, palma o camelina para generar biocombustibles, no.
Conclusiones
Como hemos visto, gran parte de los efectos negativos de los biocombustibles dependen de la gestión que de ellos se haga, y son hasta cierto punto evitables (plantaciones ecológicas, transporte y fermentación con energías limpias, no deforestación…)
Con una gestión escrupulosa en estos aspectos, el potencial de ahorro en emisiones es importante y los biocombustibles son sustancialmente mejores (una vez obtenidos) que los derivados del petróleo, con una densidad energética sólo un poco menor y unas emisiones y contaminación, en general, sustancialmente inferiores.
Un vertido de biocombustible, por accidente, generaría un problema medioambiental ridículo comparado con la que se arma cada vez que se hunde un petrolero. Al no contener azufre, su combustión tampoco genera lluvia ácida. En definitiva, no deja de ser un producto muy natural, «casi comestible» si se me permite la expresión (espero que nadie la tome al pie de la letra y le eche un trago a uno de ellos).
Seguiría vigente el problema de la escala, que limitaría, en cualquier caso, el alcance de esta solución energética, dejándola siempre como un paliativo que acompaña la quema de combustibles fósiles pero no puede sustituirla por completo salvo, tal vez, a nivel local con el clima y el territorio adecuados.
El gran problema, como tantas otras veces, es la dictadura de la rentabilidad por encima de cualquier otra consideración, humana o medioambiental.
Y así nos va.
Fuente: Europa Press
Fotos: Flikr de AlicePopkorn | Flikr de Darwin Bell | Flikr de Robb North
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