Es lo que han hecho en Estados Unidos, partiendo de la base de un Rolls-Royce clásico. El equipo de mecánicos liderado por Sam Hard, de Hard Up Garage, lo construyó en un periodo de varios meses. Conservaron partes del chasis, la calandra, el interior o sus asientos, pero transformaron el resto al completo. Fijaos en las soldaduras expuestas de su carrocería recortada o el humeante motor V8 americano, soplando a escape libre. No es – como los bombones Ferrero Rocher – la expresión del buen gusto, pero llama la atención poderosamente.
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Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008. Seguir leyendo...
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