El Abarth 500 es uno de esos automóviles que se amoldan perfectamente al cliché tan manido y desgastado de “pequeñito pero matón”, que no es más que una simplificación de lo que nos podemos encontrar en un utilitario reconvertido a deportivo para alegría de los aficionados a Fiat y para los más nostálgicos que aún recuerdan los tiempos de los Abarth.
135 CV, una puesta a punto excepcional, un diseño “brutote” que no sólo es pintón sino también efectivo, cierto toque de exclusividad y un precio ajustado hacen del Abarth 500 una alternativa estupenda que enrojecería en algunos sentidos a muchos automóviles de aspiraciones deportivas del mercado. Y es que muy probablemente éste sea uno de esos vehículos que se diferencian del resto por algo así de sencillo: las sensaciones.
De un vistazo
El Fiat 500 ya de por sí tiene una silueta característica y atractiva por su toque retro. A eso añádele suspensiones rebajadas, un difusor trasero con dos salidas de escape bien gordas, un frontal ligeramente sobredimensionado con entradas de aire para refrigeración del motor y del equipo de frenos, y unas llantas de estilo deportivo con un escorpión dibujado en el centro.
Digamos que no es un coche para pasar desapercibido. Ya por fuera sabes lo que hay. Por cierto, que no pudieron estar más acertados en Fiat resurgiendo la franquicia Abarth de esta forma y dotando a sus modelos más picantes de un extra de exclusividad. No es de extrañar que haya gente, no iniciada, que se acerque y pregunten, ¿Por qué en este Fiat pone Abarth?
En el habitáculo
El Fiat 500 es un automóvil un tanto pequeño y su practicidad va en función de sus dimensiones. Lógicamente el Abarth 500 no va a mejorar en este sentido, pero hay que decir que tampoco ha empeorado en absoluto y el espacio y la comodidad sigue siendo exactamente la misma, con pequeños matices que iré desarrollando en adelante.
Lo primero que nos encontramos al abrir la puerta son unos asientos deportivos de tela con reposacabezas fijo y una ranura para pasar los arneses con que podemos sustituir los cinturones de seguridad que incorpora de serie. Sujetan correctamente (sin más), aunque tampoco hubiera venido mal alguna sujeción lateral adicional. Los reglajes son básicos: longitud, inclinación de respaldo y altura.
Concretamente la altura de los asientos fue uno de los puntos que menos me gustó, hubiera sido deseable que el reglaje de altura permitiese dejar la base del asiento mucho más cerca del suelo. En mi caso (mido 1.69 m) se me hacía un tanto difícil ajustar correctamente la distancia con el volante, que únicamente es regulable en altura y no en profundidad, sin mantener las piernas excesivamente flexionadas.
El funcionamiento del sistema para abatir los asientos delanteros deportivos es un tanto incómodo. El tirador con que cuentan permite inclinarlo y una vez inclinado tirar de él para correrlo hacia adelante. Aún así el espacio que queda para acceder a las plazas traseras es suficiente.
Éstas por cierto son relativamente cómodas para un trayecto corto en el Abarth 500, aunque pueden llegar a ser un infierno en trayectos más largos por la altura ajustada con el techo, los reposacabezas (regulables en altura) demasiado duros y el espacio justo (aunque suficiente) para las piernas.
Salpicadero y cuadro de mandos
El salpicadero está pintado en el mismo color de la carrocería, es sencillo en materiales (plástico) pero el toque retro que le da es digno de admiración. Concretamente en éste Abarth la visera del cuadro de mandos, el pomo de la palanca de cambios y el volante, están cubiertos con piel con las costuras rojas visibles. Un toque muy deportivo sin duda.
Hablando del volante, al sentarnos será uno de los primeros detalles que nos conquisten del Abarth 500. Es bastante pequeño y achatado por la parte inferior, además es muy agradable al tacto y tiene perfectamente perfilada la posición en la que tenemos que colocar las manos. La palanca de cambios por su parte ha sido colocada en una posición elevada, algo que agradeceremos cuando queramos “ir a cuchillo” y separar el mínimo tiempo posible las manos del volante para efectuar un cambio.
La sencillez del cuadro de mandos es absoluta. En el centro tenemos un único reloj que engloba el cuentakilómetros, el cuentarevoluciones (en 4ª velocidad veremos como ambas agujas oscilan casi al unísono a partir del régimen medio) y en el centro un sencillo ordenador de a bordo para controlar la autonomía restante, consumos, temperatura de servicio, etc…
El toque más deportivo lo tenemos en un pequeño reloj añadido a la izquierda, con una aguja que nos indica la presión del turbo y en cuyo centro se ha dispuesto de un indicador que nos advierte del momento idóneo para subir de marcha.
Circulando en condiciones normales nos ayudará ahorrar y en aquellos momentos de conducción deportiva nos evitará revolucionar innecesariamente el motor y parpadeará en color naranja advirtiéndonos de que hemos alcanzado el régimen correcto para subir a una marcha superior.
Esta primera parte de la prueba, en la que todavía no hemos accionado el contacto, se podría resumir en que el Abarth 500 es un pequeño deportivo muy peculiar, exclusivo y que transmite sensaciones incluso antes de que nos pongamos a conducirlo.
Estad atentos a la segunda parte de la prueba que publicaremos mañana en la que por fin nos ponemos en carretera y ponemos a prueba las cualidades del Abarth 500 en autovía y en su hábitat natural: los tramos muy revirados.
Abarth 500
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