Y era hora de entrar al circuito, con los nervios a flor de piel. La colección de coches que me rodea impresiona al más pintado, y más tarde haría una visita al parking. Me precede un BMW M3 CSL, y dos coches más adelante aguarda su turno un Porsche 911 GT3 RS junto a un Ford Focus RS claramente preparado y un Caterham Superlight. Es mi turno, apoyo la tarjeta en el lector y entro al circuito. Nada más que puedo acelero a fondo y empiezo escuchar rugir al pequeño Swift, mientras cambio de marcha a más de 7.000 rpm para aprovechar todo el potencial de aceleración.
Ya lo había experimentado en la Touran, pero el circuito es mucho más extremo de lo que parece en los vídeos que todos hemos visto, está bastante bacheado y las pendientes que tiene son de campeonato, alcanzando en algunos casos un desnivel del 17% en ascensión. En la mayor parte de las curvas hay puntos blancos pintados que marcan los puntos de entrada a la curva y el punto de aceleración una vez hemos superado el vértice. En ocasiones resulta muy complicado ver estos puntos porque la pintura suele estar bastante gastada.
Las primeras curvas transcurren en un torrente de sensaciones y concentración, además de intentar seguir la trazada óptima hay que estar muy pendiente del tráfico. Somos un coche lento en el Ring, y constantemente nos adelantan coches muy superiores. Es obligatorio dejarles paso, y debemos apartarnos a la derecha. En ocasiones oyes un rugido distante y en cuanto te quieres dar cuenta tienes un BMW M3 encima, dejando pocos segundos para que nos apartemos. Dar el intermitente derecho significa comunicar a otros conductores que vas a cederles la posición.
El Swift se comporta muy bien, acelera con decisión y tiene una dirección muy precisa y de gran tacto para las curvas. Los semi-slick que lleva hacen que el agarre sea muy alto y en el caso de que nos pasemos en alguna curva todo lo que obtendremos será un seguro subviraje. Los asientos deportivos recogen mi cuerpo muy bien. Cambiar de marchas es una delicia con un cambio de recorridos muy cortos y extremadamente precisos, unido a un excelente tarado de los pedales. Se nota que es un coche japonés, y orientado a una conducción ágil.
Las curvas se suceden, y responden a nombres históricos como Niki Lauda, Adenauer Forst, Hohe Acht o Carroussel. Pero no piensas en nombres, porque estás intentando recordar las palabras del instructor y la curva que viene a continuación mientras todo sucede a gran velocidad. Aunque el Swift Sport de serie es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 9 segundos no es una cifra que se vaya a explorar. Si lo es la velocidad punta, puesto que llegamos a alcanzar 190 km/h de marcador al final de la gran recta tras la curva Flugplatz, terminando en Aremberg.
Esta curva es muy peligrosa, si vamos pasados el marcado cambio de rasante provocará un sobreviraje que nos mandará contra las barreras a mucha velocidad y sin apenas posibilidad de enmendar el error. Ya sabemos que un accidente en el Nürburgring puede ser muy caro y lesivo. El circuito tiene 73 curvas, pero quizá una de la que más impresiona es Bergwerk, con una pendiente ascendente del 17%, comparable a cualquier puerto de montaña de categoría. Dicha curva requiere de un motor bien revolucionado, o nos quedaremos muy parados en el ascenso.
Siguiendo unos pocos kilómetros y tras una subida sencilla se llega al Carroussel, posiblemente el rincón más conocido del circuito. Es una curva que queremos dar por el interior, pavimentado en cemento bacheado y con un peralte digno de la NASCAR. Una vez introducimos el coche en la curva todo va sobre raíles, aunque las fuerzas G y los baches hacen buena mella a poco que vayamos alegres. El problema es salirse, sólo posible si la velocidad de entrada es excesiva, en cuyo caso saldremos eyectados hacia las “hermosas” protecciones metálicas.
Hablando de accidentes e incidentes, en mis ocho vueltas conté hasta cuatro incidentes, uno de ellos grave, que evidencia lo traicionero y peligroso que puede ser el Ring. Uno de ellos fue un simple trompo de un Opel Kadett GSi, vimos a un BMW M3 E30 quemar la junta de la culata – con su correspondiente “fumata blanca” – y un Volkswagen Scirocco nos obligó a casi salir del asfalto, pues entró demasiado fuerte en la curva por la que circulábamos más despacio. El accidente grave fue la caída de un motorista, que requirió de los servicios de emergencia.
En dichas situaciones se persona en el trazado la Polizei, que certifica que el circuito está en condiciones de rearbrirse al tráfico. El circuito estuvo cerrado casi una hora, y un helicóptero acudió a trasladar al hospital al motorista. Incluso los más experimentados cometen errores, y es que es básico aprenderse el circuito para poder afrontarlo con garantías. Aunque ocho vueltas no dan para mucho, acabas reconociendo las curvas muy bien, incluso haciendo un repaso mental muy fidedigno a la mayor parte de secciones del circuito, salvo las más complejas.
Las vueltas, de casi 21 km, se pasan en un suspiro y la concentración es tal que al final del día me notaba bastante cansado del esfuerzo. Entre vueltas es el momento ideal para visitar el aparcamiento del circuito, donde hay un ir y venir constante de coches que entran y salen del circuito. Máquinas de toda clase y condición, pero siempre deportivas. Os dejaremos la miel en los labios pues dedicaremos todo un artículo a los vehículos que avistamos en el parking, tan espectaculares como un TVR Tuscan, una Dodge Ram SRT10, un Ford GT o un 9ff GT Turbo 780.
Al lado del aparcamiento está el Devil’s Diner, un restaurante con un gran ambiente, atestado de gente, donde tomarse una buena hamburguesa o mejor aún, un plato de salchichas Bratwurst al curry con patatas fritas. En dicho restaurante no se paga en efectivo, sino que la misma tarjeta que usamos para entrar al circuito se carga con dinero, como si de un monedero electrónico se tratase. Tras una comida capaz de resucitar a un muerto, volvimos a entrar aprovechando la baja afluencia de coches, pues todo el mundo descansaba o comía alrededor de las dos de la tarde.
Con el circuito casi vacío uno se puede recrear más en la conducción, apreciar cada curva y sentir el asfalto a través de la ultra-precisa y responsiva dirección del Suzuki. Otra ventaja es que no hay que estar tan pendiente de los coches que puedan venir hacia nosotros, pues serán pocos, y no enjambres de tres o cuatro coches juntos. Una curiosidad, en estas vueltas con poco tráfico se me coló una Ford Galaxy TDI con matrícula británica, a la que no conseguí adelantar. Se conocía el circuito, iba lo suficientemente rápido como para no estorbar y no me quiso dar paso.
Una anécdota más para un día que jamás olvidaré en la vida. Las ocho vueltas llegaron a su fin, así que muy a mi pesar fui a echar gasolina – a precio de oro, 1.45€/litro en SP95 – al coche y devolverlo a la casa de alquiler. Allí me comentaron que quizá apareciesen fotos de mí conduciendo en Nürburgring Photos, una web en la que fotógrafos amateurs suben fotos de los coches que circulan por el Ring y luego las venden. Tienen muy buena calidad, pero por el momento no ha aparecido una foto de mi querido Swift Sport. Habrá que esperar algo más, me imagino.
Espero que sólo haya sido mi primera visita a Nürburgring. Es un vicio caro, peligroso, divertido y muy adictivo, algo me dice que no es posible desengancharse de esta droga fácilmente. Una experiencia automovilística única que todo aficionado debería probar en sus propias carnes, un lugar de peregrinación imprescindible. Si por tus venas corre gasolina y sólo piensas en coches las 24 horas del día no lo dudes, la experiencia merece la pena, te aseguro que no te arrepentirás. Por mi parte, ya he empezado ahorrar para el año que viene volver al lugar más mágico del mundo del automóvil.
Destino Nürburgring: nos vamos al Infierno Verde
Fotografías: Sergio Álvarez González
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