Esta semana estamos probando para vosotros el nuevo Lancia Ypsilon. Los Lancia Ypsilon son los utilitarios de la marca italiana – propiedad del Grupo Fiat – y uno de sus vehículos con más historia. El primer Lancia Ypsilon se llamaba simplemente Lancia Y10, y no era más que un Autobianchi Y10. Autobianchi fue comprada a principios de los 80 por Fiat y el Y10 fue su último producto, ya integrado en la gama de Lancia. Tuvo mucho éxito, y fue sustituido en 1996 por el Lancia Y, ya 100% producto Fiat.
El Lancia Y fue un producto de éxito, construido sobre la plataforma del Fiat Punto y que pronto se ganó una reputación de utilitario chic, pero asequible. Su sucesor ya se llamaba Lancia Ypsilon, y se lleva vendiendo desde 2003. Hoy día, comparte el fin de su vida comercial con el nuevo Ypsilon. Su diseño aún es una evolución del aspecto del Lancia Y, y aunque sus ventas no han sido elevadas en Europa, ha sido el segundo vehículo más vendido en Italia, sólo por detrás del Fiat 500.
El nuevo Lancia Ypsilon fue presentado en el Salón de Ginebra de 2011, y sólo se ofrece en carrocería de cinco puertas. Evoluciona ligeramente en tamaño con respecto a su predecesor, pero sigue teniendo un tamaño pequeño, es de los más pequeños del segmento B. El anterior Lancia Ypsilon se basaba en el chasis del Fiat Punto II y se fabricaba en Termini Imerese (Sicilia), pero el actual Ypsilon emplea la plataforma del Fiat 500 y se produce en Tichy, en Polonia, junto a este.
En Diariomotor hemos probado un Lancia Ypsilon con el acabado Gold, intermedio dentro de la gama Ypsilon, equipado con el motor turbodiésel 1.3 JTD. Este motor es el más potente de la gama, con 95 CV de potencia, así como el más económico en consumos. La unidad de pruebas era de matriculación reciente, y al recogerla en la sede de Fiat Automóviles España su odómetro marcaba poco más de 2.500 km. Veamos que nos dice su diseño y su habitabilidad interior.
Chic, pequeño, coqueto, 100% italiano
Miradlo bien. El Lancia Ypsilon es un coche hecho para la ciudad, donde se mueve como pez en el agua. Su aspecto es coqueto, chic, a la moda. No desentona en absoluto en el caos del centro de Roma y tampoco desentonaría expuesto en una Galleria milanesa. Su diseño es una evolución del mostrado por sus predecesores, especialmente en lo tocante a la calandra cromada, una de sus principales señas de identidad. La forma del capó es también muy característica.
Su perfil lateral es cualquier cosa menos soso: está repleto de nervios y la forma de la superficie acristalada en forma de lágrima le da un toque muy elegante. Las llantas de 15 pulgadas se me antojan algo pequeñas, unas de 16 pulgadas quedarían más armónicas. La zaga tiene dos preciosas ópticas LED, realmente logradas. Hay pequeños toques de diseño italiano repartidos a lo largo y ancho del coche, como un logotipo montado en el pilar B o la integración del pilar C.
El emblema trasero va montado sobre la redondeada ventanilla, una solución poco habitual. Es en resumen un coche muy coqueto y atractivo, pero hay algo en sus proporciones que no me acaba de encajar al 100%. Quizá sea cosa de tener una batalla corta y un voladizo delantero bastante grande, o quizá sea el tamaño de sus llantas, pero veo más bonito a su predecesor. En cualquier caso, se deja mirar y el habitáculo – como vamos a ver – supera con creces las expectativas así que pasemos a ver qué se nos ofrece.
Habitáculo de alta calidad, aunque algo pequeño
Me acomodo en el asiento del conductor, que está forrado en una agradable tela aterciopelada, no Alcantara. El asiento es muy similar al del Fiat 500, y se me antoja algo estrecho y corto a nivel de banqueta. Al menos tengo espacio suficiente hasta el techo, aún con mis rodillas algo apretadas contra la consola central. Mido 1,83 y no soy de constitución estrecha, una persona algo más pequeña se encontraría más cómoda. El asiento del conductor es ajustable en altura.
El volante sólo se regula en altura, me queda un poco lejos para mi gusto. La disposición del salpicadero es poco habitual en un utilitario, pero es similar al de la anterior generación de Lancia Ypsilon. La elegante instrumentación se encuentra en posición central, por lo que detrás del volante no encontraremos más que el plástico del salpicadero. No tengo queja alguna de las calidades, de hecho, han superado con creces mis expectativas. Son mucho mejores que las de un Fiat 500: el salpicadero y puertas están recubiertas de un plástico blando de excelente tacto y ajuste.
La consola central está recubierta de un plástico duro satinado y el volante va forrado en un cuero muy agradable. Si a ello unimos unos tiradores cromados la impresión que nos llevamos es la de estar sentados en un vehículo con toques premium, que en el fondo es lo que Lancia busca. No obstante, hay algunos puntos flacos, como que los carriles de los asientos delanteros quedan muy visibles desde las plazas traseras o el tirador de la guantera, de tacto barato y endeble.
Detalles que se olvidan fácilmente. La instrumentación va montada en el centro del salpicadero, y cuenta con dos grandes relojes para el velocímetro y cuentavueltas, con dos pequeños relojes centrales para temperatura del agua y nivel de combustible. Es suficientemente grande y tiene buena visibilidad, aunque al ver el velocímetro tan escorado es normal que sobreestimemos la velocidad a la que circulamos, cosa que por otra parte es beneficiosa de cara a posibles multas.
El tarado del velocímetro hace que a 120 km/h tengamos la sensación de ir “tumbando aguja”, pero hace más visible el rango de velocidades urbanas, que es lo que se quiere en un coche de estas características. La palanca de cambios queda muy a mano – apenas a un palmo del volante – y el curioso pomo hace que engranar las marchas sea sencillo. De nuevo, está hecho para personas con manos pequeñas, a mí se me hace algo pequeño personalmente.
Bajo la consola central hay hueco para dejar objetos, aunque no objetos grandes ni susceptibles a rodar, el fondo no es de goma. Tenemos espacio para dos latas y la toma del sistema Blue&Me, donde podemos “pinchar” un pen-drive USB con nuestra música. En las puertas no caben botellas grandes y las pequeñas van apretadas. La guantera es pequeña. En este sentido, los huecos portaobjetos no son el fuerte del Lancia Ypsilon, hay coches más prácticos a dicho efecto.
Dos plazas traseras correctas y un gran maletero
Las dos plazas traseras podrían ser tres, es una opción sin coste adicional que incluye respaldo trasero abatible en configuración 60/40. Nuestra unidad tenía cuatro plazas. Los reposacabezas traseros son un extra con el pack de cinco plazas. Es una carencia de seguridad que debería ser subsanada, es el mismo problema que tiene el Fiat 500. Al menos, son plazas relativamente amplias para dos personas. El espacio para mis piernas no sobra, pero no voy apretado, y no soy bajo.
Mi cabeza queda muy cerca del techo, pero al menos no va rozando con él. La ventanilla trasera es pequeña, condicionada por el diseño del coche. La puerta trasera no tiene hueco portaobjetos, y el único lugar para dejar objetos son el “sobre” tras los asientos delanteros o el portabebidas central. El maletero del nuevo Lancia Ypsilon tiene 245 litros de capacidad, lo que es más que el Fiat 500 (185 litros) y menos que el Nissan Micra (265 litros). Está en la media dentro de volumen.
Sus formas son más o menos regulares y la boca de carga tiene buen acceso a nivel de altura, aunque resulta algo estrecha si queremos cargar objetos grandes. Abatiendo los asientos traseros no se obtiene una superficie de carga plana, pero podremos cargar bultos mucho más voluminosos. Mañana continuaremos con el repaso a su dinámica. Como anticipo, os podemos decir que lo mejor son los consumos ridículos del motor 1.3 JTD, los más bajos que he experimentado en todos los coches que he probado.
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