No es nada nuevo lo de realizar un swap, cambiándole el motor de serie del coche e implantándole uno más grande y potente. En muchas ocasiones hay que realizar un verdadero trabajo de chinos para adaptar la nueva mecánica en el vano motor del vehículo que recibe la donación, ya sea por problemas de espacio, colocación o cualquier otro inconveniente. Precisamente el Mazda MX-5 es un modelo bastante popular para estas aventuras, sobre todo en Estados Unidos, donde no es tan raro ver un V8 de origen Ford o Chevrolet bajo el capó delantero de un Miata.
Y es que los Miata, pese a todo lo que pudiera parecer, se prestan especialmente a ello: coches relativamente baratos y populares, propulsión trasera, descapotables, peso reducido y bajo centro de gravedad, junto con motores no demasiado potentes de serie. Pero, volviendo a los swap, no sólo se trata de cambiar el motor y a correr, puesto que el trabajo de adaptación debe llegar hasta muchas otras partes de la mecánica e incluso del chasis, aunque ver un caso así tampoco es demasiado frecuente. Estamos hablando de este Mazda Miata con dos motores V8, una especie de hot-rod moderno con espíritu nipón y corazón americano.
No hay demasiados datos al respecto más allá de estos dos vídeos, pero como curiosidad lo cierto es que no tiene precio. Para dar cabida a estos dos motores V8, al parecer unos Chevrolet small block 350, se ha tenido que hacerle hueco de forma poco ortodoxa, alargando sin piedad la distancia entre ejes de este Mazda MX-5 de primera generación del año 1990. ¿La potencia del conjunto? Desconocida, aunque podría rondar o incluso superar los 400 CV. Por supuesto, otra cosa bien distinta será la capacidad de poder hacer funcionar estos 16 cilindros de forma aceptable y trasladar esa potencia efectivamente a las ruedas traseras.
Obviamente, tras esta profunda modificación, con un chasis que está por ver cómo es capaz de comportarse tras este trabajo y con una distancia entre ejes que parece monstruosa, este Miata no parece que se vaya a sentir muy cómodo en una carretera de curvas, pero probablemente no sea algo que le importe lo más mínimo a su dueño estadounidense, que seguramente lo dedicará a otros menesteres. Por cierto, ¿no os recuerda ligeramente a aquel largo coche rojo de Peter Griffin con el que quería demostrar su hombría en Padre de Familia?
Fuente: Motor Authority
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