Tras la impresionante prueba de mi compañero Pepe Giménez al McLaren MP4-12C, tengo la tarea de haceros volver al mundo real. Comprendo que “corto el rollo”, pero coches como el Honda CR-V también se merecen un hueco en Diariomotor. En muchos sentidos, el Honda CR-V ha sido uno de los precursores de la moda SUV. Su primera generación fue lanzada en 1996, y junto a los Toyota RAV4, fueron la primera aproximación al concepto de vehículo todoterreno adaptado a la urbe y las autopistas.
En sus principios el Honda CR-V era un todoterreno sin reductora, con carrocería monocasco y con unas cotas off-road pobres. A pesar de sólo disponer de un motor de gasolina 2.0 DOHC en la gama, fue un éxito de ventas global. Sé de buena tinta que se trataba de un buen coche: en mi familia hay un Honda CR-V de primera generación y en 350.000 km no ha requerido de más que el mantenimiento rutinario. Lo más grave que le ha pasado ha sido que ha habido que reemplazar bombillas fundidas.
Con la llegada del nuevo milenio la cultura SUV comenzaba a despegar, y todas las marcas se apuntaban a lanzar vehículos de aspecto campero, cuyos dueños apenas tenían la intención de sacar del asfalto. Hoy en día los SUV son un segmento de mercado que sigue creciendo en ventas a pesar de la crisis económica. Quizá sea por la versatilidad de poder sacar el coche por pistas, por tener comportamiento casi de turismo y por ser cada vez más ahorradores, incluso por contar con versiones 4×2.
En el caso particular del Honda CR-V la segunda generación dejó a un lado su aspecto espartano y recibió un motor diésel, más refinamiento y un diseño más actual. La tercera generación perdió la rueda de repuesto del portón trasero, se ha vendido fundamentalmente con motorización diésel y se ha posicionado hacia un mercado a caballo entre lo generalista y lo premium. Laanzada en 2007 como un producto 100% global, es un producto moderno y maduro que ha triunfado en los mercados internacionales.
Se produce una paradoja muy curiosa con los Honda CR-V. Aunque han ido aumentando de peso, su tamaño se ha mantenido constante a medida que se producian los saltos generacionales: de los 4,56 metros de su primera generación a los 4,57 metros de la tercera generación. En pocos meses se lanzará la cuarta generación en Europa, que decrece un par de centímetros, rompiendo una tendencia de lo más peculiar. Hemos probado una de las últimas unidades de la tercera generación.
A pesar de estar a punto de retirarse, sigue siendo un vehículo de lo más válido que además puede conseguirse con descuentos promocionales bastante fuertes. Hemos probado un Honda CR-V de matriculación muy reciente con un motor 2.2 i-DTEC turbodiésel de 150 CV. El acabado de la unidad de prueba es el Elegance, y al recogerla en el sur de Madrid el odómetro marcaba poco menos de 3.000 km. ¿Nos ponemos a sus mandos? ¿Os apetece acompañarnos?
Aspecto urbano con regusto asiático
Lo cierto es que el Honda CR-V no tiene un diseño demasiado pasional. Como producto global debe satisfacer los gustos de consumidores tan dispares como los japoneses, los estadounidenses y los españoles. A pesar de ello, Honda ha hecho un buen trabajo con su aspecto, manteniendo sus orígenes asiáticos reconocibles. En general, podría clasificarse su aspecto como discreto. No llama la atención, pero tiene detalles de diseño bastante logrados.
El frontal ha recibido un leve lavado de cara en 2010, con una calandra más agresiva y unos faros más afilados. La calandra cromada sigue teniendo todo el protagonismo. Del perfil lateral, gracias a la luz del atardecer era posible comprobar los nervios que lo recorren. La pintura metalizada adquiría tonos de lo más variado con diferentes tonalidades, partiendo de una base gris-dorado. Las llantas de 18 pulgadas de diámetro toman un aspecto proporcionado a las dimensiones del coche.
En la zaga observamos una curiosa forma labrada en el metal del portón. Poco más hay que destacar, a excepción de comentar que el portón es absolutamente normal: se abre de una pieza. No sería algo relevante si las dos generaciones previas no hubiesen permitido la apertura separada del cristal y la puerta. Sólo si somos muy observadores podremos apreciar un pequeño logotipo bajo el limpialuneta, una pegatina en la que se lee i-DTEC, como único distintivo de motorización.
La practicidad y la amplitud por bandera
Desde sus orígenes el Honda CR-V ha sido un coche pensado con la facilidad de uso en mente, y eso se puede comprobar en detalles que iremos desgranando. Por lo pronto me subo al asiento del conductor, desde el que se domina la carretera gracias a una postura de conducción elevada, típica de un SUV. Los asientos delanteros son iguales a los que lleva el Honda Accord: excelentes butacones forrados en Alcantara, realmente amplios y de los que es imposible poner pegas a nivel de regulación o ergonomía. Me ha encantado el detalle de los reposabrazos integrados.
La postura de conducción es natural gracias al ajuste del volante. Accionar la caja de cambios es muy sencillo: la palanca está situada en la consola central, a exactamente un palmo del volante, por lo que apenas tenemos que soltar el volante para cambiar de marcha. No me siento constreñido, y tengo mucho espacio tanto para piernas como cabeza. Ante mí se extiende un salpicadero acabado en plásticos duros de muy buen ajuste y buen aspecto, sin resultar especialmente vistosos.
La instrumentación es sencilla y de buena lectura, aunque la visión del velocímetro queda parcialmente bloqueada cuando el volante está en la posición adecuada para mí. Los medidores de nivel de combustible y temperatura del agua son digitales. Tiene sistema de recomendación de cambio de marcha. La consola central está organizada con criterio y todos los mandos quedan muy a mano. El volante multifunción aglutina funciones de infotainment y el manejo del ordenador de a bordo.
A nivel de practicidad, el Honda CR-V destaca por varias curiosidades. En primer lugar, cuenta con dos guanteras. La inferior está iluminada pero no es suficiente más que para la documentación. La superior no está iluminada, pero tiene varios litros de capacidad y un piso antideslizante. La consola central tiene varios huecos en su parte inferior, y no se extiende hasta unirse con la consola ubicada entre los asientos. Entre ambos elementos hay un espacio plano, ideal para un bolso, por ejemplo.
La consola entre los asientos tiene controles para la calefacción de los asientos, tomas auxiliares de audio y el freno de mano, que parece más propio de un avión. También podemos dejar bebidas y hay un hueco con tapa deslizante donde podemos dejar cosas como discos de música, en este caso un fantástico album doble de Avantasia. En las puertas es posible ubicar botellas grandes y más objetos personales. A la izquierda del volante hay otro hueco de características similares.
Lo mejor de todo es que esta practicidad va de la mano de una sensación de desahogo muy agradable: el interior es diáfano y amplio, y vaciarnos los bolsillos sin problemas contribuye a ello.
Plazas traseras ingentes
El Honda CR-V también destaca en sus plazas traseras, cuyo acceso es sencillo. Pero sin duda, lo mejor es que hay acres de espacio. Como pasajeros, podemos estirar las piernas sin llegar por asomo a tocar los asientos delanteros. No tenemos las típicas mesitas en la parte trasera de los asientos delanteros, pero a cambio el piso es plano, hay tres cinturones de tres puntos y tres personas adultas no sufren de estrecheces a nivel de hombros o cabeza, habituales cotas problemáticas.
Son asientos reclinables de manera individual. El reposabrazos central alberga dos portabebidas.
Un gran maletero con sorpresas
El maletero del Honda CR-V tiene 524 litros. Es una capacidad alta para un vehículo de su tamaño. El acceso de la boca de carga es óptimo y sus dimensiones son regulares. El fondo del maletero se puede colocar a media altura, dividiendo en dos el maletero. Es ideal para compartimentalizar la carga, por ejemplo si venimos del supermercado cargados con pocas bolsas y no queremos que rueden por todo el maletero, que en esos momentos va vacío.
Plegando los asientos se consigue una superficie plana de carga con un volumen total de nada menos que 1.523 litros. Bajo el piso encontramos una rueda de repuesto tipo galleta que parece sacada de un tractor agrícola por su aspecto. Es mejor que un kit antipinchazos. Mañana repasamos la dinámica del turbodiésel 2.2 de cuatro cilindros, que como podremos comprobar tiene unos consumos correctos y un gran agrado de funcionamiento. No os vayáis muy lejos.
En Diariomotor: Honda CR-V 2010