Tras hablar de la estética, equipamiento y comportamiento del Jeep Wrangler Arctic sobre diferentes superficies, toca ya cerrar la toma de contacto con algunas conclusiones y, por supuesto, los precios. Pero antes de llegar a ese punto, me gustaría comentar la dificultad que he tenido para encontrar rivales directos para nuestro Jeep, incluso preguntando a la propia marca.
Parece mentira que el mercado se encuentre tan plagado de todoterrenos y que ninguno quede exactamente al lado del Wrangler. Como vehículo mítico, un Land Rover Defender puede considerarse algo así como su homólogo británico, pero la distancia en potencia y comportamiento en carretera a favor del americano es realmente excesiva para considerarlos equivalentes.
En el bosque de opciones disponibles y dejando aparte el Defender, todo lo demás resulta bastante más refinado, tenga o no verdaderas pretensiones off-road. Por precio, tal vez un Freelander pueda ser comparable, pero sus filosofías son, de nuevo, demasiado diferentes para considerarlos rivales directos.
En resumen, a quien le gusta un Wrangler no puede encontrar nada similar en otro sitio que no sea un concesionario Jeep. Tal vez por eso tenga un público tan fiel.
Precios del Jeep Wrangler Arctic
Una vez hecho este pequeño comentario, ahora sí, os dejamos la lista de precios del Jeep Wrangler Arctic antes de pasar a un último apartado de conclusiones.
Jeep Wrangler Arctic
3p Manual – 35.103€
3p Auto – 37.705€
5p Manual – 37.232€
5p Auto – 39.917€
Como hemos comentado anteriormente, estas cuatro combinaciones son las únicas disponibles, pues el modelo cuenta con un equipamiento totalmente cerrado al que no es posible añadir opciones aparte del color que más nos guste (siempre que sea blanco o gris plata).
Con respecto a la motorización disponible, el diésel de 200 CV, es la única que aparece en la lista de precios y en la documentación oficial facilitada por la marca. No obstante, en la rueda de prensa, Jeep indicó que podría aceptar pedidos del modelo Arctic con el motor 3.6 de gasolina con 284 CV, que se fabricarían sólo previa reserva. Es de suponer que ello implique dilatadas esperas y un cierto sobreprecio pero, en teoría, podría conseguirse esta combinación motor-acabado.
Algunas reflexiones y conclusiones
La razón de ser de un Jeep Wrangler (edición especial o no) es explotar comercialmente una estética que se ha convertido en icono universal desde hace décadas. Diseñado hoy partiendo de cero, difícilmente se podrían justificar unas enormes aletas exentas de la carrocería, un frontal prácticamente vertical y una trasera totalmente plana formando ángulo recto con techo y costados.
Esta fatídica combinación aerodinámica convierte a un coche de 200 CV en un asmático velocista incapaz de superar los 172 km/h. Es obvio que el coche no está pensado para correr, como también lo es que una velocidad máxima superior a esta cifra es básicamente inútil en la práctica, pero sirva como muestra del daño dinámico que puede hacer el circunscribir el diseño de un coche a una forma impuesta a priori.
El coeficiente aerodinámico (Cx), un dato importantísimo aunque poco utilizado se sitúa en 0,495 que, junto con la gran superficie frontal, viene a ser como llevar un paracaídas abierto. A velocidades bajas y medias no tiene mucha importancia, pero a ritmo de autopista implica un sobreesfuerzo mecánico en gran parte evitable y que pasará factura en la gasolinera.
Otros sacrificios ergonómicos, como las puertas de giro libre, consecuencia de la necesidad en que sean desmontables, al igual que el techo sin tapizar o los asideros con forma de cinta atada a la barra antivuelco o el pequeño parabrisas, esclavo de la forma exterior del coche, convierten al Wrangler en un coche peculiar, único en su especie, pero también en arma de doble filo.
Por un lado, hablamos de conducir un icono rodante, un coche totalmente lúdico que nos permite circular perfectamente aislados del exterior o prácticamente sin carrocería, manteniendo siempre una estética distintiva y conocida universalmente. Por otro, nos obliga a pagar ciertos peajes, tal vez no excesivos, pero que conviene conocer para valorar el producto en su justa medida.
Es el precio de conducir un mito.
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