Esta semana estamos probando para vosotros el Citroën DS4 HDi 160 Sport, y la primera parte ya habéis tenido oportunidad de leerla hace unos días. Por el momento, el Citroën DS4 es un coche muy peculiar, con un diseño diferenciado y un habitáculo repleto de calidad. Aún teniendo detalles muy mejorables como ventanillas traseras inmóviles y un acceso un tanto complicado a las plazas traseras, las sensaciones son premium, combinadas con un toque de transgresión tecnológica y “locura Citroën”.
El Citroën DS4 es un compacto de 4,27 metros de longitud, 1,81 metros de ancho y 1,53 metros de alto. Su batalla es de 2.612 mm y con el motor 2.0 HDi tiene un peso de 1.395 kg, lo que no está mal para un compacto en estos tiempos. El motor es un turbodiésel de cuatro cilindros que gracias a un turbo de geometría variable e inyección common-rail genera 163 CV a 4.000 rpm – aunque su denominación comercial le hace “perder” 3 CV – y un par máximo de 340 Nm a 2.000 rpm.
Es un motor veterano y muy probado en Ford-PSA, que ya hemos probado montado en un Ford Mondeo o en un Peugeot RCZ, por poner dos ejemplos. No puede equipar sistemas microhíbridos, pero aún así logra un consumo medio homologado de 5,1 l/100 km, lo que equivale a unas emisiones de dióxido de carbono de 134 g/km. Las prestaciones del Citroën DS4 HDi 160 son muy buenas: acelera de 0 a 100 km/h en sólo 8,6 segundos y su velocidad punta es de 212 km/h.
La potencia pasa íntegramente a las ruedas delanteras por medio de una caja de cambios manual de seis relaciones. La suspensión delantera es de tipo McPherson pero el eje trasero es rígido, con un elemento torsional. No es lo más usual en vehículos que aspiran a ser premium, lo que evidencia un origen generalista. Los discos de freno delanteros tienen 302 mm de diámetro, los traseros 268 mm. El depósito de combustible tiene 60 litros, lo que le da al menos 900 km de autonomía real.
Las ruedas que calzaba nuestra unidad eran nada menos que Michelin Pilot Sport PS3 de alto rendimiento, en medidas 225/405 ZR18. No fueron las mejores para soportar el clima invernal y la nieve que cayó durante la prueba, pero lo cierto es que el coche iba muy bien calzado. Veamos qué tal se ha portado el compacto francés en todo tipo de condiciones reales de conducción, desde los atascos del centro de Madrid hasta las carreteras reviradas de Asturias pasando por puertos de montaña con nevadas inesperadas.
El concepto High Rider funciona en la ciudad
Me acomodo en el asiento y giro la llave. El motor despierta, pero está muy aislado del habitáculo y apenas notamos que se trate de un diésel de cuatro cilindros. Emprendo la marcha y lo primero que noto es que el recorrido de los pedales es corto, lo que requiere cierto cuidado hasta que nos acostumbramos: se puede calar con cierta facilidad. Ya circulando, me agradan los recorridos cortos de la palanca de cambios, aún sin resultar muy precisa.
La postura de conducción del Citroën DS4 es más alta que la de un turismo – sin llegar a alturas SUV – lo que permite dominar el tráfico con comodidad. No obstante, la visibilidad del Citroën DS4 es mejorable. El espejo retrovisor se encuentra en medio del parabrisas, lo que estorba a la vista en algunos ángulos. La ventanilla trasera es pequeña y los pilares C son bastante gruesos. Por fortuna, tenemos sensores de aparcamiento y un sistema que detecta huecos válidos para nuestro coche.
Accionando un intermitente y a menos de 20 km/h escanea huecos y nos dice si entramos, pero no va a aparcar por nosotros. Aún teniendo una visibilidad mejorable, he caído enamorado del enorme parabrisas, cuyo marco superior llega a situarse por encima de nuestra cabeza. La suspensión filtra los baches hasta cierto punto ya que es algo más firme que en otros DS4 – es un acabado Sport – y los neumáticos tienen un perfil más bajo. Es recomendable evitar los baches más grandes.
En cuanto el motor está caliente es apenas inaudible y la vibración en el volante es casi imperceptible. El nivel de consumos urbanos es bastante contenido, frente a un gasto homologado de 6,6 l/100 km hemos medido un consumo de 8,1 l/100 km, lo que es correcto para no disponer de automatismos de parada automática del motor. Pero 163 CV se encuentran un poco aprisionados en ciudad, por lo que vamos ya a salir a la autopista, a ver cómo se comportan.
Ideal para viajes largos con un consumo contenido
En autopista el Citroën DS4 se siente muy plantado, con una buena estabilidad longitudinal. El aislamiento acústico me parece sobresaliente, lo que contribuye a potenciar el fantástico sonido del equipo de sonido Denon opcional que equipaba nuestra unidad. Con firme especialmente malo se filtra algo de sonido de rodadura, pero el silencio es la tónica general. El motor gira a unas 2.250 rpm cuando circulamos a 120 km/h con el control de velocidad de crucero activo.
Creo que el motor podría tener una sexta algo más larga para mejorar aún más los consumos, aunque con el desarrollo actual logra unas recuperaciones excelentes, al rodar en su zona de par máximo. El consumo que hemos medido en nuestro ciclo extraurbano habitual – entre Getafe y Gijón, por puertos de montaña – ha sido de sólamente 5,4 l/100 km, lo que se corresponde con los consumos logrados por ese motor en otros vehículos: siempre contenidos. ¿Y en otras vías?
El mismo viaje de vuelta incluyó fuertes nevadas en la autopista, circular sobre nieve fresca y mucho frío. Problemas de un tiempo invernal que por suerte, sólamente hizo aumentar en 2 décimas de litro por cada 100 km el gasto de gasóleo y no provocó en absoluto una dinámica inestable. En autopistas urbanas como la M-40 a ritmos legales se pueden lograr consumos de menos de 5 l/100 km, y nunca superiores a unos 6,5 l/100 km en caso de que tengamos mucho atasco o circulemos a una velocidad superior al límite de la vía.
¿Dinámica deportiva?
¿Es el Citroën DS4 un coche con una dinámica deportiva? ¿Merece tener el apellido Sport? La respuesta es sí, pero sólo hasta cierto punto. Es dinámico, más que deportivo. La dirección tiene un feeling natural, pero le falta un punto de retroalimentación para ser considerada deportiva. La suspensión es firme, pero ante curvas muy reviradas o ritmos muy altos saca a relucir sus colores. La caja de cambios es relativamente rápida, pero le falta un punto de precisión en el guiado.
El coche entra bien en las curvas, pero es complicado hacer que la zaga juguetee y en zonas muy reviradas se revela su peso y la carga que soporta el eje delantero. Su conducción es implicada y se disfruta mucho en zonas de curvas amplias, pero si queremos un vehículo con sensaciones deportivas – en el pleno sentido de la palabra – hay opciones mejores. De lo que no tengo queja alguna es del motor, que empuja mucho, se estira muy bien hasta casi las 5.000 rpm y no suena demasiado a diésel a plena carga.
Mañana continuamos con el repaso a su equipamiento y sus principales rivales.
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