Como muchos ya sabréis, esta semana el equipo de Diarimotor se encuentra a los mandos del Toyota Prius Plug-In Hybrid de cara a trasladaros una prueba completa sobre su conducción y tecnología, posibilitando además que nos brindéis la oportunidad de conocer todas vuestras dudas, ruegos e interrogantes en relación a esta prueba que estamos realizando en directo a través del Twitter de Diarimotor.
Puestos en antecedentes y como mandan los cánones de la ley de Murphy, nuestra primera visita a un punto de recarga público se dio de bruces con la realidad que adolece la sociedad actual: un espacio reservado para eléctricos ocupado por un vehículo convencional, diésel además. Cierto es que el Toyota Prius Plug-In Hybrid es un vehículo híbrido enchufable y por la tanto la opción de recarga es más un extra que una fórmula obligada de movilidad, pero el hecho de vernos condicionados por el despropósito de otros no puede sino otra cosa que responderse con un mayor afán en el gesto de querer recargar.
El día a día en la recarga de acceso público
Ante esta tesitura, la idea de recargar se intentó por otros medios, ¡Qué menos que intentarlo llegados hasta aquí!, y entre el ir y venir de viandantes que nos preguntaban sobre el vehículo, sorpresa la nuestra cuando más de uno conocía perfectamente la tecnología, proseguimos con el proceso de recarga de cara a restaurar algunos electrones que nos permitieran continuar nuestro camino sin recurrir al modo híbrido que irremediablemente conllevaría el gasto de combustible.
La anécdota parecía que quedaría ahí como polémica para el primer intento de recarga en la vía pública, pero para sorpresa nuestra en la siguiente jornada, al acudir a otro punto de recarga situado en una cadena de hipermercados de origen francés, el descubrimiento del punto de recarga (electrolinera) nos volvió a mostrar un doble espacio de aparcamiento reservado para vehículos enchufables ocupado esta vez por una Citroën Berlingo y un Citroën Xsara Picasso de dudosa movilidad híbrida o eléctrica por el sonido que emanaban de sendos propulsores diésel.
3 espacios de recarga, 3 espacios indebidamente ocupados
Al hablar con los conductores, ambos esperaban dentro del vehículo por creer que el pintado azul del espacio hacía mención a la reserva para minusválidos, uno accedió a dejar el espacio libre en un “segundo” cuando su mujer volviera de realizar la compra y, el segundo, necesitó de un explicación en profundidad de lo que era un vehículo eléctrico y la función del punto de recarga para permitir nuestro estacionamiento.
¿Es falta de cultura? ¿Quizá asusencia de respeto por lo que no nos toca de manera directa? ¿Es la visión de una realidad común aplicable a múltiples aspectos? La respuesta es difícil de expresar sin recurrir a una visión general de las costumbres y malos hábitos más arraigados en la sociedad. A medio camino entre la picaresca y la indiferencia, dos posibles puntos de recarga que pueden permitir la continuidad en el camino para un vehículo enchufable han aparecido ocupados sin menor gesto de disculpa o excusa.
La suerte de nuestro lado es contar con un híbrido enchufable, es decir, si es posible la recarga mejor, pero si no, la gasolina puede permitir llegar hasta destino si no se anda demasiado apurado. Aún así, la realidad muestra que algo tiene que cambiar más allá de la oferta de vehículos, la mejora sustancial de la técnica o el apoyo de industria, organismos, etc. El verdadero primer punto a tratar es acercar a la sociedad a lo que supone un cambio de movilidad que, al fin y al cabo, también requiere un cambio de mentalidad.
No hablamos de inversiones millonarias, de gestos trascendentales o esfuerzos incalculables. Señores… ¡Hablamos de cultura!
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