Hace 25 años Renault presentó lo que, en sus propias palabras, era una invitación a viajar. Pero sobre todo un guiño a las familias del futuro, una visión de cómo nos moveríamos, quizás en el siglo XXI, en un coche espacioso, y con familias felices con trajes de felpa a juego. En 1991 se presentaba en el Salón de Frankfurt el Renault Scénic Concept, un prototipo que definiría sobre todo una filosofía, la del monovolumen compacto que finalmente conoceríamos como Renault Mégane Scénic y que no se presentaría hasta 5 años más tarde. Estaba claro que Renault, que puede presumir de haber lanzado el mayor exponente del mini-van en Europa, el Espace, quería reivindicarse de nuevo con un producto diseñado a la medida de la familia media europea, y de requisitos como la contención en precio y dimensiones.
Esa idea fue plasmada en un prototipo con forma ovoide, futurista y exótico. Pero no hará falta echarle demasiada imaginación para constatar que de alguna forma esa idea se vería reflejada a la perfección en el modelo definitivo, aunque salvando los grandes problemas que hubiera supuesto lanzar el prototipo, tal cual.
Aquel prototipo de Scénic era, de alguna forma, un laboratorio sobre ruedas, que anticiparía algunas ideas de diseño, técnica, y seguridad, realmente interesantes.
La gran premisa de Renault era crear un espacio amplio y modular. Su forma ovoide era clave para conseguir aquel objetivo, y encajaba bien en las curvas de aquella primera generación de Renault Mégane con la que compartiría plataforma. Un accesible y amplio portón trasero era clave para lograr su cometido.
Para Renault también era importante el acceso al habitáculo. Los franceses diseñaron un sistema de dos puertas correderas, y ausencia de pilar central, que hacía que el acceso fuera amplio y cómodo. Finalmente, el Renault Scénic optó por puertas convencionales. La complejidad de un sistema de puertas de este tipo probablemente hubiera supuesto un gran fiasco para el monovolumen de Renault. En cualquier caso, sorprende como otros fabricantes han abogado por soluciones no tan alejadas de esta idea. Opel tuvo la idea de dotar al Meriva de puertas traseras suicidas. Y Ford hizo lo propio con puertas correderas traseras, y ausencia de pilar central, en su B-MAX. En cualquier caso, 25 años después, no parece que el cliente acoja con los brazos abiertos a soluciones tan atrevidas.
El prototipo de Renault Scénic presentado en 1991 también estrenaba toda una serie de soluciones técnicas interesantes, como cinturones diseñados para niños pequeños, un detector de cansancio, sensor de presión de neumáticos, dirección asistida, tracción a las cuatro ruedas, e incluso un sistema ABS que trabajaba solidario con su cambio automático. Incluso eliminaron la palanca selectora del cambio automático para sustituirla por unos sencillos botones.
Aquel prototipo también equipaba un sistema de bloqueo automático de puertas, pensado especialmente para controlar a los más pequeños, cámaras para facilitar la visión de las plazas traseras, y el exterior, e incluso un maletero fácilmente accesible desde el portón trasero y el habitáculo. En definitiva, muchos gadgets pensados por y para las familias.
Fuente: Renault
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