No veréis nada más absurdo hoy. Sucedió en el sur de Estados Unidos, en un festival de inspiración australiana donde se celebran competiciones de burnouts, en las que suelen participar desde engendros artesanales como este Mazda MX-5 – con lo que parece un swap a un motor de ocho cilindros. Son eventos en los que se mezclan amateurs con algunos pilotos profesionales y aficionados, mientras todo el ambiente es regado con galones y galones de cerveza. Como es obvio, en ocasiones ocurren cosas como la que veréis a continuación. Sólo un aperitivo: un embrague explota en mil pedazos.
Por dónde empezar… En primer lugar, para hacer un burnout más efectivo, el conductor del Mazda MX-5 tiene la brillante idea de apoyar el frontal contra una de las paredes. No parece preocupado por impedir el paso de aire al radiador. Comienza a acelerar y durante unos instantes, quema rueda de forma espectacular. Deja de quemar rueda, y trata de volver a hacerlo, regulando de forma francamente errónea el embrague. Cree que está convirtiendo sus neumáticos traseros en humo, y lo que está haciendo es «quemar embrague» de forma escandalosa. En cuestión de segundos, el embrague salta por los aires. Chispas salen disparadas en todas direcciones.
Acto seguido, el coche comienza a arder, y los comisarios acuden a sofocar el fuego con extintores de lo más precario. El conductor sale por su propio pie del roadster, ha tenido suerte de que la explosión del embrague no ha perforado la fina chapa que lo protege del habitáculo: podría haber perdido un pie o incluso una pierna. Mientras el coche aún está humeando, vuelve a acercarse al coche, y de una nevera portátil situada tras los asientos, saca una cerveza fría y se la tira por encima. El mundo redneck es tan absurdo y temerario como – en contadas ocasiones – fascinante. Llegad a vuestras propias conclusiones.