Nos encanta ver coches sacados completamente de contexto. Posiblemente a nadie en su sano juicio se le ocurriría usar un Toyota RAV4 de primera generación para participar en carreras de ascenso. Y tiene lógica: es un coche con una batalla muy corta, alto, y diseñado para aventurarse con garantías fuera del asfalto – no para pegarse a él como una lapa. Pero lo que realmente nos llena de orgullo y satisfacción es que alguien haya tomado una base tan poco propicia para un coche de carreras y lo haya transformado en una máquina que parece tan divertida como imparable en competiciones de montaña.
Como seguro que suponéis, nunca ha existido un motor con semejante potencia en un Toyota RAV4. El propulsor transplantado a su vano motor es un legendario 3S-GTE, un cuatro cilindros de dos litros, turboalimentado. Es el mismo motor que movía a las versiones tope de gama de los Toyota MR2, así como a los Toyota Celica GT-Four. Una mecánica que ha sido modificada hasta la médula, entregando una potencia de nada menos que 450 CV. No sabemos si la entrega al tren delantero o a las cuatro ruedas, pero sabemos que este Toyota RAV4 de carreras conserva la caja de cambios y frenos del coche de serie.
Aunque esto pueda parecer una locura, la realidad es que el coche ha sido aligerado extensivamente, y al estar construido sobre una plataforma similar a la de aquellos Celica, el swap de motor fue muy sencillo. Por supuesto, la suspensión Bilstein y los componentes del chasis es donde gran parte del trabajo se ha centrado, logrando una reducción de su altura de nada menos que 15 centímetros. Si a ello le unimos unas geometrías mucho más agresivas y una decoración similar a la de los Toyota de rallye de los años del noventa, el resultado es tan descacharrante como efectivo. Mirad cómo se mueve en los vídeos que acompañan al artículo.
Y otra perspectiva on-board:
Fuente: Jalopnik