Hoy en día estamos más que acostumbrados a la existencia de prototipos. Marcas como BMW nos deleitan cada año con varios coches, que a menudo son maquetas a escala 1:1, en ocasiones ejercicios de diseño y visiones del futuro, y con suerte, en otros casos, avances muy próximos a lo que veremos en la calle. Tal vez por eso sorprenda que el primer prototipo de BMW no llegara hasta los años setenta, coincidiendo con la celebración de los tristemente recordados Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Aquel prototipo era el BMW Turbo de 1972, el que ves sobre estas líneas, un ejercicio de diseño que como veremos a continuación influiría mucho en iconos como el BMW M1, y en modelos que, como el BMW Serie 8, estos días están muy de actualidad por su regreso al mercado.
Tras haber sido uno de los diseñadores de algunos de los Mercedes-Benz más elegantes de los sesenta, Paul Bracq se convertía en el responsable de diseño de BMW y recibía la tarea de crear un coche espectacular con motivo de los Juegos Olímpicos. Tomando el chasis modificado de un BMW 2002, concibió un coupé que no solo equipaba su motor en posición central, algo inédito para BMW hasta la fecha, sino incluso un diseño de puertas a modo de alas de gaviota.
BMW Serie 8
Basta observar su apariencia para entender la influencia que su diseño en forma de cuña, por la posición del motor, su parrilla, o sus faros escamoteables, tendría más adelante en modelos como el BMW M1 de finales de los ochenta y, por ende, en el BMW Serie 8 de finales de los ochenta. Probablemente te recuerde también a un prototipo moderno, el BMW M1 Hommage de 2008, incluso por el color de su carrocería.
El BMW Turbo es algo más que un ejercicio de diseño
Pero lo cierto es que BMW quería que aquel prototipo de 1972, su primer prototipo, tuviera alguna utilidad más que servir como ejercicio de diseño. La industria comenzaba a preocuparse por la seguridad de sus clientes – por suerte – y es por eso que la marca alemana intentó que todo el trabajo de los ingenieros girara alrededor de los pasajeros.
De manera que el BMW Turbo serviría también para desarrollar e investigar tecnologías que hoy en día consideramos imprescindibles, como cinturones con carrete inercial, que permiten deslizar el cinturón para ajustárnoslo y bloquean al sufrir un tirón en el sentido contrario.
De hecho el BMW Turbo también equipaba una solución inteligente, pero sorprendente. Los cinturones de seguridad del BMW Turbo completaban el circuito eléctrico del sistema de arranque, de manera que el coche solo podía encenderse si el conductor llevaba puesto el cinturón. Más adelante los fabricantes decidirían una solución más razonable, dejar que el conductor y los pasajeros decidieran si llevar puesto o no el cinturón, advirtiéndoles con una señal luminosa, y molestándoles con un zumbido para disuadirles del cometer tal temeridad.
Más imágenes del BMW Turbo de 1972: