Seguro que si has seguido la industria del automóvil en los últimos años, más aún si llevas siguiéndola ya durante décadas, sabrás que la fiabilidad de marcas como Toyota y Lexus ha estado, por norma general, fuera de toda duda. Se trata de vehículos bien construidos, hechos para durar. En el vídeo que os mostramos se intenta demostrar esa supuesta longevidad y resistencia con un Lexus LS de segunda generación, matriculado en 1999, y con 230.000 km a sus espaldas. ¿Cómo habrá envejecido?
La trayectoria de Lexus arranca a finales de los años 80 del siglo pasado, cuando Toyota decidió entrar -con todo- en el mercado de los vehículos de lujo. Lo hizo con esta marca que ahora todos conocemos, pero que en sus inicios era (como es lógico) un fabricante minoritario. Para convencer a sus potenciales clientes, Toyota invirtió una cantidad monstruosa de dinero en el desarrollo del que se convertiría en el primer Lexus, el Lexus LS400, rival directo de modelos como el Mercedes Clase S o el BMW Serie 7.
Lexus LS
Admitido ya como uno de los vehículos más longevos y bien construidos de las últimas décadas, la primera generación del Lexus LS se mantuvo a la venta durante bastantes años, concretamente desde 1989 hasta 1994 para ser renovado por una segunda generación que se alargó en el tiempo hasta 2000 y que, en realidad, era una revisión muy profunda de la primera. El fabricante afirmaba que el 90% de los componentes de la segunda generación del LS eran completamente nuevos. 23 años después de abandonar el concesionario y algo más de 230.000 km después...¿en qué estado se encuentra esta unidad de Lexus LS?
Así (no) pasa el tiempo por este Lexus LS de 1999
En este vídeo, publicado Youtube en el canal The Car Care Nut, podemos analizar cómo ha envejecido esta unidad. El primer vistazo a la carrocería deja claro que se trata de una unidad que no ha sufrido prácticamente ningún daño, lo que le ha permitido preservar su estado. En el interior es donde nos encontramos, sin ninguna duda, la joya de la corona: el desgaste es prácticamente inapreciable.
El aspecto de elementos como el pomo de la palanca de cambios, del volante y de por supuesto los asientos y paneles de puertas es verdaderamente alucinante: parece que nadie se ha sentado nunca en su interior pese a estar hablando, insistimos, de un coche que está a las puertas de cumplir su primer cuarto de siglo y que ha rodado holgadamente por encima de 200.000 kilómetros. Incluso las alfombrillas, originales, conservan su aspecto casi inmaculado. Sin duda alguna, tiene que ser una pasada pegarse una buena kilometrada ahí dentro.
En los bajos el aspecto no es tan rutilante ya que la mayoría de componentes de la suspensión muestran una capa de óxido que afea su aspecto. Eso sí, es simplemente eso, aspecto: una fina capa que no afecta a la resistencia o durabilidad. Llama poderosamente la atención la ausencia de pérdidas de líquido, fugas o gomas cuarteadas. Podemos apreciar cómo Lexus construía con mimo estos coches, invirtiendo mucho más dinero que de costumbre, en detalles como las abrazaderas metálicas, siempre con un tornillo, que permiten un ajuste perfecto y, además, una reutilización segura.