El Mazda MX-5, un coche que a estas alturas de la película no necesita presentación. El David de Miguel Ángel, la novena sinfonía de Beethoven o la Torre Eiffel de Gustave Eiffel, todos ellos elementos míticos en su disciplina, donde el deportivo de Mazda desempeña dicho puesto en el sector del automóvil y hoy vuelve al garaje de Diariomotor. Me he puesto a los mandos del Mazda MX-5 con el motor 2.0 no solo para descubrir por qué es un mito y por qué es tan especial, sino también para experimentar en mis propias carnes si realmente los descapotables son perfectos para el verano o, por el contrario, son la peor idea posible para estos calurosos días. ¡Empezamos!
No os voy a mentir, estaba nervioso a la par que emocionado por probar el Miata. Ya me lo había advertido mi compañero y amigo Juanma, que los descapotables son para muchas cosas pero no para el verano, y él sabe de lo que habla ya que tiene uno en su garaje. Aún así, me dejé llevar por la emoción, las ganas de conducir el deportivo japonés y descubrir por qué diantres es tan amado.
Mazda MX-5
Pequeño, coqueto y con espíritu deportivo
El sol azotaba sin piedad la capital aquella tarde de julio cuando me dirigía al concesionario de Mazda para reunirme con el MX-5. Varias personas de las instalaciones me indicaron a donde debía ir para ser atendido y recibir las llaves del deportivo japonés. Mientras esperaba contemplando como revisaban los bajos de un CX-3, pude divisar a lo lejos al que sería mi compañero de aventuras durante una semana.
Allí estaba, arropado por la edición especial Blue&Red que se encarga de combinar una preciosa pintura azul marino con una capota burdeos y unas llantas negras de 17 pulgadas firmadas por BBS. Tras afrontar la burocracia típica de las cesiones de coches de prensa, el encargado de brindarme las llaves me acompañó hasta el coche y se despidió a grito de «¡Disfrútalo!»
Su interior beige claro no perdona y emite todo el calor que había estado absorbiendo el Mazda MX-5 a lo largo del día. No me importa. Acciono el contacto y el cuatro cilindros atmosférico me recibe con un gruñido que no esperaba. La sonrisa ya está marcada a fuego en mi rostro mientras juego con los mandos de la climatización para no perderla por culpa de los más de 30 grados que seguían cayendo sobre Madrid.
Me acomodo en el asiento y, pese al miedo a no caber en el deportivo por culpa de mi 1.90 de estatura, sorprendentemente encuentro casi al instante una buena posición de conducción. Espacio suficiente para la cabeza y, sobre todo, para las piernas. Meto primera no sin antes quemarme con el pomo de la palanca y abandono las instalaciones de Mazda en busca de conocer eso que hace tan especial al Mazda MX-5 y de disfrutar de este anti-depresivo con ruedas.
Esencia pura y dura… hasta en el habitáculo
No os voy a mentir, el diseño de esta última generación del Miata me agrada a la par que me entusiasma, consiguiendo que me girase en más de una ocasión tras dejarlo aparcado. Pero esto es algo muy subjetivo, así que procuraré no detenerme mucho admirando la fisionomía del japonés; permitidme que vaya directamente a su habitáculo.
Como os podéis imaginar -y como ya sabréis los que os habéis subido en uno- el Mazda MX-5 no está ideado para albergar en su interior a personas de prominente estatura. Por suerte -y gracias en parte a la regulación que tiene ahora el deportivo en altura y profundidad del volante-, puedo encontrar una postura bastante decente en su interior sin grandes dificultades pese a ser alto.
Pero para lo que sí que está ideado el Mazda MX-5 es para conducir y disfrutar, y eso lo percibimos a través de aspectos positivos y aspectos negativos. El volante es completamente redondo, de tacto agradable y está custodiado por una botonera de fácil accionamiento. El cuadro de mandos es analógico, y en posición central, acaparando casi toda nuestra atención, está el tacómetro, mientras que a su izquierda se sitúa una pequeña pantalla digital con la información necesaria y a la derecha el velocímetro.
«No necesito mucho más», pienso para mis adentros mientras me familiarizo con el interior del MX-5. El salpicadero prosigue recubierto por un plástico duro predominante en prácticamente todos y cada uno de los recovecos del deportivo japonés, dejando unos buenos ajustes pese a que algunas zonas no son tan agradables al tacto como el volante o el pomo del cambio.
La pantalla central es de 7 pulgadas y tiene truco: pese a ser táctil, esta función tan solo está disponible cuando estamos parados, ya que de lo contrario tendremos que accionarla por medio del mando satélite situado en la consola central. No os voy a mentir, los gráficos son mejorables así como su respuesta, dejando un conjunto vetusto cuando lo comparamos con el de la competencia. Podemos solventar esto en cierta manera tras conectar nuestro smartphone por medio de Apple CarPlay o Android Auto.
Otro punto en el que flaquea el MX-5 es en los espacios para depositar objetos. No tenemos guanteras en las puertas ni tampoco en el salpicadero. Así, los diseñadores de la marca han delegado la tarea de almacenar nuestras pertenencias a un pequeño hueco instalado en la consola central y a un cofre situado entre los dos asientos fácil de aprovechar pero que implica cierta doblez para poder acceder a él. El maletero es el esperado en un bi-plaza que coquetea con los cuatro metros de largo. Concretamente este declara 130 litros de capacidad de la mano de una boca de carga algo incómoda pero que sirve perfectamente para dos pasajeros.
Diversión a toque de botón
Pero ya basta de cordialidades. Permitid que vuelta a adquirir ese tono más emocional para narraros no solo lo que se siente a los mandos del Mazda MX-5, sino también para responderos a esa pregunta sobre si los descapotables son realmente un buen complemento para el verano como muchos creen.
Mis primeros kilómetros a los lomos del nipón son por autopista, donde aprovecho para fijar mi atención en el aislamiento, que es…correcto. Es fácil escuchar ruidos aerodinámicos con la capota puesta, que pueden hacerse algo irritantes en caso de afrontar largos viajes. La suspensión es firme pero no llega a resultar incómoda, y el consumo es capaz de reducirse hasta los 6,5 litros a los 100 kilómetros si no somos violentos con el gas.
Al poco rato afronto la urbe, donde callejear con el MX-5 es sumamente sencillo gracias a sus contenidas dimensiones, aunque debemos estar preparados para sentirnos muy bajos al lado de cualquier SUV compacto que, en condiciones normales, no nos parecerán tan grandes. La visibilidad tampoco es extraordinaria, sobre todo la trasera, pero no resultará un impedimento para desplazarnos por la ciudad.
Pero donde realmente brilla el Mazda MX-5 es una carretera revirada. ¿Habéis escuchado eso de que a veces menos es más? Pues aquí se aplica a las mil maravillas. Ya con ganas de ver de lo que es capaz el idolatrado deportivo en su hábitat natural, decido investigar un poco y descubro el Puerto de la Morcuera situado a las afueras de Madrid. Eso supone un viaje de ida de una hora y media y de otra hora y media el de vuelta, más lo que decidiese invertir en gestar sonrisas.
Contrasto con mi compañero y amigo Sergio -quien ha acudido allí en más de una ocasión con coches de prensa- el nivel de diversión que es capaz de brindar este tramo de montaña. Recibo una respuesta afirmativa y salgo de casa como alma que lleva el diablo. Me subo al MX-5, enciendo el contacto y admiro los 28 grados que irradiaban las calles de Madrid aquella calurosa mañana, lo que hace que me decante por emprender mi viaje hacia la felicidad con la capota puesta y el aire acondicionado activado.
Autopista, algo de tráfico pero no tardo demasiado en encontrarme con lo que es el Puerto de la Morcuera: un paso de montaña situado a 1.796 metros sobre el nivel del mar conformado por una serie de curvas reviradas que prometen mucho. Empiezo a recorrer los primeros kilómetros con cautela pero sin miedo a conocer al MX-5. En este caso me acompañaba el propulsor tope de gama, un 2.0 litros atmosférico de cuatro cilindros capaz de erogar 184 CV y 205 Nm de par, cifras que pueden parecer algo escasas pero son más que suficientes para mover los irrisorios 1.105 kilos que declara el japonés sobre la báscula.
Su condición de atmosférico casa a la perfección con el concepto del Mazda MX-5, permitiéndote jugar mucho con las marchas y buscar toda su potencia en la zona alta del tacómetro, con la línea roja prácticamente a 8.000 vueltas. El sonido también acompaña que, sin la necesidad de recurrir a petardeos, es bonito, agradable y muy deportivo. Para disfrutarlo aún más decido descapotarlo pese a tener que plantarle cara al calor abrasador.
A medida que subo el ritmo descubro que el MX-5 es todo un bisturí en lo que a precisión se refiere. Perdonas cualquiera de los defectos que aquí un servidor ha mencionado unos cuantos párrafos más arriba. El tacto de la caja de cambios es delicioso con unos recorridos cortos y precisos, la suspensión tiene un tardado muy equilibrado conteniendo bien los balanceos de la carrocería y tan solo echo en falta un grado más de implicación por parte de la dirección, que si bien es directa y rápida, esperaba un punto más de comunicación para hacer que el conjunto fuese redondo no, lo siguiente.
Aún así, el conglomerado del MX-5 es conciso, puro y traduce sumamente bien lo que sucede en el asfalto. Corregir los errores que puede cometer uno a los mandos del japonés es viable gracias precisamente a esa portentosa conexión entre peso y potencia, creando así el binomio en el que radica la esencia del Mazda MX-5. Guiarlo por donde queremos es sencillo y así me lo demuestra en las curvas de la pista de baile escogida: cerradas, abiertas… No importa, podemos doblegarlas a nuestra merced gracias a esa precisión del deportivo y al alto ritmo al que es posible ejecutar el punta-tacón no tanto por la pericia del conductor, sino por la buena posición de los pedales.
Las revoluciones del motor suben con diligencia, dejando que el sonido del cuatro cilindros inunde la vacía carretera del Puerto de Morcuera a la vez que su juguetona trasera me permite redondear aún más las curvas. Cambio de marcha más de lo necesario gracias al adictivo tacto de su caja, a la vez que busco que el régimen de giro no caiga demasiado para seguir llevando al Miata donde más cómodo se siente. El sobreviraje sale a relucir cuando le buscamos las cosquillas al nipón, pero resulta fácil de subsanar, dejando un equilibrio entre diversión y seguridad enriquecedor para el conductor.
Llego a un amplio aparcamiento y decido aprovechar para hacer las fotos que ilustran esta prueba. Admiro al deportivo, sus líneas, su fisionomía y lo que es capaz de transmitir…Reconozco que me he enamorado un poco -solo un poco-. «Pero, un momento, se me ha olvidado subir la capota mientras estoy aquí haciendo fotos».
Y es que me veo en la obligación de tratar este punto que ha sido, en parte, el principal motivo de la prueba. La respuesta sobre si los descapotables son para el verano o no la encuentro en una palabra que encaja a la perfección con mi origen gallego: depende. Y es que depende mucho del contexto y lugar en el que vivamos, el tipo de conducción que hagamos y el nivel de disfrute que queramos experimentar.
Madrid con su clima seco y sus altas temperaturas no es el lugar idílico para perderte con un descapotable, sobre todo porque vas a preferir ir encerrado con la capota puesta y el aire acondicionado a toda potencia. Sin embargo, puede que sea más lógico aprovechar el disfrute que te brinda la conducción a cielo abierto en primavera u otoño. Y es que por mucho que haya disfrutado de esta prueba y por mucho que haya ido descapotado cuando el sentido común me decía lo contrario, tener más de 30 grados encima no es agradable.
Entonces, ¿descapotamos o no?
No, tener un descapotable no es una tontería si ciertas condiciones te lo permiten y más si es con un coche como el Mazda MX-5 y en un lugar costero con brisa más fría y temperaturas menos abrasivas. Tampoco es inviable en lugares como Madrid -aunque sí más limitado-, ya que es posible disfrutar de un paseo a las 22:00 de la noche descapotado, a lo que si sumamos esa capacidad del MX-5 para hacerte sentir mucho sin tener que circular muy rápido, obtenemos una situación casi inmejorable.
Sea como fuere, siempre nos quedarán otras épocas del año para poder ir a todas partes con la melena al viento. Ahora, ¿es el MX-5 el descapotable a escoger? Si tenemos en cuenta el rumbo que está tomando la industria automovilística, la escasez de mecánicas atmosféricas y el grado de diversión que puedes obtener por no demasiado dinero, la respuesta para mí es sí, siempre y cuando el japonés encaje con tus gustos y necesidades. Bien es cierto que en cuanto a tecnología y materiales se refiere el Miata flaquea frente a otros modelos, pero por su precio pocos coches nos llevaremos con misma esencia y, sobre todo, misma filosofía.
Concretamente, Mazda nos pide abonar un total de 36.500 euros por el MX-5 Blue&Red Edition. No suena descabellado teniendo en cuenta lo que ofrece el deportivo, aunque siempre podemos reducir la factura optando por un MX-5 estándar. Aún así, la duda sigue recayendo en cualquier caso sobre si circular con un descapotable en verano es lógico, que en determinadas circunstancias parece que no pero ya que se puede descapotar, descapotamos, ¿no? al fin y al cabo forma parte de la esencia de estos coches.