Como periodista del motor, tengo el privilegio de probar decenas de coches cada año. Las últimas novedades de un mercado que cada vez apuesta de forma más directa por la electrificación, que es cada vez más excluyente, y que es cada vez menos apasionante. Si quieres comprar un SUV eléctrico hay para elegir de cualquier forma y color, pero el panorama puede ser desolador si amas los coches, si amas la conducción… y si no tienes el salario de un futbolista. Perder la fe es sencillo, pero si eres un verdadero creyente en esa religión que es la combustión interna, aun existen clavos ardientes. Aun hay resquicios de esperanza.
Subaru BRZ, un coche al que tenía muchas ganas
Suelo escribir las pruebas de coches al poco tiempo de conducirlos, por mantener mis impresiones lo más frescas posibles. Sin embargo, el Subaru BRZ del que os estoy hablando pasó por mis manos en Navidad de 2023, hace más de tres meses. La experiencia fue tan “religiosa” y “sanadora” que inconscientemente he querido encerrarla en mí mismo, conservarla en mi interior de forma egoísta. El paso del tiempo me ha ayudado a procesar la maravillosa semana que pasé a sus mandos, y a comprender que algo tan bello y puro debe ser compartido para ser apreciado. El “petrolheadismo” necesita de evangelización.
Subaru BRZ
Fotos de la prueba del Subaru BRZ
Si piensas que estoy exagerando, déjame que te haga una confesión: de todos los coches modernos que he podido probar en los últimos tres años, solo el Porsche 911 S/T ha logrado emocionarme más que el Subaru BRZ que protagoniza este artículo. El Subaru BRZ – y su hermano, el Toyota GR86 – de segunda generación es el reemplazo del primer deportivo desarrollado en cooperación por ambas marcas. En su momento, pude probar tanto el primer Subaru BRZ como el Toyota GT86. Sobre el papel, su receta se ha mantenido idéntica: hablamos de coupés de propulsión, construcción ligera y motores bóxer atmosféricos.
Los primeros BRZ/GT86 son coches puros y puristas, pero en su momento, no lograron ponerme los pelos de punta. Su chasis era equilibrado y ágil, pero sus motores de dos litros y 200 CV eran demasiado puntiagudos. Por debajo de las 5.000 rpm eran insulsos, y te obligaban a ir con el “cuchillo entre los dientes” para que demostrasen algo de carácter. Ir siempre al límite, y tener solo 2.000 rpm para “jugar” es agotador, es estresante y puede resultar incluso peligroso. Quizá por ello, mis expectativos de los nuevos BRZ/GR86 eran modestas. Sabía que ambas marcas habían perfeccionado su receta, pero no esperaba, ni mucho menos, una revolución.
Esa revolución es el cambio de filosofía que su motor nos ofrece. Sigue siendo un motor bóxer de esencia Subaru con un sistema de inyección desarrollado por Toyota, pero su cubicaje crece en 0,4 litros. Su potencia aumenta hasta los 234 CV, pero el dato realmente importante es que el 80% de su par motor está disponible ya a 2.500 rpm. Además, el par motor máximo es de 250 Nm a solo 3.700 rpm, notablemente superior al de su predecesor. Esto se traduce en un coche que se siente mucho mas lleno de potencia, pese a ser solo marginalmente más potente.
El motor bóxer no pierde su carácter puntiagudo, pero tiene mucha más “chicha”, especialmente en la parte baja y media del cuentavueltas. El resto de ingredientes de la receta siguen en su sitio: una caja de cambios manual de seis relaciones bastante cerradas, un reparto de pesos casi perfecto, dimensiones contenidas y el eje motriz correcto. Para paladear con calma esta receta volví al rutómetro del Rally de Catalunya de 2022, el último que fue 100% de asfalto, y ya que estaba pasando unos días en Sitges, me propuse explorar algunos de sus mejores tramos. En domingo, en la mañana de Nochebuena, con las carreteras absolutamente desiertas.
Besar el asfalto
Tras unos cuantos kilómetros de autovía, dejo atrás Reus y encaro el puerto de Duesaigües. Estrecho y extremadamente ratonero, pero bien asfaltado y con unas vistas impresionantes. Sin llegar a meter tercera, enlazo curvas con una agilidad pasmosa. Percibo que me estoy calentando, y levanto el pistón casi al coronar el pequeño puerto. El BRZ me acaba de tentar, y sin tapujos, me insinúa que hay mucha mas tela que cortar. Llego a la clásica “rotonda del WRC”, llena de marcas de neumáticos y pintadas. Ni confirmo ni desmiento que he añadido alguna marca al firme. Una foto de rigor, y sigo mi camino en dirección a Torroja del Priorat.
La carretera secundaria pasa a ser más amplia, con curvas de radio medio y un firme perfecto. Estiro las marchas del coche, y compruebo que el empuje no cesa hasta pasadas las 7.300 rpm, cuando llegamos al limitador. El bóxer no tiene el sonido más bonito del mercado, y parte de su sonido está canalizado a través del equipo de sonido, pero su rugir nos sumerge de lleno en la experiencia de pilotaje y no es en absoluto desagradable como banda sonora. La bajada hacia La Bisbal de Falset me permite comprobar que los frenos no desfallecen – en circuito habría que comprobarlo – y que el agarre del tren delantero es magnífico.
Este es un detalle importante, ya que llevamos neumáticos delanteros de solo 215 mm de sección, calzados con neumáticos Michelin Pilot Sport 4. El agarre del tren delantero no es infinito, es su dirección la que nos transmite de forma meridiana y clara cuanto margen le quedan a sus neumáticos. Una dirección precisa, rápida y con buena retroalimentación es un componente clave en cualquier deportivo, y aquí, el Subaru BRZ es sobresaliente. Dejo atrás La Palma d’Ebre por carreteras serpenteantes, y llego el enorme embalse de Ribarroja del Ebro, no sin antes pararme a hacer algunas fotos.
Esta presa me lleva al plato fuerte del día. El tramo de Riba-Roja d’Ebre a Pobla de Massaluca, uno de los platos fuertes del mundial. No hay un alma a la vista, el sol brilla, pero la temperatura es solo de 12 grados. Hace un día perfecto para comenzar a devorar curvas. El baile al que el BRZ me somete comienza con un tango lento, pero pronto se convierte en una bachata rápida, sensual y cargada de erotismo. Al salir de cada curva el deportivo me pide un “redondeo” a base de gas, y a su entrada me pide un punta-tacón, sin asistentes que lo ejecuten por nosotros. El motor grita a los cuatro vientos, con un empuje sorprendente. Estoy absolutamente envenenado.
El equilibrio del coche es prodigioso, y me siento en completa comunión con la máquina. Es una experiencia visceral y analógica. El coche nos obliga a trabajar, pero nos recompensa con creces. No niego que un GTI moderno con motor turbo y cambio automático sería más efectivo y rápido. Pero os garantizo que no le llegaría a la altura del betún en sensaciones. Degustar un tramo tan perfecto como este, con un coche tan apropiado, es una de las cosas más divertidas que pueden hacerse con la ropa puesta. El tramo es largo, y a mitad de camino decido parar a hacer alguna foto, y a que tanto yo como el coche descansemos de tanto baile.
Me dan ganas de besar el capó del coche, y besar el asfalto. Si no conocéis la zona, os garantizo que la provincia de Tarragona tiene algunas de las mejores carreteras del país. Recupero la compostura y vuelvo al coche. Después de dejar atrás Pobla de Massaluca vuelvo a la zona de Falset, surcando carreteras más amplias, e incluso algún trocito de nacional. Antes de volver a Sitges decido subir al mirador de L’Arbolí, al que llego tras dejar atrás un tramo bastante revirado, húmedo y con el firme sucio por obras. En más de una ocasión la zaga se insinúa de forma natural, y en otras ocasiones, en curvas o rotondas, me invade mi alter ego “gamberro” y yo hago que se insinúe.
Lo hace de forma tan natural y progresiva que en ningún momento me siento en peligro. La expresividad de un motor turbo o un deportivo mucho más potente no me permitirían, ni de lejos, las mismas licencias. Mientras hago unas fotos, me viene a la cabeza lo mucho que estamos perdiendo al abandonar no solo la combustión interna, si no el concepto de coches deportivos asequible, de potencia modesta. Un concepto que solo el Mazda MX-5 comparte, a día de hoy, con el Subaru BRZ y su hermano mellizo Toyota. Y esa reflexión me entristece profundamente, porque es la más pura destilación de la pasión por el motor para todos los públicos.
El mundo de los coches deportivos se ha tornado exclusivo, elitista y excluyente. Los deportivos no solo son inalcanzables en precio, si no en potencia y eficacia. En una carretera de curvas no podremos explorar ni el 40% de sus posibilidades, y solo un piloto de élite, en circuito, sabrá llegar con seguridad a sus límites. Por muy fáciles que estos coches nos pongan las cosas, siempre nos sentiremos “enjaulados”. Su pilotaje casi nunca será tan divertido y agradecido como lo ha sido disfrutar de una mañana de curvas en un coche tan delicioso como el Subaru BRZ. Tras dejar atrás la zona de curvas, vuelvo al mundo real, a la autopista AP-7.
Entre camiones, autocaravanas y furgonetas, el BRZ se siente fuera de lugar. Es ruidoso y su visibilidad es mediocre, aunque logra consumos reales en el entorno de los 7 l/100 km a ritmos legales. Tiene las asistencias justas a la conducción, carece afortunadamente de control de crucero adaptativo y aun nos obliga a prestar atención a la carretera. Pero se siente enjaulado, y te recuerda en todo momento que su lugar feliz es un delicioso tramo de curvas bien asfaltado, con un conductor que lo entienda, lo respete y lo idolatre. Es un coche extremadamente especial, y hoy en día, un coche más importante que nunca si te consideras amante del motor.
Desgraciadamente, ya no es posible estrenar un Subaru BRZ en nuestro país: la marca no venderá más unidades. Y si no has logrado entrar al cupo de las últimas 50 unidades del Toyota GR86, me temo que su mellizo también es inalcanzable, al menos sin recurrir a la segunda mano o una importación paralela. Por ello, atesoraré para siempre estas líneas, estas fotos y esta experiencia.
Merecía la pena compartirla.
Fotos de la prueba del Subaru BRZ