Durante años, he sido un firmísimo defensor de la filosofía del Suzuki Swift Sport. En 2010 alquilé un Swift “ring-tool” con el que rodé ocho vueltas en Nürburgring, disfrutando de su ligereza y de su puntiagudo motor atmosférico. En cierto modo, era el último de los GTI a la vieja usanza: muy ligero, muy divertido, muy asequible y con un nivel de potencia modesto. A principios de año, Suzuki anunció el lanzamiento de un Swift Sport de nueva generación. Una generación que se ha distanciado para siempre de sus predecesores con un motor turbo alimentado de 140 CV. Tras haber convivido con él durante una semana, os quiero contar por qué me he bajado del coche con sentimientos encontrados. Ha sido una experiencia agridulce.
Suzuki Swift
¿Qué hay de nuevo, viejo?
Vamos por la sexta generación del Suzuki Swift, cuyas versiones deportivas se apellidaban inicialmente GTi. Montaban un puntiagudo motor Twin Cam de 1,3 litros y alto régimen de giro, que en sus versiones Sport del siglo XXI fue reemplazado por un 1.6 atmosférico de cuatro cilindros. En la pasada generación del Swift Sport este motor desarrollaba 136 CV, a un régimen superior a las 7.000 rpm. Aquél coche era una rareza atmosférica en un segmento que ya se había entregado de lleno a los brazos de la turboalimentación. Cuando Suzuki anunció un nuevo Swift Sport, varias cosas me llamaron la atención de forma muy positiva. La primera es que el coche sigue siendo un segmento B de verdad.
El Suzuki Swift no ha crecido un solo centímetro con respecto a su predecesor. Mide sólo 3,89 metros de largo y con un peso en orden de marcha de sólamente 975 kg, es más ligero que su predecesor. Además de un tamaño y peso realmente contenidos, hemos de hablar de su motor. Por primera vez en su historia, el Swift Sport usa un motor turbo. Concretamente un 1.4 BoosterJet de desarrollo Suzuki, con 140 CV de potencia. Sobre el papel, todo es positivo: su tiempo en el 0 a 100 km/h se ha reducido en 0,6 segundos hasta los 8,1 segundos, consume una media de solamente 5,6 l/100 km y su velocidad punta crece hasta los 210 km/h. Su relación peso-potencia ha mejorado de forma ostensible, ganando sólo 4 CV.
Pero seguía sin tener claro que la filosofía turbo casara con el legado del Swift Sport. Así que solicité una unidad de pruebas y me lo llevé a casa durante una semana.
Un pequeño GTI… ¿convincente?
Llego a Madrid y me entregan las llaves del coche. “Lo verás enseguida”, me dicen. Pintado en color “Champion Yellow” llama la atención, no puedo negarlo. Me encanta que su diseño esté claramente diferenciado del de otros Swift. Su frontal tiene un diseño específico, con una nueva parrilla con rejilla tipo “nido de abeja” y unos módulos muy agresivos para los faros antiniebla. El spoiler frontal, las taloneras laterales y el difusor trasero están acabados en un plástico oscuro que imita la fibra de carbono de forma convincente. Por si las llantas de 17 pulgadas y diseño específico no fueran suficiente, un vistazo a su zaga te permitirá contemplar sus dos tubos de escape. Dos tubos de escape perfectamente funcionales y reales.
Paso al habitáculo y me acomodo en el asiento delantero. Un bonito asiento deportivo de tela, con flancos pronunciados y un excelente agarre lateral. Su material es mucho más sufrido que el cuero y con toda seguridad soportará mejor el paso de los años y los kilómetros. A este asiento se une un volante específico, con demasiada profusión de botones para mi gusto y un bonito diseño. Combina cuero perforado y cuero liso, con superficies en plástico negro satinado y un paspuntado rojo muy logrado. Su instrumentación es también ad-hoc, con un cuentavueltas de fondo rojo y un velocímetro tarado hasta los 260 km/h. En el salpicadero encontramos unas molduras de color rojo, como último guiño a la deportividad.
Es un coche cuyos orígenes humildes no se pueden esconder: todos sus plásticos son duros y de un acabado similar, aunque bien ajustados y aparentemente muy sólidos. Su diseño interior es sencillo y sobrio, orientado a la funcionalidad de forma abierta – una aproximación muy nipona al diseño de interiores. Sobre cuestiones de ergonomía y espacio os remito a la prueba de mi compañero Mario Herraiz, donde podréis conocer el resto de impresiones. La posición de conducción no es tan baja como en otros utilitarios, pero gracias al ajuste telescópico del volante, resulta muy natural y cómoda para personas de casi cualquier talla. Del Suzuki Swift siempre me ha gustado su buena visibilidad, y la forma angulosa de su abundante superficie acristalada es la causa.
Pero lo que más me interesa es saber cómo va este pequeño GTI. Arranco el motor y el cuatro cilindros de 1,4 litros me saluda con un ralentí acelerado. Al rato se estabiliza y se convierte en un ronroneo casi imperceptible. En este coche no hay modos de conducción ni suspensiones ajustables. Su filosofía casa con la del Swift Sport de «toda la vida»: es un coche que siempre va en modo sport, que no esconde su cara más deportiva y desenfadada. Desde el primer momento percibo que la suspensión es dura, sin castigar en exceso a los ocupantes. Al contrario que ocurre en coches como el Ford Fiesta ST, en zonas bacheadas no pierde la compostura y digiere los baches con cierta dignidad. Como «daily driver», es un coche ideal.
De hecho, de la que me subía a Asturias pude certificar que es capaz de consumir muy poco combustible. El Suzuki Swift Sport homologa un consumo de 6,0 l/100 km, y en un trayecto mixto de carretera, autovía y puertos de montaña ha consumido una media de 5,5 l/100 km. Un consumo muy contenido, que en un ciclo más mixto le cuesta superar los 7 l/100 km, incluso incluyendo tramos a ritmo fuerte. No obstante, su depósito de gasolina de sólo 37 litros nos obliga a visitar la gasolinera con cierta frecuencia – aunque lo cierto es que llenarlo con menos de 40 euros es un alivio en estos tiempos.
Otro punto a destacar del Suzuki Swift Sport es que su dirección tiene un tacto excelente. El peso es el adecuado – no es artificialmente pesada – y tiene una excelente retroalimentación, casi tan buena como las hidráulicas de hace años. Al tener un peso tan contenido y unas dimensiones tan compactas, el coche se conforma con unas llantas de 17 pulgadas y neumáticos deportivos de 195 mm de sección. No es necesario recurrir a los rodillos de otros utilitarios deportivos, que terminan perjudicando su agilidad y los consumos de combustible. Todos los ingredientes para un excelente GTi están presentes en el Swift Sport.
Pero en muchas ocasiones, una receta con la mejor materia prima y el mejor cocinero puede fallar si uno de los ingredientes no es idóneo. Y muy a mi pesar, ese ingrediente es el motor del Swift Sport. Es un motor 1.4 BoosterJet, un propulsor turboalimentado de 140 CV, con un considerable par motor: 230 Nm entre las 2.500 rpm y 3.500 rpm. No es un mal motor per se, empuja con mucha fuerza desde apenas 1.500 rpm y hace que el coche tenga unas prestaciones sorprendentes. Gracias a sus 975 kilos, parece que el motor desarrolle al menos 160 CV. Despacha adelantamientos con increíble presteza y nos permite ganar velocidad muy rápidamente.
Pero es un motor sin apenas personalidad. Es un motor idóneo en todocaminos como el Suzuki Vitara, pero no casa con la filosofía del Swift Sport. En primer lugar, entrega su potencia máxima a sólo 5.500 rpm y a las 6.000 rpm está cortando inyección. Su sonido es demasiado discreto, y solo suena bien cuando se acerca a su corte de inyección. A bajo y medio régimen tiene un sonido decepcionante, en absoluto bonito o deportivo. Sus dos colas de escape son espectaculares y son muy reales, pero ni siquiera desde fuera tiene un sonido distintivo. Es el eslabón más débil de la sólida cadena que es el Swift Sport.
El cambio es rápido y preciso, y el chasis es comunicativo como pocos. En un tramo revirado es juguetón, cambia de dirección con una facilidad pasmosa y tiene una zaga a la que le gusta jugar. El equipo de frenado tiene una eficacia inusitada – de nuevo, el bajo peso del coche comporta muchas ventajas – y es un coche con el que una carretera de montaña se convierte en una divertidísima montaña rusa. A un ritmo normal no echarás de menos el motor atmosférico, pero un GTi como este Swift Sport se merece un motor con más personalidad. Un motor que se estire por encima de los 6.500 rpm – como es común en otros motores turbo – que tenga una entrega de potencia con más carácter y un sonido más bonito.
Al devolver el coche me quedé con un sabor de boca agridulce. Si me permitís la libertad, este Suzuki Swift Sport es como una pareja a la que quieres con locura, es arrebatadora y pasional… pero discutes con ella sin parar. Vuestras discusiones y diferencias terminan por limar sus cualidades positivas y tu cariño, resultando en el inevitable fin de la relación. El potencial era muy alto, pero la teoría acabó peleándose con la práctica, saliendo muy mal parada. Quizá mi problema fue conocer a las anteriores versiones del Swift Sport, más lentas y menos potentes, pero con una personalidad inigualable.