La biomasa es una fuente de energía que siempre ha estado en tierra de nadie. Tiene ventajas y desventajas a partes iguales. Ha sido considerada como limpia y como contaminante a la vez. Tuvo un tiempo de progreso pero nunca ha llegado a brillar como referencia energética. Sin embargo, todavía podría tener un futuro. ¿Podría ser que el coche del futuro dependiera de la biomasa?
Qué es la biomasa
En realidad, su nombre lo define a la perfección si uno se para a pensarlo. La biomasa es una fuente de energía que procede de restos o deshechos orgánicos de diferente tipo. Pueden ser restos agrícolas, pueden ser subproductos animales, pueden provenir de la deforestación, puede ser aceite ya utilizado, pellets de madera … En realidad, es cualquier cosa de origen orgánico que puede todavía aprovecharse para generar energía, generalmente al quemarla o al aprovechar el gas que genera cuando fermenta. Se puede utilizar el calor directamente en sistemas de calefacción, o se puede utilizar como fuente de energía en centrales térmicas para producir electricidad.
De ahí que el nombre biomasa sea una definición perfecta. Coge todo lo que sobra de la materia orgánica que ya no podemos utilizar de ninguna otra forma, haz una masa, y úsalo para generar energía.
Biomasa como combustible: biodiésel y biopetróleo
Si se puede utilizar para quemarse y producir energía en una central térmica, también se puede utilizar en un motor de combustión, ¿no? Así nació el biodiésel y el biopetróleo. Estos aceites ofrecen propiedades similares a las del diésel y la gasolina, y son combustibles en sí mismos. Realmente hace muchos años que existen, y de hecho en determinadas concentraciones se puede utilizar incluso en vehículos actuales con motor de combustión estándar.
Es por eso que podemos decir que la biomasa no es algo nuevo, sino que es parte del presente, e incluso del pasado.
La biomasa de primera, segunda y tercera generación
Tal es así, que existen generaciones de biomasa. La biomasa de primera generación es pasado. Aquí hablamos directamente del uso de madera, el maíz, el aceite de palma, o el aceite de colza, entre otros, como un combustible. El gran problema de esto es que la producción masiva llevó a deforestaciones exageradas, destrucción de bosques y de hábitats de animales, y peligros de extinción para múltiples especies. Es más, el verdadero problema del aceite de palma nunca fue tanto la producción alimentaria como el uso de este para la producción de biocombustible. El único uso con sentido para esta biomasa es en calderas o sistemas de calefacción de pequeño tamaño a nivel doméstico, pues puede ser una forma de aprovechar una materia que difícilmente se aprovechará si es un pequeño volumen.
La biomasa de segunda generación es aquella en la que se ha procesado la materia prima, y aquí ya obtenemos un biodiésel o un alcohol refinado. Por lo general, la biomasa pasa un proceso químico, reutilizándose aceite de cocina usado, o incluso grasa animal que debe ser desechada. De esta forma, se reduce el daño al medio ambiente dando un fase más de productividad y sacando el máximo partido a la materia prima.
Aun así, la tercera generación de biomasa es la que realmente promete. Y es que aquí no pensaríamos tanto en desechos como en producir de forma natural y sostenible biomasa que sirva como combustible. Por ejemplo, se han hecho avances en el uso de algas y hongos preparados específicamente para producir aceites combustibles, incluso cuando actúan como elemento complementario. Sería el caso de las algas en estanques acuíferos, por ejemplo.
Ventajas y desventajas de la biomasa
La biomasa aporta ventajas cuando la comparamos con el carbón o el gas en las centrales térmicas. Para empezar, no hablamos de una materia prima no renovable, sino que la biomasa formaría parte de un ciclo en el cual nuestra fuente de energía no se extinguiría, como sí podría ocurrir a medio plazo con el petróleo. Esto nos da una visión de futuro más positiva.
En segundo lugar, las cifras de emisiones no son tan altas con la biomasa como con el carbón u otros combustibles fósiles. Aunque no llega a ser producción de CO2 cero, como sí lo es la energía eólica o la energía solar, sí se reducen las cifras de emisiones.
Aun así, si finalmente el objetivo de cero emisiones para el 2035 se cumple, el biocombustible tampoco tiene un futuro muy prometedor.
Y es que si bien es una fuente de energía renovable, la emisión de CO2 sigue siendo un problema si queremos centrarnos en la cuestión del efecto invernadero y el calentamiento global. Aunque las materias primas de la biomasa absorben y retienen CO2 en su crecimiento (plantas y algas que «respiran» CO2), y esto podría llevar a un balance de cero emisiones, esto implicaría también tener que controlar mucho el uso de la biomasa y ralentizarlo. En términos relativos, podemos dar por sentado que al final las cifras de emisiones serían más altas que las de fuentes de energía como la solar o la eólica.
En cualquier caso, avances importantes en esta materia podrían producir un cambio a la larga en la industria del automóvil y la generación de energía. Al fin y al cabo, el día de mañana seguiremos necesitando una forma de producir electricidad para nuestros coches. Y tal y como parece, la energía fotovoltaica y la energía eólica todavía no son suficientes. La biomasa podría ser una fuente de energía mucho más beneficiosa para el medio ambiente que el carbón y el gas de las centrales térmicas.